No hubo ningún amago de llanto, ni supuestas agresiones, ni tampoco urnas escondidas. De momento, los del número 2 de la calle Princesa guardan más las formas internamente que los del número 70 de la cercana calle Ferraz, pero despachean igual. Y ambos apelan a la transparencia, al debate fraterno y a la democracia participativa. Lo cierto es que Podemos ya tiene desde este sábado su particular gestora, porque la formación del círculo también quiere encontrarse y definir su proyecto de futuro. Se trata de un equipo de siete integrantes que se encargarán de organizar Vistalegre II, el Congreso de la refundación, del 10 al 12 de febrero. Pablo Iglesias, secretario general, e Íñigo Errejón, secretario Político, dieron el visto bueno a su composición (tres pablistas, tres errejonistas y un anticapitalista) en el aperitivo que compartieron al margen del Consejo Ciudadano estatal.
El plato venía muy bien precocinado, tanto que ni fue necesario medir las fuerzas en el seno del Consejo Ciudadano (81 miembros y máximo órgano entre Congreso), donde los errejonistas son más que los pablistas y eso que éstos cuentan con la mayoría de los barones autonómicos. No obstante, la distancia es reducida y los anticapitalistas podrían haber decantado la balanza en lo mollar (votación conjunta de documentos y listas, no separada) hacia el lado del sector oficialista. Los líderes de Podemos no quisieron exhibir tal imagen de ruptura y optaron por arreglarlo en un vis-à-vis. Los consejeros morados, llegados de la amplia geografía española, fueron meros convidados de piedra. Tanto, que dedicaron más tiempo al tentempié que a discutir y ratificar lo consensuado por sus jefes cuatro plantas más abajo.
Sólo el anticapitalista Manuel Garí estuvo muy atento, mezclado entre la prensa, del cara a cara en la planta tercera. Su corriente no estaba participando de a reunión bilateral. Él sera el único representante de los trotskistas en el equipo organizador, frente a los tres pablistas (está el dimitido Pedro de Palacio) y los tres errejonistas. Entre estos últimos figura el fulminado Sergio Pascual, que se las verá con Pablo Echenique, su sustituto en la secretaria de Organización a propuesta de Iglesias.
Con todo, tal acuerdo de mínimos protagonizado por Pablo e Íñigo es sólo un espejismo en el desencuentro de fondo que existe entre ambos dirigentes. Dos modelos distintos de hacia dónde debe caminar Podemos. Aperturismo versus radicalización. Los dos amigos se desearon suerte en el despacho de Iglesias. Nunca olvidarán el frío almuerzo de un 17 de diciembre de 2016, el del principio del fin de la aventura política iniciada hace tres años. La tortilla del adiós. Porque se han roto demasiados puentes, se han producido no menos desengaños y ya nada será tan florido como aquel Podemos que emergió de la nada, sacudió el tablero, sorprendió a la opinión pública y llegó a liderar las encuestas en voto directo. El fenómeno ha perdido la frescura y se ha vuelto previsible, mucho. Más allá de las apelaciones a la unidad, lo que hay es un partido dividido en dos, con sendas sensibilidades bien marcadas, y esto es lo que no desea Iglesias, que reclama un rumbo único (no confundir con "uniformidad"). De ahí, que la continuidad de Errejón a su lado como número dos de la organización no esté asegurada.
El acuerdo de mínimos protagonizado por Iglesias y Errejón es sólo un espejismo en el desencuentro de fondo que existe entre ambos dirigentes
No obstante, fue bonito mientras duró y ahora no cabe más que la nostalgia y mirar hacia adelante, piensan en la dirección morada. A eso, a despedida, sonaron las palabras con la que Iglesias recordó este sábado, en el último Consejo Ciudadano previo a Vistalegre II, cómo Podemos nació de la mente de Jorge Moruno, mano derecha de Errejón, del anticapitalista Miguel Urbán y de la suya propia. Deslizó así que lo que salga de Vistalegre II ya no será lo mismo, será otra concepción de partido, no una "máquina de guerra electoral", sino una "oposición popular" a las "fuerzas del régimen".
Además, hay también algo inevitable: el proceso que lleve a tal transfiguración dejará perdedores. Iglesias siempre va por delante y quiso este sábado dirigirse a ellos. Era la última vez que los tenía a todos delante antes de Vistalegre II ("Hoy me toca estar en Madrid en la que presumiblemente será mi última reunión del Consejo Ciudadano estatal", escribió el diputado errejonista Eduardo Maura en su cuenta de Telegram) y no podía dejar de lanzarles la mayor de las advertencias con la mejor de las sonrisas: "Tenemos que ser capaces de entender que los procesos de debate destacan entre sus virtudes la capacidad de cerrarse. Las ideas que nos organicen previamente a la Asamblea no deben constituir bloques ni corrientes ni partidos dentro del partido irreconciliables después del proceso". Y subrayó: "Necesitamos un Podemos en el que todas las ideas quepan con capacidad de debate permanente, pero creo que cometeríamos uno de los vicios tradicionales de los viejos partidos si convertimos nuestra organización en un campo de batalla de diferentes partidos que compiten dentro".
La carta especial
Iglesias, que siempre ha negado la existencia de "corrientes" en el seno de Podemos, ya emplea el vocablo para enseñar la puerta de salida a los que serán sus vencidos, casi dos meses antes de Vistalegre II. Sabe que, como secretario general, porque así le facultan los estatutos del partido, goza de todas las armas necesarias para doblegar al sector moderado. Sobre todo, de una carta especial: la consulta a la militancia. A la que ha recurrido esta vez para fijar las reglas de juego del próximo Congreso. De hecho, la concesión realizada a Errejón este sábado, mantener el censo abierto hasta el cónclave, es lo más efímero que se ha visto en la corta vida de este partido, ya que prevalecerá la propuesta pablista, cerrarlo un mes antes de la Asamblea, si resulta la más votada en el referéndum a las bases de estos días (desde este domingo al martes). Y seguramente lo será. El aparato es el aparato.