Desde que se construyó el Muro de Berlín, en 1961, la reputación de Harry Seidel como organizador de fugas terminó por igualar a su fama como ciclista profesional. Todas las noches, al verlo partir, su mujer se preguntaba si volvería a casa o desaparecería para siempre. Tan sólo durante los primeros doce meses tras el levantamiento de aquella barrera, Seidel había conseguido sacar de la Alemania del Este a su mujer y su hijo; luego a dos docenas más de personas. Y las que faltaban. Seidel cruzó primero las alambradas, repitió luego sumergiéndose en el río Spree, hasta que consiguió una nueva vía: la excavación de galerías subterráneas que permitirían a miles escapar de aquel infierno de carestía y persecución policial. Así comienza Los túneles. La historia jamás contada de la huida bajo el muro de Berlín (Ariel), un libro fascinante escrito por el periodista Greg Mitchell y que levanta una panorámica de hasta dónde llegaba la situación política en los años de la Guerra Fría y de qué forma la manipulación y los intentos de control de la prensa jugaron un papel en la política exterior de EEUU.
Llegaron a excavar 75 túneles, según documenta el periodista Greg Mitchell en este
En estas páginas, el periodista elabora el relato de un grupo de jóvenes alemanes occidentales, quienes se arriesgaron a acabar en prisión o torturados por la Stasi, y que, para liberar a los amigos, familiares y demás personas al otro lado decidieron cavar unos túneles bajo el Muro. Lo verdaderamente asombroso de esta historia son las consecuencias que la acción tuvo en el escenario político, hasta el punto de que el propio presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy, intervino para impedir que la historia trascendiera. ¿La razón? JFK, quien había tenido una posición tibia y bastante gris con la construcción del muro de Berlín –lo consideraba menos nocivo que una guerra-, torpedeó los reportajes que hicieron dos cadenas informativas estadounidenses: la NBC y la CBS, que financiaron dos túneles separados, a cambio de que quienes los utilizaran les permitieran filmar la huida para emitirla en un programa estelar. Es ahí donde está la sustancia de este libro: la forma en la que determinados periodistas ponían en peligro a quienes intentaban escapar, al mismo tiempo que visibilizaban una labor que se convirtió en ejemplo y esperanza para miles de hombres y mujeres. Una información que dejaba en evidencia a determinados líderes políticos, que prefirieron apartar de la agenda informativa algunos asuntos.
LaNBC y la CBS financiaron dos túneles separados, a cambio de que quienes los utilizaran les permitieran filmar la huida para emitirla en un programa estelar
Greg Mitchell, de 68 años, es un veterano en los asuntos de periodismo. Y justamente por eso decidió excavar hasta lo más profundo de estas historias. Editor de The Nation y Nuclear Times, Mitchell decidió abordar este tema cuando su hija y su marido se mudaron a Berlín. Ahí descubrió la historia de estas personas que se jugaron la vida y decidió. Construida y escrita con una estructura novelesca –sin ficción, por supuesto-, Greg Mitchell crea una galería de personajes e historias que convierten esta historia en un enorme retrato colectivo. Además de la de Seidel, Mitchell narra historias como la de Erwin Becker, chófer de los miembros del Parlamento de Alemania del Este, y sus dos hermanos, quienes habían cavado un túnel en el suelo arenoso del sótano del hogar de su familia, en una zona remota de Berlín Este, bajo el Muro, hasta un parque que se encontraba a menos de treinta metros, en Occidente. La historia es fascinante: desde cómo la madre de Erwin les avisaba si había actividad policial haciendo parpadear una luz en el túnel con un interruptor que tenía en casa hasta los muchos reveses que tuvo la excavación durante los nueve días que les tomó completarla. Así, en pleno invierno y una vez terminada la ruta, los Becker consiguieron que diez hombres y dieciocho mujeres atravesaran el túnel que ellos construyeron con sus propias manos.
La historia es fascinante: desde cómo la madre de Erwin les avisaba si había actividad policial hasta los muchos reveses durante los 9 días de excavación
El Bild Zeitung, cuenta Mitchell, publicó fotografías donde se veía a los Becker sonrientes recreando la salida del túnel. Estableciendo lo que se convertiría al final en una práctica común, el periódico pagó a los Becker por publicar esas imágenes en exclusiva. El titular era: “¡Éxodo masivo desde el campo de concentración Ulbricht!”. Fue en ese momento cuando estalló la controversia: aquellas informaciones los convertían en carne de cañón para los espías y funcionarios de la RDA. Al poco tiempo, el servicio de teletipo norteamericano UPI transmitió un artículo que incluía la ubicación del hogar de Becker. La asociación de prensa alemana occidental protestó, y la UPI retiró el artículo. Así se llegó al acuerdo general, entre los medios con base en Berlín Occidental, de que mantendrían ocultos los detalles clave sobre las operaciones de túneles, como su ubicación precisa, el número de fugitivos, el nombre de los organizadores y si la policía había ayudado o no en cualquier sentido.
"Guardias fronterizos armados con fusiles Kalashnikov y «VoPos» (Volkspolizei, o «policías del pueblo») patrullaban solo unos metros por encima de sus cabezas"
Hay épica en las escenas que describe este libro. La de Harry Seidel y de las que, como él, excavaban durante días seguidos, bajo la tierra que se desmoronaba sobre sus cabezas y en unas condiciones de frío y humedad no sólo insoportables sino también peligrosas. Eso, al margen del verdadero peligro al que se exponían: ser descubiertos y neutralizados. “Guardias fronterizos armados con fusiles Kalashnikov y «VoPos» (Volkspolizei, o «policías del pueblo») patrullaban solo unos metros por encima de sus cabezas, por la acera de Heidelberger. Harry oía sus pasos, alguna conversación amortiguada, un silbido. Sabía que había peligro, pero no le importaba”, escribe Mitchell . El asedio de la Stasi y el cerco cada vez más estrecho de la amenaza que suponía ser descubiertos va complicando las cosas a los héroes de esta historia en la que Greg Mitchell carga tintas, y muy duramente, contra el papel y la actitud de los EEUU en el concierto político de la Guerra Fría.
Greg Mitchell carga tintas, y muy duramente, contra el papel y la actitud de los EEUU en el concierto político de la Guerra Fría
En las páginas de Los túneles, el lector no puede evitar sobrecogerse ante la solidaridad que se teje entre los seres humanos así como sentir poco menos que desprecio por el papel que desempeña Kennedy en esa situación. Los 150.000 dólares y el apoyo logístico que NBC y CBS dieron a los estudiantes a cambio de grabar y transmitir esas imágenes abrían el melón de la ética, pero todavía más, retratan a una Casa Blanca que acusa a los medios de acrecentar las tensiones en plena ansiedad de la Guerra Fría. Este es un libro construido en el detalle y el dato, un relato impresionante que mantiene en tensión en todo momento. ¿Lograrán o no lograrán estos estudiantes a quienes la NBC financia llegar a su objetivo? ¿Cómo pudo Harry Seidel soportar tantos años de peligro? ¿De qué forma aquellos 75 túneles eran una tumba para quienes los excavaban y una ventana para quienes los utilizaron? Sin duda. Una historia bien escrita pero, sobre todo –y ahí está lo más importante- ignorada durante todos estos años.