El informe “Pension at a glance” de la OCDE divulgado ayer martes volvió a dar un susto a los españoles al recordarnos la dramática perspectiva a la que se enfrenta nuestro sistema de pensiones. Andamos tan obsesionados, tan perdidos en el obtuso laberinto tejido por el secesionismo catalán, que hemos olvidado, o tal parece, cuestiones esenciales que afectan al futuro colectivo, a las que habría que hincar el diente sin demora y sin demagogia si no queremos poner en peligro el entero entramado del sistema. Las pensiones, por ejemplo. Dice el informe de la OCDE que en el año 2050 España tendrá 76 personas mayores de 65 años por cada 100 de entre 20 y 65. En otras palabras: habrá 76 jubilados por cada 100 personas en edad de trabajar y cotizar a la Seguridad Social, una carrera aterradora en la que solo nos ganará Japón –el otro campeón de la esperanza de vida-, pero en la que superaremos claramente a países como Italia, Portugal y Grecia.
Ese ratio se sitúa ahora mismo ligeramente por encima de los 30 jubilados (mayores de 65 años) por cada 100 personas en edad de trabajar, lo que significa que el agravamiento del problema se va a acelerar de forma vertiginosa en las tres próximas décadas –un salto adelante de más de 40 puntos-, y solo podría contrarrestarse con un aumento de la natalidad igualmente llamativo, con una nueva oleada masiva de inmigrantes o con una combinación de ambas cosas. Aunque el INE difiere en las cifras, los datos demográficos que aporta son igualmente alarmantes: uno de cada tres españoles estará jubilado en 2066, y la población capaz de vivir más de 100 años se multiplicará por 14. No habrá ocupados bastantes para mantener a tanto jubilado, con pensiones, además, más altas y más largas en el tiempo. BBVA Research sostiene que España necesitaría 27 millones de cotizantes para mantener las pensiones futuras. Si tenemos en cuenta que a cierre de 2016 había 18,5 millones de personas trabajando, habría que lograr un aumento de casi 10 millones de ocupados en 30 años.
El corolario que extrae la OCDE es de cajón: “El envejecimiento presiona sobre la sostenibilidad financiera y la adecuación de los ingresos de los sistemas de pensiones”. No se trata de cargar las tintas, ya de por sí oscuras, sino de recordar lo obvio: Tras el pago de la última extra de julio, al Fondo de Reserva de la Seguridad Social, la llamada hucha de las pensiones, le quedaban algo más de 11.600 millones, incluidos los rendimientos de sus inversiones, muy lejos de los más de 68.000 millones que llegó a acumular en 2011, año a partir del cual el Gobierno se vio obligado a echar mano del mismo para cubrir el desfase entre ingresos y gastos. Para atender la extra de Navidad, se ha vuelto a recurrir parcialmente a dicho Fondo (quedan disponibles 8.095 millones) y a parte del préstamo de casi 10.200 millones concedido por el Ejecutivo a la Seguridad Social, con cargo a los PGE, para que pudiera hacer frente a esos pagos.
En 2018 el Gobierno no tendrá más remedio que salir al mercado para endeudarse
La situación de cara a 2018 adquiere visos dramáticos. Porque el Gobierno no tendrá más remedio que salir al mercado para endeudarse en una cifra cercana a los 15.000 millones -pueden ser más, pueden ser menos- y poder hacer frente al pago de las dos extras (en torno a los 9.000 millones cada una) de los pensionistas, ello contando con que seguirá tirando del remanente del Fondo de Reserva sin agotarlo, porque Mariano Rajoy no quiere tragarse el sapo de ser el presidente que acabó con la dichosa hucha de las pensiones. Este es el panorama al que nos enfrentamos: el de empezar a pagar las pensiones con deuda, una aberración en términos económicos, también políticos, que debería estar vetada incluso en la Constitución a cualquier Gobierno. Las medidas para poner coto a esta deriva suicida son varias, todas dolorosas en tanto en cuanto implican sacrificios para los futuros perceptores del sistema, y no vamos a aludir a ellas dada la abundante literatura existente al respecto.
No es un problema del Gobierno del PP
Lo que aquí interesa señalar es que este no es un problema del Gobierno del PP, como arteramente viene sosteniendo el cansino populismo rampante de Podemos, incluso su émulo Pedro Sánchez. Cualquier Gobierno de cualquier partido hubiera tirado de la famosa hucha en la perspectiva de la crisis brutal por la que hemos atravesado, con la correspondiente caída de ingresos de la Seguridad Social. Porque no hay Gobierno imaginable en España que tenga el cuajo suficiente, el trapío necesario, para decirle la verdad a la gente, para no seguir engañando a los españoles. En el fondo, el Gobierno y la clase política no son los únicos responsables de este y otros problemas de parecida índole (la Educación, por ejemplo) que padecemos. Los responsables finales somos nosotros, los ciudadanos que les elegimos con nuestro voto y les exigimos que gasten sin tasa, que tiren de deuda sin medida, porque cualquier cosa que no tenga que ver con la racionalización del gasto ya nos vale, y quien venga detrás que arree. Que se apañen las futuras generaciones.
En el fondo, la clase política y el Gobierno de turno no hacen sino seguir los gustos y las indicaciones de los ciudadanos. ¿Queréis gasto? Yo os lo voy a dar. Y a mansalva. Alguien ha dicho con acierto que tenemos los problemas que queremos tener, como contamos con los políticos que optamos por elegir. Ellos se dedican a satisfacer nuestros deseos, a seguir fielmente nuestros rastro cual aventajados flautistas de Hamelín. Queremos modernos trenes AVE, una Sanidad de primera, aprobado general en la Universidad, pensiones generosas, contrato de trabajo indefinido, renta básica universal, pocos impuestos… Queremos cosas que no podemos permitirnos, porque nuestro PIB no da para esos lujos, pero los políticos no osan siquiera contradecirnos. Simplemente se dedican a satisfacer nuestros deseos acumulando deuda. Están dispuestos a darnos hasta el aprobado general. Y una gran parte de los padres estarán encantados con la formación de mierda que reciben sus hijos y que les mandará directamente de la Universidad al paro. A los políticos no les interesa abrir los ojos a la gente y decirle la verdad. A ellos solo les interesa el poder, que en la puta calle hace un frío que pela.
La alternativa para pagar este despelote consiste en freír a impuestos al prójimo, a las clases medias trabajadores, a los autónomos y, naturalmente a las empresas, esos entes de razón siempre sospechosos para cualquier socialdemócrata que se precie. Es la política del Gobierno Rajoy y de su ministro de Hacienda, el señor Montoro. Incapaces de abordar la liberalización de la Economía –sigue habiendo muchos sectores total o parcialmente intervenidos-, incapaces de hincarle el diente a esas reformas estructurales susceptibles de generar riqueza en cantidad y crear empleo, se dedican a masacrar a impuestos a todo bicho viviente y a acudir a los mercados de capitales a riesgo de disparar aún más la deuda pública, para que la noria del gasto siga girando. El show tiene que continuar. Porque para acometer esas reformas haría falta arremangarse y estar dispuestos a decir la verdad y perder votos. En suma, a ser gente honrada. Excuso decirles lo que haría nuestro Pedro Sánchez y no digamos ya Pablo Iglesias y sus Podemos. Sencillamente casos perdidos.
La oposición de izquierdas siempre está dispuesta a presentarse como salvadora a base de gastar
Y así estamos, Así están nuestras pensiones. Ningún partido se atreve a plantear siquiera las reformas necesarias por su supuesto alto coste electoral. Nuestros partidos creen que si nos dicen la verdad nos vamos a enfadar mucho. Suponen, y quizá tengan razón, que nos gusta ser engañados, eternamente tratados como adolescentes, como sociedad menor de edad. El PP es así. Y con la oposición de izquierdas siempre dispuesta, demagogia de brocha gorda, a presentarse como salvadora del sistema a base de gastar sin tino, de tirar la casa del gasto por la ventana. PSOE exige, ni más ni menos, que volver a vincular las pensiones al IPC y a Podemos eso le parece poco y está dispuesto a regalar a los pensionistas un jamón con chorreras. Ahí andamos. Para salir corriendo.