Política

Los euroescépticos españoles: ni están ni se les espera

El auge de partidos de corte eurófobo y euroescéptico en el continente no se detiene. Pero la memoria del franquismo y la aparición de Podemos han logrado frenar a los ultras en España.

  • El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, junto a la canciller alemana, Angela Merkel.

La ola de partidos eurófobos y euroescépticos que recorre el continente socava los cimientos del proyecto europeo. Los partidarios de romper con Europa han crecido como la espuma en los últimos años empleando un discurso populista que reclama recuperar una soberanía arrebatada por el control de Bruselas. Pero ninguna fuerza política española ha usado la cuestión comunitaria como bandera de su campaña. ¿Qué nos diferencia del resto de países? 

La dictadura franquista es clave para entender cómo percibimos los españoles la Unión Europea. Tras cuarenta años de aislamiento internacional, el 'volver a Europa' fue un anhelo inapelable que suponía un avance sin precedentes. "Hemos sido europeístas precisamente porque no formamos parte de la historia de las Comunidades Europeas desde el principio. La incorporación, de la que ahora se cumplen treinta años, supuso además una especie de consolidación de nuestro proceso democrático", explica Guillermo A. Pérez Sánchez, catedrático de Historia Contemporánea e investigador del Instituto de Estudios Europeos de la Universidad de Valladolid.

Desde entonces, todo lo que llegó de Bruselas fue percibido como positivo; fondos de cohesión, avances legislativos y equiparación con los países más desarrollados. Pero a partir del estallido de la crisis económica y de la crisis de deuda soberana, las tornas giraron y los españoles nos convertimos en unos europeos muy críticos con las recetas de austeridad dictadas por Bruselas y, en particular, por la canciller alemana Angela Merkel. Vimos cómo quien hasta entonces incrementaba nuestros derechos, comenzó a imponernos recortes.

Los eurobarómetros publicados por la Comisión Europea son un fiel dibujo del rápido aumento del descontento ciudadano. Y este no ha logrado remontar el vuelo hasta que la economía española ha empezado a mejorar. Aun así, España se coloca como uno de los cinco países de la UE con un mayor crecimiento del euroescepticismo entre sus ciudadanos en los últimos doce años, según un estudio del Pew Research Center. Aunque ningún partido lo ha utilizado en su favor. "A nivel de las élites políticas y de la opinión pública, Europa siempre ha sido un tema de consenso. No ha habido disputas, salvo la voz discrepante de Izquierda Unida, que lleva haciendo una enmienda a la totalidad del proyecto europeo desde que se firmó el Tratado de Maastricht en 1992", explica Carlos Rico, profesor de ciencia política en la Universidad Pontificia ICAI-ICADE Comillas de Madrid.

El presidente de la Comisión con el presidente del Parlamento Europeo.

El enemigo está dentro

A diferencia de los países en los que los planteamientos antieuropeos están en auge, en España el descontento popular parece haberse canalizado a través del surgimiento de nuevos partidos de izquierdas como Podemos, que dio la sorpresa precisamente en las elecciones al Parlamento Europeo de 2014. De hecho, la extrema derecha española es casi residual y no ha logrado alcanzar cotas de poder en las instituciones. Eso se debe, en parte, a una especie de vacuna inoculada por la dictadura. "En nuestro relato cultural, Europa está muy vinculada a la mejor versión de España. Y esto no se remonta al franquismo, sino a tiempos de Ortega y Gasset. Pero no ocurre lo mismo a naciones como Francia, Reino Unido o los países escandinavos, quienes no tienen una visión negativa de ellos mismos", resalta Ignacio Molina, investigador principal del Real Instituto Elcano y profesor de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Madrid.

Pero la política hace extraños compañeros de cama y la formación de Pablo Iglesias llegó a alinearse junto al Frente Nacional francés en las votaciones del Europarlamento. Sin embargo, a medida que ha pasado el tiempo, Podemos ha ido moderando su discurso euroescéptico. "Así como Alexis Tsipras llegó al poder en Grecia levantando la bandera antieuropea, a Podemos no se le ha ocurrido izarla durante la campaña", subraya el catedrático de Sociología de la Universidad Complutense Enrique Gil Calvo. "En España no es creíble que hagas de Europa un enemigo, como sí lo es en Francia", añade. Por eso, aunque la formación morada mantiene la crítica al establishment de Bruselas, su retórica anti Unión Europea se ha ido camuflando hasta pasar prácticamente desapercibida en su discurso.

"Los que reclaman el nacionalismo español no lo hacen contra Bruselas sino contra Barcelona. El enemigo no es el 'austericidio' sino el separatismo"

La idiosincrasia española y la concepción del nacionalismo patrio nos diferencian de británicos, alemanes, franceses, austriacos y húngaros, donde triunfan aquellos que llaman al repliegue nacional ante la globalización, el yihadismo o la crisis de los refugiados. "En España no se puede hacer esa crítica a Europa desde la base de un nacionalismo español, sobre todo porque la izquierda tiene un problema al hablar de ello. Pero sí que se pronuncia en términos de pueblo, de patria y señala a Europa como alguien malo que viene a acabar con los derechos sociales", reflexiona el politólogo Carlos Rico.

¿Pero por qué Podemos ha decidido entonces sosegar este discurso? Para el sociólogo Gil Calvo no hay duda: "Los populismos necesitan un chivo expiatorio al que culpar de todos los males. Y eso funciona en el resto de Europa con la bandera de la xenofobia. Pero en España funciona mucho mejor la endofobia, es decir, la fobia contra los de dentro. Aquí es mucho más creíble agitar el odio contra Rajoy que contra Merkel. Y los que reclaman el nacionalismo español no lo hacen contra Bruselas sino contra Barcelona. El enemigo no es el 'austericidio', sino el separatismo".

Jean Claude Junker junto a Alexis Tsipras y François Hollande.

El particular sistema electoral español es otro factor fundamental en el freno de los partidos de extrema derecha en España, a juicio del profesor Ignacio Molina. "A diferencia de estados como Austria, donde las coaliciones son muy comunes y amplias, en España el bipartidismo ha impedido la aparición de fuerzas minoritarias ultraconservadoras, cuyos electores se han refugiado en el voto útil al Partido Popular hasta 2012", indica. Y añade dos razones por las que Podemos está impidiendo que surja un partido de extrema derecha: "La primera es que algunos de los potenciales electores de ese supuesto partido ya están votando a Podemos; y la segunda es que el votante más conservador vota al PP porque está asustado por la formación de Pablo Iglesias". 

De nuevo emigrantes

La inmigración, el miedo a los refugiados y a los pobres del sur que 'vienen a quitarnos el trabajo' es el principal argumento que enarbolan los partidos eurófobos en el norte de Europa para justificar sus postulados. En España, sin embargo, los discursos xenófobos se limitan al ámbito local. La cuestión de la inmigración aquí es inversa al resto de la Unión, pues tras las oleadas de los años noventa y dosmil, ahora nos hemos convertido en un país de tránsito que, además, apenas acoge refugiados. 

Eurobarómetro 2015

Pero a esto hay que sumar que los jóvenes españoles también han tenido que emigrar al norte de Europa como en los años cincuenta y sesenta en busca de trabajo. Y a raíz del brexit, algunos de ellos han sufrido en primera persona los ataques xenófobos. "Cuando eres un español trabajando en Londres, pagando tus impuestos, y te encuentras con ese rechazo, es algo muy duro. Y eso en España no pasa y no parece que vaya a pasar", comenta Javier García Toni, cofundador de Con Copia a Europa, un proyecto formado por un grupo de jóvenes europeístas críticos. De hecho, un 66% de los españoles percibe como positiva la inmigración de ciudadanos comunitarios y un 53% la de extracomunitarios. Esto contrasta con la media de la UE, donde las cifras son significativamente más bajas.

Un futuro plagado de dudas

A pesar del descontento de la opinión pública, las estadísticas también reflejan que los españoles en ningún momento cuestionamos la pertenencia al club de los veintiocho. El último Eurobarómetro confirma que nos sentimos más europeos que otros ciudadanos de la Unión, aunque sólo un 33% de los españoles dice sentirse satisfecho con el funcionamiento de la maquinaria europea.

Sin embargo, uno de los grandes problemas que ha acompañado al proyecto europeo desde sus inicios es la falta de comprensión del funcionamiento del entramado comunitario. El nulo interés por la información sobre la UE y la ausencia de una asignatura de ciudadanía europea son factores que han minado el intento de crear un verdadero demos europeo. "Cuando hay tanta ignorancia sobre cómo funciona la UE, es muy fácil echarle la culpa de todo a Europa", lamenta el politólogo Carlos Rico.

La crisis de representación a nivel nacional se ha traducido al proyecto europeo. Y aunque los jóvenes son quienes más se identifican con Europa, también son los que más critican su funcionamiento. "La nuestra es la primera generación europeizada que ha vivido en España. Hemos hecho Erasmus y viajado sin fronteras, pero el mero hecho de pertenecer a esa comunidad ya no es suficiente. Tenemos que exigir que rinda cuentas, que funcione y que sea útil", subraya García Toni. "Cuando puedes criticar el funcionamiento de la Unión Europea sin cuestionar su existencia es cuando entras en un debate constructivo", añade. 

"La nuestra es la primera generación europeizada que ha vivido en España. Y el mero hecho de pertenecer a esa comunidad ya no es suficiente"

Aunque Podemos haya logrado frenar por ahora el ascenso de eurófobos y ultraderechistas nada garantiza que no pueda aparecer un nuevo líder que haga suyos los planteamientos que triunfan en Europa. "Puede que se genere un pequeño caldo de cultivo antiinmigración y que surja un líder como Pablo Iglesias a la derecha que consiga al menos un 10% de los votos. Sociológicamente es posible", advierte Ignacio Molina. Pero tras el brexit y el susto de las elecciones de Austria, el historiador Pérez Sánchez pide no olvidar la trayectoria recorrida hasta ahora: "Los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, cuando ha estado vigente el proceso comunitario, han sido el mayor espacio de paz, de libertad y de democracia que ha vivido Europa desde la época moderna". Sin embargo, los cimientos del proyecto comunitario tiemblan cada vez más y se mantiene como una incógnita hacia dónde virará el rumbo de la Unión.

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