El término dron se asocia entre muchos ciudadanos a esos pequeños aparatos controlados a distancia que son utilizados para grabar imágenes desde el aire o como simple entretenimiento en el caso de los más básicos, pero la realidad es mucho más amplia y abarca a una industria emergente con importantes aplicaciones en el ámbito militar. Las Fuerzas Armadas españolas comenzaron a equiparse de estos aparatos, conocidos como Sistemas Aéreos Tripulados Remotamente (RPAS, sus siglas en inglés) o Vehículos Aéreos no Tripulados (UAV su acrónimo también en inglés) en 2007, con ocasión de la participación de nuestras tropas en la operación “Reconstrucción de Afganistán”, que se prolongó hasta 2014, y desde entonces no han dejado de adquirir este tipo de material, que está llamado a jugar un papel fundamental en el desempeño de las funciones encomendadas.
La dotación de RPAS de los tres ejércitos ronda actualmente el centenar. Una cantidad mínima si la comparamos con los alrededor de once mil de los que disponen las fuerzas armadas norteamericanas, o los dos mil del ejército israelí, las dos potencias mundiales en este tipo de material militar. “La diferencia es enorme, pero las necesidades militares con respecto a esos países también son muy grandes –dice el teniente coronel Diego Villanueva, de la División de Operaciones del Estado Mayor del Ejército de Tierra-. En nuestro caso hemos empezado a trabajar con este tipo de aparatos a partir de 2007, y desde entonces estamos intentando no perder el ritmo teniendo en cuenta nuestras necesidades estratégicas y la financiación de que disponemos. La tecnología ha avanzado mucho y ahora podemos encontrar sistemas más accesibles que nos dan unas capacidades interesantes”. El Plan Director de RAPS elaborado por el Ministerio de Defensa establece unas necesidades hasta 2026 por un importe medio de 700 millones de euros.
Las Fuerzas Armadas adquirieron los primeros RPAS en 2007, con motivo del despliegue de tropas en Afganistán
“En Afganistán se utilizaron aparatos Seacher MK-III, que realizaron cerca de mil misiones de inteligencia, vigilancia y reconocimiento, y cubrieron 5.500 horas de vuelo. Allí demostraron su efectividad salvando muchas vidas –dice el teniente coronel Jesús Ángel del Barrio, jefe del Grupo de Reconocimiento y Observación por Sistemas Aéreos (GROSA), la primera unidad de entidad batallón de RPAS del Ejército español-. Con ellos se apoyaron a las unidades que realmente se juegan el tipo, que son las que están en tierra y sufrían los ataques. Este sistema sirvió en muchas ocasiones para alertar y prevenir emboscadas”.
El GROSA tiene su base en Conde de Gazola, en la localidad leonesa de Ferral de Bernesga, con una dotación de 150 hombres, la mayoría de ellos procedentes del Regimiento de Infantería nº 1 de Valencia y del de Artillería nº 63 de León, las unidades que se encargaron de su funcionamiento en Afganistán. La mitad de ellos están especializados en el manejo o labores de mecánica de los Seacher MK-III, de los que la unidad dispone de dos sistemas (cada sistema lo componen tres drones). Estos aparatos necesitan de una pista asfaltada de despegue de al menos 1.200 metros de longitud y 25 de ancho, por lo que su base operativa se localiza en el aeródromo militar de León, situado a tres kilómetros de Conde de Gazola. El manejo de estos drones requiere de tres personas: un jefe de misión, un operador de vuelo que dirige el aparato y un operador de carga, que analiza las imágenes captadas por la cámara del mismo.
El teniente coronel del Barrio, que participó durante 3 meses en la misión “Reconstrucción de Afganistán”, recuerda que gracias a estos aparatos “se consiguió alertar a varias unidades, no solo españolas sino también de otros países desplegados en la zona, de varios posibles ataques. También se nos encomendó la vigilancia de una casa en la que vivía un insurgente, al que finalmente se detuvo, y apoyamos en labores de vigilancia la recomposición de la seguridad del consulado americano en Herat después de que fuera objeto de un atentado con un camión y un coche bomba que causaron varias víctimas mortales en septiembre de 2013”.
La Dirección General de Armamento y Material del Ministerio de Defensa ha elaborado una clasificación de los drones según la establecida por la OTAN. En la clase I se encuadran los que pesan menos de 150 kilos, y entre ellos hay que distinguir los más pequeños, denominados micro porque su peso no supera los 2 kilogramos; los minis, que no sobrepasan los 20 kilos; y, finalmente, los small, que van desde dicho peso hasta un máximo de 150. A la clase II pertenecen las aeronaves que superan los 150 kilos de peso, pero no sobrepasan los 600, y a la clase III los que están por encima de dicho peso. A esta categoría pertenecen los denominados drones estratégicos u operacionales, que pueden ir dotados de armamento y realizar ataques al suelo. En esta categoría están los aparatos de medio alcance y gran altitud (MALE) y de gran altitud y alcance (HALE). Los Predator utilizados por Estados Unidos en la frontera entre Pakistán y Afganistán, Somalia y Yemen son los más conocidos.
Nuestras Fuerzas Armadas disponen de drones de clase I y II, si bien el Ministerio de Defensa tiene previsto adquirir cuadro drones MQ-9 Reaper, una evolución mejorada del Predator, con un desembolso aproximado de 171 millones de euros a pagar hasta 2020. Se trata de aparatos de 20 metros de envergadura, con una radio de acción de 1.900 kilómetros, que son capaces de volar a 15.000 metros de altura durante 30 horas ininterrumpidas. Este modelo se impuso al Heron TP israelí. Se da la circunstancia de que, hasta ahora, todos los drones adquiridos lo han sido a Estados Unidos e Israel, si bien está en marcha el programa Rapaz, que prevé la compra de aparatos de clase I, los más pequeños, desarrollados con tecnología española.
“El proyecto Rapaz surge como una iniciativa de la Dirección General de Armamento y Material para identificar el nivel tecnológico de las empresas españolas para dotar a las Fuerzas Armadas de este tipo de aparatos –dice el teniente coronel Villanueva-. En estos momentos se están evaluando varios sistemas para determinar cuál reúne las características que exigimos, y a partir de 2018 se convocará un concurso público para que estas compañías puedan optar a suministrarlos”.
El Ejército dispone de RPAS de clases I y II, hasta 600 kilos de peso, y tiene previsto adquirir cuatro Reaper de clase III, los más avanzados
El Ejército de Tierra dispone de drones de clase I Raven RQ-11B, con una envergadura de 1,37 metros y algo menos de 2 kilos de peso, que se lanza a mano y se recoge mediante aterrizaje, si bien no hace falta disponer de ninguna pista o de una zona preparada para ello. El aparato puede ser transportado por piezas en una mochila junto a un ordenador portátil que hace de estación de control, una pequeña antena para el manejo del dron y la recepción de las imágenes que emite. Tiene un radio de acción de hasta 10 kilómetros y puede volar durante 80 minutos a una altitud de entre 30 y 300 metros. Este tipo de drones fueron utilizados para asistir a las tropas españolas desplegadas en misiones internacionales en Afganistán, Irak, Centroáfrica y Mali. El Ejército del Aire dispone también de aparatos de este tipo y de otros más pequeños, los Wasp, con poco más de un metro de envergadura y 1,25 kilos de peso. La infantería de Marina dispone de ambos tipos.
A la clase II pertenecen los Seacheer MK-III ya citados, con una envergadura de 8,55 metros, 5,58 metros de longitud y un peso próximo a los 500 kilos, que pueden alcanzar los 20.000 pies de altitud (poco más de 6.000 metros). La cámara de que va dotado permite la vigilancia de día y de noche para facilitar, por ejemplo, operaciones de tropas en tierra y el avance de convoyes militares en terrenos hostiles. La calidad de las cámaras con que va dotado permite el reconocimiento de una persona desde una altura de 1.500 metros. Se trata de aparatos fabricados por Israel cuya apariencia es la de un ultraligero.
A esta misma categoría pertenecen los ScanEagle de la Armada. En su caso, el lanzamiento se realiza desde una catapulta que pone al dron en el aire, y la recogida se realiza con una pértiga en la que se engancha la aeronave. Entre las misiones en que han sido utilizados este tipo de aparatos están las llevadas a cabo en la operación Atalanta de lucha contra la piratería frene a las costas de Somalia.
"Los drones se van a imponer en un futuro. El Ejército de Tierra está siendo pionero dentro las Fuerzas Armadas en el uso de esta tecnología"
“La vida media de estos aparatos depende de los subsistemas de que van dotados, pero está aproximadamente entre los 10 y los 15 años”, señala el teniente coronel del Barrio, para quien los drones “se van a imponer en un futuro. Están aquí para quedarse y dentro de no mucho tiempo los podremos ver volar en espacios aéreos no segregados (los que no son de uso exclusivo militar). Creo que el Ejercito de Tierra y esta unidad están siendo pioneras dentro de las Fuerzas Armadas en el uso de esta tecnología. Mi unidad ha alcanzado capacidad operativa plena hace escasamente 15 días y desde este momento podemos realizar todas las operaciones que se nos encomienden, tanto nacionales como internacionales”.
Lucha contra el fuego
De hecho, ya se han utilizado drones en la prevención y lucha contra los incendios forestales que cada año asolan miles de hectáreas. Durante los dos últimos veranos aparatos Raven de la Brigada de Infantería Ligera (BRILAT) Galicia VII han intervenido en la operación Centinela Gallego de lucha contra los incendios forestales. “En esta tarea pueden jugar un papel preventivo, intentando localizar a los posibles pirómanos que van a provocar un incendio, o volando por la noche, cuando el resto de medios aéreos no puede hacerlo al no haber visibilidad, para monitorizar el fuego y descubrir la dirección que lleva o las ramificaciones que tiene”, señala el teniente coronel del Barrio.
En este momento las Fuerzas Armas disponen de más de un centenar de operadores de vuelo capacitados para hacer volar drones de clase I, y en torno a unos cincuenta para los de clase II. La formación se lleva a cabo en la Escuela de Sistemas Aéreos no Tripulados de Matacán (Salamanca) y específica en el Centro de Enseñanza de Helicópteros (CEFAMET) de Colmenar Viejo, con dos cursos diferenciados según se trate de aeronaves por debajo de 150 kilos o superen dicho peso Entre las materias de los planes de estudios figuran conocimientos de meteorología, espacio aéreo, derecho aeronáutico o reglamento de circulación aérea, entre otras.
“Nuestra intención es que este tipo de sistemas pasen a formar parte de la dotación de las unidades desde los escalones más básicos, como un elemento más del material del que ya disponemos –concluye el teniente coronel Villanueva-. La necesidad de información que sirva para minimizar los riesgos de nuestras fuerzas abarca desde un equipo de operaciones especiales hasta una división”.