La acción de Prisa ya vale menos que la edición dominical de El País. Los títulos de la compañía presidida por Juan Luis Cebrián han perdido el 57,5% de su valor en lo que va de año y el 62% desde que el pasado 16 de noviembre se anunciara la puesta a la venta de Santillana. Este jueves, en el que los valores de varias empresas en dificultades –como OHL, Liberbank o Pescanova- han caído por encima del 10%, ante el temor desatado tras lo acaecido con el Banco Popular, las participaciones del grupo de los Polanco se han desplomado el 15,62%.
Los títulos de la dueña de El País y la Cadena SER se han depreciado el 63,7% durante el último año y el 97% desde que Cebrián fue nombrado consejero delegado de la compañía, en diciembre de 2008. Cuando la empresa salió a bolsa, el 28 de junio de 2000, el grupo estaba valorado en 4.551 millones de euros, mientras que actualmente su capitalización es de 175,16 millones.
El descenso del precio de sus acciones ha sido tan pronunciado durante los últimos meses que su valor ya es inferior al de Vocento, que actualmente capitaliza 187,46 millones de euros. Un hecho que retrata el declive de un grupo mediático al que su elevada deuda -1.481 millones de euros actualmente- le ha mantenido durante los últimos años al borde de la quiebra.
Eso le ha obligado a desprenderse de una parte de sus activos estratégicos (Digital Plus, Ediciones Generales…) y a negociar con los bancos la refinanciación de los adeudos, que llegaron a estar por encima de los 5.000 millones de euros.
En el calendario de sus directivos figura una fecha marcada en rojo que se acerca peligrosamente: el 31 de diciembre de 2018. Ese día, Prisa deberá hacer frente a un pago 965 millones de euros a sus acreedores para el que necesita una liquidez que no posee. Para poder afrontarlo, la compañía ha puesto a la venta la editorial Santillana, pero la parálisis de esta operación ha generado cierto nerviosismo entre algunos de los socios y entre los propios inversores.
Ciertamente, no ha ayudado a resolver esta situación la inestabilidad institucional que ha vivido el grupo durante este 2017, generada por la rebelión de varios accionistas –encabezada por el fondo buitre Amber Capital- para intentar arrebatar a Cebrián el poder ejecutivo.