Nadie sabía apenas de la existencia de Josep Lluís Trapero, 51 años, hasta hace apenas unos días. Hijo de un taxista de Valladolid, que comenzó estudios de Biología y trabajó luego de administrativo e ingresó finalmente en la policía autonómica animado por un amigo. Casi tres décadas después, está al frente de la institución que agrupa a más de 17.000 efectivos. La polémica está abierta. ¿Seguirá siendo un funcionario eficaz y ordenancista o cederá a la tentación de convertirse en el 'mariscal del proceso', como algunos pretenden?
Los Mossos nunca han tenido un jefe de filas con dimensión política o social relevante. Nadie sabía el nombre del responsable de la policía catalana. No era cuestión relevante. Hace diez años incluso se decidió dejar vacante el cargo de Mayor, el vértice de la cadena de mando policial. Este mes de abril, ese hueco se ocupó de nuevo con el nombramiento de Trapero. Era hasta entonces el comisario jefe del cuerpo con plenas responsabilidades y atribuciones pero sin los galones en el uniforme. Jordi Jané, el consejero purgado hace unas semanas por su tibieza ante el 'proceso', le eligió para el cargo, a propuesta del director de la Policía, Albert Batlle, también fulminado por idéntico motivo.
Trapero era el hombre adecuado, dicen sus compañeros de filas. Firme, laborioso, seguro de sí mismo, con personalidad y dotes de liderazgo, "estaba diseñado para el puesto". Estos ocho días que los yihadistas han hecho temblar a Cataluña le han catapultado a la cúspide de la popularidad y del reconocimiento público.
Las redes sociales repican sus gestos, frases y actitudes. Hasta circulan unas camisetas con su rostro acompañado de una frase que se hizo estos días viral: "Bueno, pues molt bé, pues adiós". Era la respuesta a unos periodistas que abandonaron su rueda de prensa por no responder en castellano. "Si me preguntan en catalán, respondo en catalán, si lo hacen en español, igual, y en inglés", argumentó.
'Juego sucio' en Alcanar
Gesto severo y austero, verbo preciso, sonrisa ausente, excelente dominio de los temas, contundencia en las explicaciones... Trapero ha dado una lección de cómo abordar un proceso de comunicación en la gestión de una crisis. Los hechos le han acompañado. En apenas ocho días, los Mossos d'Esquadra han desarbolado, detenido y fulminado a los miembros de la cúpula terrorista que sembró de sangre el corazón de Barcelona. Ocho terroristas muertos, seis de ellos por disparos de la policía, y cuatro detenidos. Un operativo ejemplar, merecedor de alabanzas generalizadas. Ha habido fallos, lagunas, como el piso de Alcanar, la 'jaula' llena de agujeros o el imán de Ripoll, que se escaparon al control de los 'Mossos'. "Juego sucio", responde el Mayor cuando se le pregunta por estos asuntos.
Trapero ascendió al mando superior del cuerpo en los momentos más complicados. Este mes de abril, Carles Puigdemont había dado un impulso, quizás imparable, a su proceso de 'desconexión' en rumbo hacia la independencia. Todas las miradas se volvieron hacia los Mossos. ¿Qué harán el día del referéndum? ¿Retirarán las urnas, si la Generalitat pretende desplegarlas, o colaborarán con los jueces si se les ordena retirarlas?
El hijo del taxista de Valladolid, nacido en Santa Coloma, reflexivo, puntilloso, prudente, tiene bien estudiada la respuesta. "Es un tema político que han de resolver los políticos. Sería un error que los Mossos tuvieran que jugar algún papel en el 1-0", explica al ser preguntado por los medios. "Que se nos deje al margen", añade. Algo imposible. Lluís Llach, afamado cantautor y diputado del Pedecat, les lanzó una admonición en forma de severa amenaza. ¡Ay de aquellos funcionarios que no colaboren!
"Una policía ciega"
El día de su toma de posesión como jefe máximo, Trapero leyó cuatro cuartillas escritas a mano. "No somos una policía ciega o autista. Cataluña camina hacia un huevo futuro", afirmó ante la presencia satisfecha del presidente de la Generalitat. Llegada la hora de la verdad, nadie duda de que los Mossos respetarán la legalidad, como dice su jefe máximo. Pero, ¿qué legalidad? La del Estado o la que pretende aprobar el Govern en forma de Ley del Referéndum?
El verano pasado, Pilar Rahola, cronista oficial de Artur Mas, le jugó una mala pasada. Le invitó a su casa de Cadaqués a una paella en la que estuvieron presentes Puigdemont y su esposa y un grupo de populares independentistas como el expresidente del Barça, Laporta, el periodista Vehíls, su esposa, la periodista Helena García Melero y tantos otros. El Mayor se encargó del arroz y de poner la música. Entonó a la guitarra "Paraules de amor" de Serrat. No le hizo ninguna gracia que ese festejo privado circulara por la red. "El guitarrero del poder", le llamaron algunos.
De uniforme en el palco
Este domingo, enfundado impecablemente en su uniforme, las tres rayas de los galones en sus hombreras, aparecía en el palco del Camp Nou junto a su jefe directo, el consejero de Interior Joaquim Forn, independentista furibundo, de escasa habilidad en la oratoria, que acababa de llenarse de gloria con la frase de "dos personas catalanas y dos de nacionalidad española" entre las víctimas de las Ramblas. No gustó la presencia de Trapero en ese acto, de esa forma y de esa guisa. Los mossos estaban doblando turnos, agotados por la persecución de los asesinos yihadistas y su jefe, de uniforme, "haciéndole la pelota al conseller", como se leyó en algún tuit.
La gente le aplaude y le jalea por la calle. También ovacionan y abrazan a los Mossos que se han reivindicado como un gran cuerpo policial. Tanto, que determinados líderes secesionistas ya hablan de que los Mossos no necesitan a la policía del Estado. El Parlament, a iniciativa de Carme Forcadell, acaba de otorgarles la medalla de honor de la Institución. Ni mención a la Policía Nacional o la Guardia Civil, que algo han trabajado también durante estas dramáticas horas.
Hay quien quiere convertir a Trapero en un elemento activo del 'proceso'. Los Mossos jugarán una baza importante durante el 1-0, dicen los separatistas. En Moncloa ni se inmutan. Los sueldos de la tropa autonómica, se recuerda, se pagan desde el ministerio del Interior. Josep Lluís Trapero, 'Jose' en familia, se ha convertido en algo más que un simple policía regional.