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El callejón sin salida del 8-M

El gran problema de las actuales manifestaciones feministas es que el progresismo carece de una cosmovisión distinta de la sociedad de consumo, que ya sabemos que no hace feliz a casi nadie

El misterio de las manifestaciones del 8-M siempre había sido su escaso voltaje conflictivo (quizá de ahí la necesidad de eslóganes cada vez más estridentes). ¿Se puede llamar manifestación política a una protesta con la que está de acuerdo el Gobierno, la inmensa mayoría de los partidos y casi todos los grandes grupos de comunicación? De hecho, donde genera más consenso es en el mundo corporativo, en el que no hay empresa que se atreva a cuestionar o ignorar una causa con la que se identifican, al menos, un cincuenta por ciento de sus clientes. El feminismo comenzó como un gesto de disenso y ha terminado degenerando en asenso, como bien explica Hughes, con situaciones tan aberrantes como esas grandes empresas de Estados Unidos que pagan viajes a sus empleadas para abortar a estados donde no se haya derogado esta práctica tras la derrota de la sentencia Roe versus Wade.

Estos días discutí bastante en Facebook con Nicolás Sguiglia, candidato a la alcaldía de Málaga por Podemos. Me parece uno de los políticos más respetables del partido morado, que se pasa el día trabajando por los vecinos en vez de conspirar contra la facción opuesta del partido o hacer brindis al sol del antifascista en una ciudad donde el fascismo no es el problema principal de nadie. Sguiglia opina que Irene Montero es una gran líder feminista que pasará a la historia y, cuando le pido que lo argumente, responde que mejor me acerque a preguntar a cualquier mujer menor de entre 25 y 30 años, muchas de la cuales ya se consideran “irenistas”. Creo que precisamente ahí está el dato clave: Montero y su séquito de feministas contraculturales solo seducen a las chicas que todavía no se han enfrentado plenamente al mundo del trabajo, ni a las dificultades de organizar una familia, ni a la más que probable soledad de quien decide renunciar a este tipo de vínculos.

La carencia de alegría del 8-M

Me da igual que a algunos les suene rancio esto que voy a escribir: la mejor propuesta del pasado 8-M ha sido la campaña de la Asociación Católica de Propagandistas. Su vídeo viral, de estética moderna y ejecución fluida, muestra como el feminismo dominante quiere mujeres aisladas, que congelan sus óvulos para dar prioridad a sus carreras laborales (la familia siempre puede posponerse) y que desprecian la noción de que comprometerse con un hombre pueda mejorar sus vidas (ellas se bastan y se sobran para cualquier felicidad y es mucho más sencillo pasear un 'perrhijo' que dos críos). ¿Ustedes ven más alegres a las señoras de cincuenta años que han tenido tres niños o a las que viven entre whiskas, satisfayer y lexatínes? ¿Hasta qué edad exactamente resulta empoderante volver a casa "sola y borracha"? Si nos cruzamos a una mujer madura en esta situación, no solemos pensar en alguien con una vida plena ni envidiable. Exactamente igual que cuando vemos a un hombre solo en ese trance.

Cualquier movimiento social individualista, narcisista y divisivo, que convierta en enemigos a gran parte de nuestros semejantes, está condenado al fracaso

Por supuesto, no se trata de defender aquí que la familia sea la única vía posible a la felicidad, sino de argumentar que no tienen sentido que el progresismo patologice de manera constante la opción mayoritaria de los seres humanos hacia la plenitud. Se intentaron diversas alternativas a la familia, desde las comunas a los kibutz, pero todas fracasaron. Se nos trató de vender que la soledad era empoderante, pero hasta la creadora de Sexo en Nueva York (Candance Bushnell) se ha arrepentido públicamente de no tener hijos y encontrarse ahora “verdaderamente sola”. Todo movimiento social está condenado al fracaso si no escucha las voces de sus mayores, que en el caso del 8-M son recibidas con creciente hostilidad por las jóvenes lideresas adanistas (o 'evistas', supongo). Un subidón constante de ego, que solo empaña el fastidio de las urnas.

El feminismo actual, especialmente el podemita, ha abocado al movimiento a un callejón sin salida, resucitando todos los topicazos contraculturales que estaban más que superados desde los años noventa. En cualquier encuesta sobre qué hace felices a los seres humanos destacan siempre conceptos como “las amistades de larga duración” y “ver crecer a los hijos”, así que cualquier movimiento social, individualista, narcisista y divisivo, que convierta en enemigos a gran parte de nuestros semejantes, está condenado a meterse en un callejón sin salida.

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