Opinión

Sánchez deroga el principio de contradicción

A tenor de este principio, “nada puede ser y no ser al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto”. Y es, precisamente, ese principio elemental el que ha quedado derogado en la lógica política a que se atiene Sánchez

  • El vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias (i), junto al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (d)

La lógica aristotélica, la del silogismo que a partir de dos premisas obtiene una conclusión, cuenta entre sus bases fundamentales con el principio de contradicción, a tenor del cual “nada puede ser y no ser al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto”. Y es, precisamente, ese principio elemental el que ha quedado derogado en la lógica política a que se atiene Pedro Sánchez. Mientras, la oposición y los del PSOE de siempre siguen aferrados a Aristóteles quien, como diría Adriana Lastra, forma parte de esos mayores respetados, cuyas certezas han quedado invalidadas en favor del principio de indeterminación de Heisenberg vigente en el nuevo tiempo de los lastrados, ya liberados de esas ideas claras y distintas de las pudieron deshacerse en el punto limpio más próximo.

Llegados aquí, como nos enseña Wikipedia, interesa ganar en comprensión atendiendo al experimento teórico del gato de Erwin Schrödinger concebido en 1935 para exponer una de las interpretaciones más contraintuitivas de la mecánica cuántica. Su planteamiento se basa en un sistema que se encuentra formado por una caja cerrada y opaca que contiene un gato en su interior, una botella de gas venenoso y un dispositivo con una sola partícula radiactiva cuya probabilidad de desintegrarse es del 50% en un tiempo dado, de manera que en caso de que la partícula se desintegrara, el veneno se liberaría y mataría al gato.

Al terminar el tiempo establecido, la probabilidad de que el dispositivo se haya activado y de que el gato esté muerto, así como la de que el dispositivo no se haya activado y de que el gato esté vivo, es la misma: del 50%. Según los principios de la mecánica cuántica, la descripción correcta del sistema en ese momento (su función de onda) será el resultado de la superposición de los estados "vivo" y "muerto".

Sin embargo, una vez que se abriera la caja para comprobar el estado del gato, este estaría vivo o muerto. Momento en que tendríamos la propensión de ampararnos en el principio de contradicción para rechazar que el gato a la vez estuviera vivo y muerto. Pero sucede que hay una propiedad de los electrones que les permite estar en dos lugares distintos al mismo tiempo, pudiendo ser detectados por dos receptores allí situados, dándonos así a sospechar que el gato estuviera vivo y muerto a la vez, lo que se llama superposición. El caso es que al abrir la caja para comprobar si el gato sigue vivo o no, perturbaríamos este estado (de superposición) y veríamos si continua con vida o está muerto.

Hasta que no se abra la caja, después de los PGE, no sabremos si el gato está vivo o muerto porque como queda dicho más arriba el colapso de la función de onda es irreversible"

Es ahí donde radica la paradoja. Porque mientras que en la descripción clásica del sistema el gato estará vivo o muerto antes de que procedamos a la apertura de la caja, operación necesaria para comprobar su estado, en la mecánica cuántica el sistema se encuentra en una superposición de los estados posibles hasta que interviene el observador, lo que sería incompatible, según la lógica aristotélica. Porque ésta excluye que el paso de una superposición de estados a un estado definido se produzca como consecuencia del proceso de medida, y rechaza que no pueda predecirse el estado final del sistema, sino tan solo la probabilidad de obtener cada resultado.

La naturaleza de la paradoja de Schrodinger sigue siendo una incógnita, que ha dado lugar a distintas interpretaciones de carácter especulativo. Siguiendo la interpretación de Copenhague, en el momento en que abriéramos la caja, la sola acción de observar modificaría el estado del sistema tal que ahora observamos un gato vivo o un gato muerto. Este colapso de la función de onda es irreversible e inevitable en un proceso de medida, y depende de la propiedad observada. Esta es una aproximación pragmática al problema, que considera el colapso como una realidad física sin justificarlo completamente.

En todo caso, sólo así estaremos mentalmente preparados para entender las relaciones en el interior de la coalición gubernamental que configuran el Partido Socialista y Unidas Podemos en cualquiera de los planos que elijamos: el social, e de los desahucios, el de la reforma laboral, en de las alianzas, el de los fondos de recuperación, el autonómico o el de san serenil del monte. Hasta que no se abra la caja, después de los PGE, no sabremos si el gato está vivo o muerto porque como queda dicho más arriba el colapso de la función de onda es irreversible. Paciencia y barajar.

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