España se ha enfrentado este 1-O a su mayor reto desde el 23F de 1981. Es cierto que antes ha arrastrado graves problemas, como el terrorismo o la corrupción que ha hecho temblar a las instituciones. Pero nunca jamás se había visto en una encrucijada como la de este 1 de octubre que amenaza con romper para siempre la convivencia y la forma de lo que hace 40 años logramos. El reto secesionista catalán que se ha planteado en toda Cataluña es un seísmo que afecta a las raíces más profundas de nuestro país: la democracia, la convivencia, la solidaridad y la igualdad de todos los ciudadanos.
Se ha escrito ya mucho, o todo, sobre el órdago independentista. Se han analizado las causas de una y otra parte y las consecuencias posibles de cada uno de los escenarios imaginables. Pero no hemos escuchado todavía el clamor de la sociedad harta de conflictos, harta de que la política genere problemas en vez de solucionarlos, cansada de un enfrentamiento eterno y estéril. A partir de hoy tendremos una muestra de cómo actúa esa gran masa silenciada.
Pero más allá de lo que ocurrido este 1-O, hay que reconocer que hoy España muere tal y como la conocemos. A partir de mañana, se abre una nueva etapa de incertidumbre en la que nadie sabe qué escenarios nos vamos a encontrar.
Es notorio que para una parte no pequeña de la sociedad, y no sólo en Cataluña, el modelo autonómico ha tocado techo y es necesario desarrollarlo. Pero no es menos verdad que no se puede abrir un debate sobre el modelo de Estado y comenzar haciéndolo a gritos y con imposiciones desde la ilegalidad, como hace una parte significativa de Cataluña en este momento.
España necesita evolucionar, como están evolucionando las empresas, con el imparable proceso de digitalización, y las nuevas formas de relacionarse y consumir que está viviendo la sociedad. No hay que tener miedo al cambio ni a que este cambio sea pilotado por una sociedad bien informada, madura y exenta de manipulaciones. Pero, desde luego, ese cambio jamás puede producirse desde el chantaje ni puede romper los principios de igualdad y solidaridad entre todos los españoles. Es ya la hora de hacer política con mayúsculas.