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Alcohol, castigo y humillación, las tres claves para "integrar" a un novato

Ser cobarde también es de valientes. Como de valientes es renunciar a comulgar con el "ritual de paso" establecido para formar parte de un grupo. A veces la decisión más inteligente es

Ser cobarde también es de valientes. Como de valientes es renunciar a comulgar con el "ritual de paso" establecido para formar parte de un grupo. A veces la decisión más inteligente es no ser uno más, aún sabiendo el riesgo que eso supone. No es fácil asomarse al abismo de la soledad, a la ley del silencio. Pero tampoco es sencillo dar continuidad a actos denigrantes que atentan contra la dignidad de las personas. 

En los colegios mayores y residencias universitarias saben mucho de esto. La novatadas siguen siendo un motivo para dudar de la evolución de la raza humana. Hay novatadas suaves que no pasan de disfrazarse o salir a la calle cantando. Pero también las hay más crueles. Comer cosas incomestibles, beber agua del váter, dormir con ropa mojada o caminar sobre cristales son algunas de pruebas a las que se somete un novato.

Las hay que dejan marcas físicas y otras cuya huella solo es psicológica. Pero los expertos dicen que ninguna, por descafeinada que sea, es inocente. La investigación que financió el Consejo de Colegios Mayores de España sobre las novatadas ha dejado numerosos testimonios de las prácticas que se llevan y se han llevado a cabo en los arranques de los cursos universitarios a lo largo de toda España. 

Sin ir más lejos, ayer expulsaron a ocho jóvenes del Colegio Mayor San Agustín de Santiago de Compostela por la realización de estas prácticas. Y hace unas semanas el Campus Universitario de León celebraba, nada menos, que una subasta de novatos desnudos. Los veteranos pujaban dinero por ellos y, cuantas más prendas se quitaban los jóvenes, más alto era el precio que los asistentes tenían que pagar para tenerlos como esclavos durante una semana. La cantidad llegó incluso a los 130 euros, cifra que los mayores desembolsaron para que los novatos les lleven apuntes, les hagan fotocopias o les limpian la casa.

"Los colegios lo ocultan, pero las novatadas existen", apunta Carlos García, excolegial del CMU Santa María de Europa. Este antiguo alumno recuerda las novatadas que sufrió en septiembre y octubre de 2011. "Lo viví en primera persona y eran muy bestias. Si te negabas era peor", explica. "Lo más habitual era que nos hicieran beber hasta caer redondos. Cualquier cosa. Vino, vinagre o mezclas de sustancias. También era frecuente que algún veterano te obligase a ducharte en agua congelada varias veces durante una misma noche", añade. 

"El objetivo era controlar, humillar o asustar", explica otra alumna de este colegio que, aunque prefiere no rebelar su identidad, cree que el problema radica en el gusto de los veteranos por privar la capacidad de decisión de los nuevos colegiales. "No puedes escoger un horario, ni actividades, ni cuando duermes o estudias. A veces los veteranos tienen llaves de las habitaciones y pueden entrar y salir cuando quieren", cuenta. 

"Golpes, insultos, chupar el suelo, beber tabasco o esnifar ceniza" fueron algunas de las pruebas a las que Jesús Bustos, excolegial del Diego de Covarrubias tuvo que someterse para "dejar de ser un novato".

Ante esta situación, cada vez más frecuente en muchas residencias, varios colegios se han unido al manifiesto del Consejo de Colegios Mayores Universitarios de España en contra de las novatadas. En él declaran que "este tipo de actos no ayudan a la integración ni a la convivencia". El manifiesto argumenta que "soportarlas no puede ser condición para ser aceptados".

Frente a esta postura de denuncia quedan muchos universitarios que entienden las novatadas como "un juego de rol". Víctor Alonso, colegial del CMU Barberán, considera que "son bromas que facilitan la integración de los nuevos". "Casi todo el mundo está de acuerdo con ellas", indica.

Ley del silencio, verdad a medias. Frustración y tiranía. No son ciudades sin ley, son colegios mayores tomados por valientes sin identidad. Por eso, hacen falta más cobardes de sólida autoestima que digan no.

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