Todos los matrimonios de conveniencia tienen que hacer frente en su día a día a la azarosa tarea de camuflar sus costuras. Las uniones forzosas suelen implicar una convivencia difícil, lo que hace aflorar los trapos sucios tarde o temprano. La coalición entre la antigua Convergència y Esquerra Republicana se forjó con el objetivo común de mantener vivo el proceso soberanista y demostrar en las urnas -sin éxito- que la mayoría de los catalanes querían la independencia. Pero, en este año y medio, las obvias diferencias entre estos partidos han ocasionado varios momentos de tensión que han dejado ver que, de puertas para dentro, no todo es idílico en Junts pel Sí. La última escaramuza entre estos cónyuges y sus familias tuvo lugar en un plató de televisión, dentro de un formato tan propicio para que los políticos patinen como es Tengo una pregunta para usted.
La versión catalana de este programa fue bautizada como Jo Pregunto, se emitió en TV-3 y tuvo a Carles Puigdemont como protagonista. Para seleccionar a los 12 ciudadanos que hicieron de periodistas improvisados, la televisión pública organizó un sofisticado casting del que salió una docena de elegidos que, supuestamente, representaba los intereses de la mayoría de los catalanes.
No tardó en demostrarse que la mayoría de los preguntantes no eran ciudadanos de a pie, sino que tenían alguna relación con partidos y organizaciones con intereses políticos. Allí había una interventora de Ciudadanos, una portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, el cabeza de lista por Manresa (2015) de Iniciativa per Catalunya Verds, un vicesecretario local de la CUP o una miembro de Societat Civil Catalana. Todos ellos, adversarios políticos del presidente de la Generalitat.
Desde un punto de vista periodístico, la intervención de estos ciudadanos fue positiva, toda vez que fueron capaces de poner en aprietos a Puigdemont -su falta de carisma se evidenció en cada una de sus contestaciones-. Una situación que no es muy habitual en una televisión pública que acostumbra a dispensar un trato privilegiado al Govern y a publicitar durante varias horas al día las bondades de la independencia, con la connivencia del Consejo Audiovisual de Cataluña, controlado por la Generalitat.
Sin embargo, los más fieles seguidores de las doctrinas de Junts pel Sí no dudaron en calificar de “encerrona” lo que aconteció en aquel plató; y no fueron pocos los que pidieron la cabeza del responsable del programa. En su opinión, los presentadores debieron avisar al público de la filiación política de los invitados. No lo hicieron, de ahí que definieran lo que ocurrió en ese plató como una “farsa”.
En un altre país, 1 ensarronada com la d'ahir al president li costa el cap al responsable. Fer passar opositors per ciutadans és 1 engany.
— Agustí Colomines i Companys (@AgustiColomines) January 23, 2017
La periodista Pilar Rahola -infatigable defensora de los intereses de los 'convergentes' y agitadora pro independencia en innumerables foros- denunció la exhibición de “populismo progre y sindicalero” que se escenificó en ese plató de televisión y que tuvo que soportar el mismísimo Puigdemont, el hombre llamado a conseguir la secesión de Cataluña del resto de España. El Elegido.
Rahola, en este sentido, fue un paso más allá y atribuyó la emboscada que se preparó contra el president de la Generalitat a la “guerra interna” que libran las diferentes facciones que integran Junts pel Sí.
No es ningún secreto que, en España, durante años, quien ha tenido una televisión autonómica bajo su control ha dispuesto de un importante caladero de votos. La decadencia que han experimentado estos medios de comunicación desde el inicio de la crisis económica ha mermado el potencial de estos canales para ganar adeptos entre el electorado, pero ningún partido está dispuesto a ceder el mando de estas empresas públicas a su rival político.
CiU nombra al jefe, ERC controla a los soldados
La televisión pública catalana (TV-3) ha estado controlada por CiU en casi todas las etapas desde su fundación. Los 'convergentes' se han encargado tradicionalmente de designar al director general y a los responsables de área de esta televisión autonómica, mientras que ERC ha ejercido el dominio en su redacción y en las corresponsalías más importantes.
Con la formación del Tripartito y el paso de la derecha nacionalista a la oposición, en 2003, Esquerra Republicana se empoderó dentro de de este medio comunicación y se hizo con el dominio casi absoluto de su cuerpo de infantería. TV3 emprendió entonces una deriva ideológica que pronto le llevó a unas posiciones independentistas que no ha abandonado, pese a que los últimos directores generales de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales (CCMA) han sido nombrados por Convergència. Una inercia que nadie ha corregido por el bien del 'prusés'.
El soberanismo ha ocupado durante el último lustro una parte importante de su parrilla y ha monopolizado sus múltiples tertulias y programas de política (Els Matins, l’Entrevista del Diumenge, el .Cat, Acció Política, Migdia al dia, Més 324), en los que prácticamente no se han escuchado voces contrarias al independentismo.
El viraje de su línea editorial ha provocado situaciones dentro de TV3 que, como poco, son contrarias a los objetivos que debe perseguir una televisión autonómica a la que mantienen todos los contribuyentes. Dentro de sus platós, se ha quemado un ejemplar de la Constitución, se ha llamado “enfermos mentales” y “fascistas” a los votantes de los partidos unionistas o se ha comparado a Albert Rivera con Francisco Franco. Todo ello, ante la más absoluta connivencia de la máxima autoridad audiovisual.
Los roces entre Convergència y ERC se han producido cuando las dos fuerzas han tenido que decidir algo sobre TV3 que no estaba relacionado con el principal asunto que les une: el independentismo. Entonces, han saltado chispas y, llegado el caso, la formación liderada por Oriol Junqueras no ha dudado en emplear sus armas para minar las fuerzas de su rival conservador.
Son múltiples los ejemplos de movilizaciones “selectivas” en las que los sindicatos de la cadena pública han arremetido contra Convergència. Sirva como ejemplo la huelga que tuvo lugar a principios de 2014 contra el intento de la corporación de reducir los salarios de los trabajadores de TV3 y Catalunya Ràdio. Entonces, el principal señalado fue Brauli Duart, expresidente de la CCMA y cercano a CiU. En el calendario de los paros en las emisiones que se configuró en ese momento, se respetó escrupulosamente la entrevista que mantuvo Oriol Junqueras en el prime-time de TV3.
Blanco y en botella: ERC y sus organizaciones afines aprovecharon un conflicto laboral en la televisión pública para disparar contra el gobierno autonómico que entonces lideraba Artur Mas.
Rahola y las causas perdidas
Pilar Rahola puso el grito en el cielo hace unos días porque no consideró casual que la mayoría de los invitados al programa Jo Pregunto tuvieran un marcado perfil político. Se olió que aquello era una emboscada, diseñada en las entrañas de TV3, que pretendía desacreditar a Puigdemont, socio de Junqueras en Junts pel Sí, pero perteneciente a un partido con el que rivalizará en las próximas elecciones, que se celebrarán previsiblemente antes de que finalice 2017.
Para el Grupo de Periodistas Pi i Margall, fue positivo que Pugdemont se enfrentara a las preguntas incisivas de los entrevistadores. Máxime dentro de una televisión a la que se le ha acusado en decenas de ocasiones de ser excesivamente respetuosa con los intereses de la Generalitat. “Estas acusaciones demuestran el uso partidista que un sector de la clase política hace y quiere seguir haciendo de TV3 y del resto de medios de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales”, afirmó esta agrupación en un comunicado.
Las escaramuzas protagonizadas por ERC y Convergència son las propias de dos partidos que aspiran a tener a su favor un arma con una considerable influencia sobre la sociedad catalana. Eso sí, muy cara. Su plantilla (2.300 empleados) es superior a la de Atresmedia (1.800) y Mediaset (1.200); y su mantenimiento obliga a la Generalitat a realizar una enorme inversión anual que en 2016 fue de más de 225 millones de euros.
Eso sí, durante los últimos tiempos una parte de los catalanes le ha dado la espalda. En 2010, cuando Artur Mas puso en marcha su plan soberanista, su audiencia rozó el 15%. A finales de 2016, se había desplomado hasta el 11,3%, la más baja de su historia.
Es obvio que en esta decadencia ha influido la cada vez mayor competencia que existe en la TDT y el recorte presupuestario que sufrieron los servicios públicos cuando arreció la crisis económica. Pero, en este descenso de audiencia también ha influido el descrédito que ha sufrido este medio de comunicación por entregar una buena parte de su parrilla de programación a la causa soberanista.
Se puede decir que la televisión que más habla de independencia ha pagado el precio de su falta de independencia. Y actualmente corre el riesgo de resultar herida de consideración por el fuego amigo de los dos partidos que la controlan.
Gráficas: Teresa García.