Opinión

¿A qué ha ido Puigdemont a Bruselas?

El expresident de la Generalitat se ha presentado en Bruselas por sorpresa. Oficialmente, el motivo de su visita es entrevistarse con los dirigentes del partido independentista flamenco, la Alianza Neo

  • ¿A qué ha ido Puigdemont a Bruselas?

El expresident de la Generalitat se ha presentado en Bruselas por sorpresa. Oficialmente, el motivo de su visita es entrevistarse con los dirigentes del partido independentista flamenco, la Alianza Neo Flamenca. ¿Usted se lo cree?

¿Busca refugio político?

Con Carles Puigdemont todo es difícilmente creíble y, a la vez, todo es posible. Su último golpe de efecto ha sido jugar al escondite, hacer creer que estaba en su despacho de la Generalitat para aparecer por sorpresa en Bruselas. El pretexto de ese viaje ha sido, oficialmente, mantener reuniones con sus aliados belgas, los integrantes del partido de derecha N-VA. Bien, ellos se reclaman de centroderecha, aunque sobre eso habría mucho que debatir.

No es casual que Theo Francken, ministro belga de inmigración y miembro del partido separatista flamenco, hiciese el otro día unas declaraciones en las que afirmaba que, si Puigdemont solicitara asilo político en Bélgica, habría que concedérselo. Dudaba de que en España pudiera tener un juicio justo. Llamado a orden por el primer ministro belga Charles Michel – le pidió que no echase más leña al fuego – este se habría visto igualmente con el expresident. Bélgica es un país muy dado a acoger a todo tipo de gente, recuérdese la diáspora etarra o los terroristas del ISIS implicados en los atentados de París. Son muy democráticos y muy liberales. Al menos, lo eran hasta que, por desgracia, les tocó recibir a ellos.

No dejan de ser curiosos los lazos que el independentismo catalán mantiene con formaciones secesionistas que forman parte manifiestamente de la derecha más extrema"

En otro terreno, no dejan de ser curiosos los lazos que el independentismo catalán mantiene con formaciones secesionistas que forman parte manifiestamente de la derecha más extrema. Porqué, sépanlo los sonrientes miembros de ANC et altri, el independentismo es, a día de, hoy en Europa, una idea política que surge y que defienden partidos en su mayoría de corte fascista. Independentistas venecianos, bretones, flamencos, todos se caracterizan por sus casi idénticos postulados: a sus respectivas regiones se las tiene sometidas a un terrible expolio por parte del estado y la metrópolis –recordemos el célebre eslogan “Roma, la laddra” de los separatistas venecianos, casi idéntico a el “España nos roba” de los catalanes”– y todo el dinero que aportan ellos se va a mantener a alguna región de vagos, como es Sicilia en el caso italiano. Defienden el modelo de la Europa de los Pueblos, ideado en… los años cuarenta por Heinrich Himmler, nada menos.

Que el independentismo en Europa es de extrema derecha es innegable. En Cataluña, sin embargo, ha sabido cubrirse bajo la manta de la democracia, la libertad, las urnas, en fin, de una justificación plausible para ser aceptado por mucha gente que ignora la realidad que existe detrás de todo este movimiento. Unos partidos y unas gentes que no son en modo alguno ajenos al auge que los partidos de corte neo nazi están teniendo en los países de la UE. El reciente caso de Alternativa para Alemania en las elecciones al parlamento teutón o el de la contienda por la presidencia en Austria, obtenida in extremis por el adversario al ultraderechista Norbert Hofer, son buenos ejemplos, para no remontarnos a Marine Le Pen en Francia. Ya no hablemos de Polonia, Hungría o la misma Grecia, con Amanecer Dorado.

Hay un de mariàge de raison entre esta oleada ultraderechista y los populismos alentados por países como Rusia, que esperan debilitar a la Unión Europea para sus propios fines. Son formaciones radicalmente anti democráticas que se jactan del desprecio hacia la ley y el orden establecido, denostan el régimen parlamentarista, al que culpabilizan de todos los males, y buscan siempre, sin excepción, un chivo expiatorio al que cargar las culpas de la vida dura y pesada que ha de soportar el pueblo llano. Son fascistas de manual.

Estas formaciones buscan siempre, sin excepción, un chivo expiatorio al que cargar las culpas de la vida dura y pesada que ha de soportar el pueblo llano. Son fascistas de manual"

De ahí la inquietud que produce ver al que hasta hace poco era president de la Generalitat alternar con personajes que se mueven en ese resbaladizo terreno ideológico. Que su hipotética solicitud de asilo no tiene ni cinco segundos de recorrido es más que evidente. Entonces, ¿a qué viajar con algunos de los miembros de su ex gobierno? ¿Lo hacía para evitar, aunque no sé de qué manera, la querella que hoy mismo le ha caído por parte del Fiscal General del Estado? ¿O todo obedece a un guión que desconocemos los ciudadanos? Aquí hay cosas que no nos cuenta nadie. Vean un solo ejemplo: de todas las embajadas que tenía la Generalitat en el extranjero, la única que no ha previsto cerrar la aplicación del 155 ha sido, justamente, la de Bruselas. Raro, ¿no?

Sin camisas pardas ni correajes

Existe un fascismo elegante, como calificó Jean François Leòtard de manera exacta, que ya no viste uniformes siniestros ni desfila por las calles. El sustrato ideológico es el mismo, claro, pero las lecciones de la historia han hecho comprender a los admiradores del fascio que los nuevos tiempos exigían nuevas formas. Pasó el tiempo del MSI italiano, con aquel vocinglero Giorgio Almirante a su cabeza, o el del Front Nationale de Jean Marie Le Pen, que se ha visto destronado por su propia hija – auguro que a ésta la destronará, a su vez, Marione Maréchal-Le Pen, integrante de una saga que bien podría haber servido a Shakespeare para una de sus obras -, así como pasaron los skinheads, quedando estos en el pozo residual de los hooligans.

Los fascismos ahora se visten de Armani o de Gucci y emplean el localismo para su promoción. En Cataluña, esto se ha sabido disfrazar de manera muy inteligente, y ya nadie habla de Estat Català y sus Escamots, de los carteles que enganchaban en las paredes durante la transición en los que aparecían águilas de claras reminiscencias hitlerianas o muchachos con uniforme calcado al de las SA junto a lemas puramente xenófobos. Ni se comenta el pasado infame de las camisas verdes, las subvenciones que Mussolini dio a Dencás, aquel conseller que huyó vergonzosamente por las alcantarillas durante los Fets d’Octubre, o los coqueteos que hicieron con los nazis éstos y otros dirigentes independentistas catalanes a lo largo de la década de los treinta e incluso después de perder la guerra. La historia se ha remodelado al gusto de los dirigentes nacionalistas y aquí todos han sido siempre más buenos que el pan.

Nadie quiere habar de charnegos y todo es integración y sonrisas hacia los recién llegados. Pero los que vivimos aquí sabemos que el discurso del odio está íntimamente vinculado con el del independentismo más radical"

Nadie quiere habar de charnegos y todo es integración y sonrisas hacia los “nouvinguts”, los recién llegados. Pero los que vivimos aquí sabemos que el discurso del odio está íntimamente vinculado con el del independentismo más radical. No existe nacionalismo sin enemigo y en estas tierras se ha sabido como en pocas explotar muy bien el del invasor, el colono, el español. Sustituyan ustedes el término por judío o negro y verán cómo les cuadra todo.

Es imposible que Puigdemont desconozca que una solicitud de asilo en Bélgica tiene la menor probabilidad de prosperar. Así las cosas, la pregunta que formulaba al inicio del articulo está más candente que nunca. ¿A qué ha ido a Bruselas? ¿Por qué se reúne con los separatistas flamencos? ¿Qué razón llevó a Mariano Rajoy a no cerrar también la embajada catalana en la capital belga? ¿Se están celebrando reuniones fuera el territorio nacional acerca del tema catalán? En caso de ser así, ¿quién está en ellas, de qué se trata, qué objetivo persiguen?

Nadie está respondiendo a tales cuestiones, pero sería bueno que se clarificasen porque la gente tiene derecho a saber, los unos y los otros. Los que creyeron, de buena fe, eso de la república en la que todos los días se servirían helados de postre y los que pensaron que con el 155 se había frenado de una vez la sinrazón que ha vivido Cataluña en estos últimos años.

De cara a unas elecciones autonómicas que están al alcance de la mano, es obligatorio contestar a todas estas dudas y a muchas más que se quedan en el tintero del cronista, pero no por ello menos inquietantes. Me permito añadir solamente una: ¿por qué no se habla ni una palabra acerca de la familia Pujol y sus cuentas pendientes con la justicia?

Ahí lo dejo.

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