El distanciamiento político entre el líder de Podemos, Pablo Iglesias, y el secretario Político, Íñigo Errejón, ha sido algo progresivo en el último año, hasta el punto de alcanzar un estado crónico, prácticamente irreversible. Porque lo andando ya por ambos en sus caminos divergentes, será muy difícil de desandar. Lo que todavía está por ver es el momento en que los errejonistas, cada vez más aislados, peguen el golpe en la mesa y se desmarquen con una escisión. En Vistalegre II, a principios del año próximo, no habrá grandes sorpresas, puesto que Errejón ha avanzado que no rivalizará con Iglesias por el liderazgo. Su batalla será la del proyecto ideológico, pero si la pierde, él y los suyos estarán obligados a buscar mejor fortuna.
Hay quien sitúa el punto de inflexión del divorcio en la rueda de prensa del 22 de enero de 2106 con la renuncia de Mariano Rajoy ya sotto voce, el momento en que Podemos estuvo más cerca de “asaltar los cielos”. De camino al Congreso desde Zarzuela, Iglesias y su cohorte pablista improvisaron un movimiento suicida (Pedro Sánchez se reunía con el Rey ajeno a todo) y una puesta en escena desafiante. El líder morado apareció nada menos que rodeado de sus ministrables, incluido Errejón, exigiendo al PSOE la vicepresidencia y las carteras más preciadas, el CNI y RTVE. El gesto torcido de Errejón (UNO) ante las cámaras ha tenido explicación meses después: “Seguramente nosotros no fuimos todo lo flexibles que había que haber sido”, confesó en septiembre en Espejo Público (Antena 3).
Sintiéndose retado por Podemos y totalmente desconfiado, Sánchez optó por Ciudadanos como socio. Y llegó su investidura, en la que una salida de tono de Iglesias, el episodio de mayor tensión parlamentaria de la legislatura fallida, volvió a cambiar el rostro de Errejón (DOS), sentado a su lado. “El señor Felipe González tiene el pasado manchado de cal viva”, dijo Iglesias desde el escaño, aludiendo a los GAL, en una réplica al candidato. Al mes siguiente en una entrevista en La Vanguardia, Errejón apostó por un “Podemos más amable” y cuestionó que haya quien “intente ganar batallas políticas treinta y cinco años después”.
Hay quien sitúa el punto de inflexión del divorcio en la rueda de prensa en que Iglesias exigió al PSOE la vicepresidencia
El fracaso de Sánchez no trajo la paz en Podemos para intentar de nuevo llegar al Gobierno, sino todo lo contrario. Si la rueda de prensa del 22 de enero es vista como el principio del fin de la sintonía entre Iglesias y Errejón, la destitución fulminante del secretario de Organización, Sergio Pascual, hombre de confianza del último, fue la gota que colmó el vaso (TRES). El portavoz de Podemos en el Congreso estuvo desaparecido de la primera línea política durante varios días y regresó con un rictus contenido que todavía hoy mantiene. “No comparto el cese de Sergio Pascual, pero Iglesias sigue siendo mi secretario general”, dijo con resignación. Al mismo tiempo, admitió “tensiones organizativas” y abrió la caja de Pandora del fuerte debate estratégico: "Podemos tiene que ser una herramienta para los que faltan. Está muy bien lograr cinco millones de votos pero tenemos que hacerlo compatible con quienes simpatizan y no han dado el paso", enfatizó.
Con esa actitud aperturista, a punto de convocarse las elecciones del 26-J, Errejón viajó a Valencia para reunirse con Mónica Oltra. Al día siguiente Compromís planteó un documento de mínimos, el bautizado como “Acuerdo del Prado”, para intentar sobre la bocina un gobierno ‘a la valenciana’. Pero las modificaciones que introdujo el PSOE, sobre todo, el apoyo de los firmantes a los dos próximos Presupuestos Generales del Estado y la inclusión de “independientes de distintas trayectorias” en el Ejecutivo, fueron rechazadas por Iglesias. Su equipo, que ya estaba en modo precampaña desde hacía días, vio aquí la mano de Errejón en la sombra (CUATRO).
Pese a la marejada, el número dos de Podemos volvió a ser el jefe de campaña para el 26-J. La formación morada concurrió esta vez en la misma papeleta que Izquierda Unida, una decisión que tampoco convenció entonces al sector errejonista, que apeló a la “autonomía” de cada formación. Tras la votación, en la que Unidos Podemos perdió un millón de votos, Errejón ajustó cuentas: "Ciertamente el acuerdo no parece haber funcionado” (CINCO). En cambio, Iglesias siguió defendiendo la alianza con IU y apostó por mantenerla. Pero ahora, los pablistas y los conmilitones de Alberto Garzón quieren ir más allá de la coalición electoral y abogan por estrechar sus lazos aprovechando la segunda Asamblea estatal de Podemos. Ante ello, Errejón ha advertido de que no comparte ninguna “disolución” o “fusión” con IU y ha pedido que el debate político de dicho cónclave vaya “separado” de la elección de los órganos de dirección.
El miedo y la vecina
La colisión de estrategias quedó manifiesta nítidamente en la Universidad de Verano de Podemos celebrada el pasado septiembre. Errejón protagonizó la ponencia inaugural y retó a Iglesias a “discutir si vamos a relanzar un proyecto para ser una fuerza hegemónica o, de lo contrario, para ser una fuerza de resistencia, de protesta, que asume que no ha llegado su momento pero mantiene altas sus banderas”. “El problema no es que nos tengan miedo los golfos, sino nuestra vecina”, enfatizó Errejón, al tiempo que reclamaba “construir una voluntad popular que no deje a nadie atrás”. Esta visión fue luego duramente contestada (SEIS) por Iglesias en la clausura. El secretario general replicó que “ser transversal no es parecerse al PP o al PSOE. La transversalidad no es moderada. No hay nada más transversal que la PAH”. Además, señaló que "perdemos credibilidad cuando tratamos de presentarnos como moderados en las formas”.
También el barrio Twitter ha sido escenario de alguna que otra riña, siempre revestida de dialéctica amistosa, entre ambos dirigentes. Por ejemplo, cuando Errejón desbarató (SIETE) esta afirmación de Iglesias en la campaña gallega: “El día que dejemos de dar miedo a los sinvergüenzas, seremos uno más y no tendremos ningún sentido como fuerza política". “A los poderosos ya les damos miedo, ese no es el reto. Lo es seducir a la parte de nuestro pueblo que sufre pero aún no confía en nosotros”, escribió el secretario Político en cuenta de Twitter. Luego Iglesias trató de devolver el golpe: “Sí compañero @ierrejon pero en Junio dejamos de seducir a 1 millón de personas. Hablando claro y siendo diferentes seducimos más”.
Sí compañero @ierrejon pero en Junio dejamos de seducir a 1 millón de personas. Hablando claro y siendo diferentes seducimos más
— Pablo Iglesias ?{R} (@PabloIglesias) September 20, 2016
A cuenta de los símbolos, fue Iglesias quien tomó la iniciativa en dicha red social publicando con un montaje que molestó a los errejonistas al entenderlo como una “provocación” (OCHO). El exeurodiputado subió una foto de la activista estadounidense Angela Davis con el puño cerrado -gesto característico de Iglesias y sus afines- y otra del exprimer ministro británico Wiston Churchill alzando los dedos índice y corazón formando una uve -como hacen Errejón y sus partidarios-. Dos imágenes contrapuestas que acompañó del siguiente mensaje: “Todos los símbolos tienen memoria y, como el futuro, su corazón es antiguo. Solo los mediocres piensan que la historia nació con ellos”.
La conspiración
Las primarias de Podemos Madrid, marcadas por el piso protegido que vendió el senador Ramón Espinar, también mostraron dos percepciones distintas de la prensa. Iglesias arremetió contra Prisa (la exclusiva de la VPP fue de la cadena Ser) y dijo que “hay posiciones de grupos de poder que se posicionan en función de qué ideas y sectores en Podemos les convienen más”. Deslizó así una conspiración mediática (NUEVE). Sin embargo, en una entrevista con Mongolia, Errejón negó luego la existencia de una “mano negra” detrás del caso Espinar y recalcó que lo que ha habido son “periodistas que han hecho su trabajo”. En estas primarias por primera vez se enfrentaron pablistas y errejonistas, pues en anteriores procesos fueron juntos dentro de la candidatura oficialista Claro que Podemos.
Y el último encontronazo (DIEZ) se produjo este viernes, después de Iglesias reclamara “politizar el orgullo de lo popular” y de “lo obrero” en lugar de disputar "el concepto burgués de clase media”, ya que, en tal supuesto, comentó, Podemos se equivocaría en su futuro político. Errejón se descolgó recordando que “hemos llegado hasta aquí sin pedir etiquetas ni carné a nadie”. “No veo que ahora deberíamos empezar a pedir a la gente declaraciones de la renta”, apostilló. Lo dicho, algo se rompió en Podemos hace tiempo y tiene difícil reconstrucción.