A pesar de que la aplicación del artículo 155 provoca la indignación entre los independentistas, pocas cosas han cambiado realmente en Cataluña. En todos los organismos oficiales siguen imperando las consignas secesionistas sin que nadie les diga nada. Todavía sigue siendo más incómodo manifestarse contrario al proceso que lucir ostentosamente una estelada en la solapa.
Propaganda política en las Consellerías
Puerta principal de la Conselleria de Gobernación, Vía Layetana. Una fotografía de tamaño notablemente visible de Meritxell Borrás, ex Consellera e ingresada en la cárcel da la bienvenida a todas las personas que entran. “Libertad para Meritxell”, dice. Las puertas de vidrio están empapeladas con carteles que reclaman la libertad para los “presos políticos”. Algunos funcionarios han intentado retirar los carteles, aduciendo que aquello son dependencias oficiales y no ha lugar para la propaganda partidista. No han tenido el menor éxito. Además de ser reprendidos por sus propios compañeros de trabajo, los afiches han sido repuestos al instante por conspicuos defensores del proceso separatista.
Un veterano dirigente sindical confesaba que parece que el ex Govern siga mandando y que no hubiera pasado nada. “Los mismos comisarios políticos de siempre nos tienen sometidos a una mayor presión si cabe. Y si te opones, te expones a que te perjudiquen laboralmente”. Le recordamos que el actual secretario general de la UGT en Cataluña, Camil Ros defiende el proceso y la independencia, a lo que el sindicalista nos aclara que “Ros proviene del mundo independentista. Entró en el sindicato con aquello que montó Pepe Álvarez, el grupo de jóvenes Avalot, en el que todos eran más o menos de Esquerra Republicana. Ya ve los resultados. Si éstos son los que nos han de defender, vamos apañados”.
El ambiente en los diferentes organismos de la Generalitat no difiere en nada del que se vive en Gobernación. De hecho, desde el ingreso en prisión de los cesados miembros del Govern o de la fuga del expresident y otra parte de los Consellers, sus partidarios se han dedicado a controlar de manera férrea todo lo que sean manifestaciones en su favor, participación en huelgas, acciones diversas e incluso conversaciones. En la Conselleria de Interior, cuyo ex titular Joaquim Forn está en la cárcel, incluso se vigila con quien van a comer según que trabajadores o las conversaciones que se mantienen en la calle fumando un pitillo.
Aquí no ha cambiado nada, diga lo que diga el gobierno central. Al contrario, vamos cada vez a peor"
“La censura de los independentistas se ha incrementado de manera asfixiante”, confesaba un Mosso de Escuadra que prefiere no dar su nombre. “Aquí no ha cambiado nada, diga lo que diga el gobierno central. Al contrario, vamos cada vez a peor, porque estos -refiriéndose a los independentistas - están crecidos al ver que el estado se ha limitado a una operación cosmética: cuatro a la cárcel y el resto a seguir como siempre”.
En otras Consellerias como la de Sanidad o Educación se dan las mismas situaciones. Los mandos intermedios actúan con las directrices de siempre. De momento, nadie se atreve a plantarles cara. El riesgo a ser desterrado a archivos es enorme y nadie quiere salir perdiendo profesionalmente. Un abogado funcionario en la Conselleria de Justicia nos confirma que ha recibido la orden verbal de su superior jerárquico en el sentido de apoyar en todo lo posible la causa de la libertad de los llamados presos políticos. “Porque tú serás demócrata, ¿no?” le dijo, añadiendo que esperaba verlo en la manifestación que se celebró hace pocos días en Barcelona exigiendo la liberación de lo ex Consellers encarcelados.
Los trabajadores públicos se sienten desamparados por el gobierno central
El acoso que padecen los funcionarios en Cataluña está llegando a situaciones límites. En TV3 hay conocidos personajes vinculados al proceso separatista que se pasean por la cafetería de la televisión autonómica provocando a voz en grito al personal. “A ver quién tiene cojones de echarnos de aquí. Si no os gusta Cataluña, iros a vuestra España”. Nos consta que las quejas han llegado hasta el director, Vicent Sanchis, que se ha limitado a decir que él es partidario de la libertad de expresión y que su trabajo no consiste en ir silenciando a la gente que opina tomándose un café.
El estado nos deja, una vez más, solos. Nadie va a venir a defendernos porque lo que quiere Rajoy es esperar al 21-D y después pactar que haya tranquilidad"
Aunque sea en voz baja, muchos empiezan a decir que se ha llegado al extremo de intimidación y acoso laboral, algo impensable en cualquier estado de derecho. Pero, de nuevo, los sindicatos y los comités de empresa se ocupan en frenar cualquier tipo de iniciativa que suponga la menor crítica al proceso y la censura independentistas.
Ya no se tarta tan solo de contemporizar con el separatismo, ahora se les exige comprometerse firmando manifiestos en favor de Puigdemont y su cesado gobierno o exigiendo la libertad de los Jordis. Lo mismo está sucediendo en las diferentes universidades catalanas, públicas o privadas. La intención manifiestamente clara es que la gente se signifique a favor o en contra para poder tener “fichados” a los disidentes.
“El estado nos deja, una vez más, solos. Nadie va a venir a defendernos porque lo que quiere Rajoy es esperar al 21-D y después pactar que haya tranquilidad, que es lo único que le interesa” nos decía un catedrático crítico con la independencia. Está sopesando marcharse de Cataluña y no es el único. El pretendido regreso a la normalidad que aseguraba el gobierno no se ha producido. Siguen reinando los mismos esquemas totalitarios y siguen circulando las mismas listas de afectos el régimen secesionista que antes del 155.
La sensación de desánimo entre los que no han secundado el proceso nacionalista es cada día mayor. Entre las personas con las que hemos hablado nadie cree que la situación pueda dar un cambio, salvo que en las próximas elecciones se dé un vuelco al establishment separatista en el Parlament, cosa que muchos opinan que va a ser muy difícil de conseguir. La opinión generalizada es que el 155 ha sido pura y simplemente una operación de maquillaje político sin mayores consecuencias.
Nadie que sea mínimamente serio puede decir que las cosas han cambiado cuando en el balcón del Ayuntamiento de Barcelona hay colgada una enorme pancarta que pide la libertad para los presos políticos"
“Nadie que sea mínimamente serio puede decir que las cosas han cambiado cuando en el balcón del Ayuntamiento de Barcelona hay colgada una enorme pancarta que pide la libertad para los presos políticos o en las ventanas del edificio novísimo del mismo ayuntamiento hay enganchados decenas de carteles exigiendo lo mismo. Eso no es propio de una institución que debe servir a todos los ciudadanos, piensen como piensen”, se quejaba una trabajadora municipal.
En comarcas es aún peor. Los municipios en manos de los independentistas están prácticamente paralizados, volcándose en acciones de agitprop que no se adecuan en modo alguno al trabajo municipal. De todas estas cosas se desprende un enorme perjuicio para el ciudadano, que ve como la administración catalana se encuentra en un estado de paralización absoluta.
Todos miran hacia el gobierno de España, pero, por el momento, el desencanto reina en aquellos que creyeron que, por fin, la pesadilla totalitaria separatista había terminado.
Miquel Giménez