España

El nacionalismo catalán siente nostalgia de Tarradellas, atrapado por el juego soberanista y el liderazgo chamuscado de Artur Mas

En la coalición nacionalista nadie se atreve a pronosticar en qué momento Jordi Pujol hará la señal de relevo de Artur Mas, un líder abrasado por el permanente trasvase de votos hacia Esquerra Republicana y cada vez más entrampado en el cepo soberanista. El recuerdo de Josep Tarradellas, durante 23 años presidente de la Generalitat en el exilio, ha vuelto a la memoria de muchos dirigentes de CiU ahora que la desaparición de Adolfo Suárez ha puesto de moda el “espíritu de la Transición”.

Si Jordi Pujol no lo remedia, nos tendremos que ir todos a casa”, confiesa en tono algo exagerado un veterano diputado de CiU, alarmado por la imprecisión del guion con el que opera Artur Mas para llevar a buen puerto la independencia de Cataluña. Pese a los problemas familiares agravados por los casos de corrupción, Pujol sigue mandando y mucho en la coalición nacionalista, tanto como para que buena parte de sus dirigentes estén pendientes en cada reunión de ejecutiva de las señales que hace para medir la química que todavía le une al presidente de la Generalitat. “Pujol, no nos engañemos, fue el que metió a Mas en este lio y será también el que decida, finalmente, cuándo y cómo le saca de él teniendo en cuenta que en estos momentos su liderazgo está quemado y desbordado por los acontecimientos”, añade la misma fuente.

En CiU se ve a Mas quemado y desbordado por la tensión soberanista que él mismo ha despertado en Cataluña 

Nadie en CiU se atreve a pronosticar en qué momento Pujol señalizará el relevo de Mas, pero muchos dirigentes de la coalición temen que lo haga cuando haya vaciado todavía más la bolsa de votos que ha permitido al nacionalismo gobernar en Cataluña tantos años, aumentando así el trofeo de Esquerra. En las últimas elecciones autonómicas, Mas se dejó en el camino 12 de los 62 escaños que tenía en el Parlament y la mayoría de las encuestas refleja que este trasvase de apoyos hacia los republicanos no se ha detenido. Aun así, se ve complicado que pueda prescindirse de él sin haber liberado el cepo soberanista en el que ha entrampado al nacionalismo sirviéndose de un liderazgo parcialmente respetado dentro de sus propias filas que todavía permanece tutelado por Pujol.

El presidente de la Generalitat se dejó 12 escaños en las últimas autonómicas y desde entonces el trasvase de votos a ERC no se ha detenido

Para nada puede compararse este liderazgo con el caudillaje que en su día ejerció el propio Pujol desde la Generalitat durante más de dos décadas o con el prestigio que acuñó Tarradellas desde que en 1977 regresó a España después de presidir durante 23 años la Generalitat en el exilio. Su figura ha sido recordada dentro y fuera de la parroquia nacionalista durante la reciente despedida a Adolfo Suárez, sobre todo después de que Artur Mas aprovechara la ocasión para lanzar su mitin a escasos metros de la capilla ardiente instalada en el Congreso reprochando a Mariano Rajoy su falta de respuestas al problema catalán.

Ex dirigentes de UCD y también de CiU evocan el estilo con el que Suárez y Tarradellas pactaron el regreso de este último a España

En este coctel de recuerdos que ha vuelto a poner de moda el “espíritu de la Transición”, algunos de los ancianos conductores de la UCD y también algunos veteranos de CiU que han desfilado estos días por la Carrera de San Jerónimo evocan el estilo tan elegante con el que Suárez y Tarradellas pactaron el regreso de éste último a España. Meses antes de llegar desde el exilio francés y gritar ¡Ciutadans de Catalunya, ja sóc aquí!, el honorable era recibido en La Moncloa y supo gestionar el desencuentro con tanta habilidad que sirvió para definir el recorrido del Gobierno catalán desde la clandestinidad hasta la España democrática.

El expresidente de la Generalitat en el exilio dejó dicho que aprendió mucho de Suárez y le animó, incluso, a que no dimitiera

Los viejos del lugar recuerdan también el último encuentro que Suárez y Tarradellas mantuvieron en La Moncloa poco después de que el primero anunciara su dimisión como presidente del Gobierno en 1981. Rodeado de un equipo de asesores bien conocedores de Cataluña – Eugenio Bregolat, Senen Florensa o María de los Ángeles Tarrats, –, Suárez se despidió del honorable, por entonces ya dos años fuera de la política, consciente de que su relación con Jordi Pujol no era buena, pues cada agasajo oficial que se le hacía en La Moncloa era interpretado como una provocación en el Palau de la Generalitat. Con el discurrir de los años, Tarradellas comentó que había aprendido mucho de Suárez y contaba que le animó en su día a no dimitir, convencido de que si lo hacía volverían a llamarle. La cita literal está recogida en el libro de Josep Meliá Así cayó Adolfo Suárez:

-“Ya ve usted, yo me pasé 40 años en el exilio y nadie daba un chavo por mí. Me pelee con Maciá, con Companys y, al final, tuvieron que llamarme”.

-“Le llamé yo”, contestó Suárez, “no crea que hay más gente dispuesta a hacer una cosa de estas”. Y Tarradellas se despidió de Suarez diciéndole:

-“Ahora que va a tener más tiempo, véngase un día a Barcelona. Salimos a pasear por las Ramblas cogidos del brazo y verá cómo se ponen a temblar todos. Se van a preguntar qué es lo que pasa  y se pueden morir del susto…”.

Miguel Roca pesca en otros caladeros, mientras que en las filas nacionalistas no se otean estadistas de la altura de Tarradellas

En estos momentos, nadie otea entre los feligreses de CiU a ningún Tarradellas, teniendo en cuenta que Miguel Roca, uno de los siete ‘padres’ de la Constitución, hace tiempo que pesca en otros caladeros. Tampoco nadie ve sencillo retirar a Mas de la pista en la que corre hacia un accidente seguro, a la vista de los problemas legales que sacuden a la familia Pujol. “Mariano Rajoy, comenta un alto cargo de CiU, “parece resignado a no evitar el choque de trenes limitándose a evacuar a los heridos cuando  éste se produzca”.

Felipe González salió en defensa de Rajoy y del Rey ante los reproches que les hizo Artur Mas junto a la capilla ardiente de Suárez

No ha sido esta vez ninguna voz potente del Gobierno, sino la del expresidente Felipe González, la que ha salido en defensa del Rey y de Mariano Rajoy cuando Artur Mas les ha reprobado en el adiós a Suárez su falta de altura de miras. Puestos a comparaciones históricas, le respondió González, también se podría contrastar el papel que tuvieron en la Transición Tarradellas y el propio Pujol con el que ahora está teniendo el presidente de la Generalitat. Muchos ya lo han hecho en las filas nacionalistas.

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