Siempre llama cuando he conseguido desconectar de la televisión. Justo cuando ya no pienso en audiencias ni en tiros de cámara ni en formatos novedosos ni en telebasura, ahí, en el momento de calma en que se apaga la pantalla, mi amiga enfurecida reaparece siempre, como las aguas de abril o las falsas promesas de enero.
- Hola, querido. ¿Ya estás despotricando contra alguno de los programas que adoro como Secret Story?
- Mira, de eso ni me hables, que me atraganto.
- ¿Qué te pareció el nuevo programa de María Casado en Televisión Española?
- Me pareció que es un programa bastante notable, mucho mejor que la media de lo que se emite.
Vivimos en este mundo donde lo anecdótico copa las portadas y lo relevante queda en el olvido, gobernados como estamos por un ritmo frenético, a golpe de trending topic, consumiendo información, incluso sin entenderla ni contextualizarla
- Yo no lo vi, pero te lo pregunto porque todo el mundo habla de las lágrimas de Antonio Banderas durante la entrevista.
- Es lógico, porque vivimos en este mundo donde lo anecdótico copa las portadas y lo relevante queda en el olvido, gobernados como estamos por un ritmo frenético, a golpe de trending topic, consumiendo información, incluso sin entenderla ni contextualizarla.
- Alberto, no te vengas arriba.
- No me vengo arriba. Intento entender por qué un momento de diez segundos, diez, en el que Casado se emocionó con Banderas se lleva todos los titulares, como si el programa hubiera sido solo ese momento, cuando en realidad fue mucho más.
- ¿Y qué fue exactamente?
Las tres puertas es una apuesta firme por la palabra, por las entrevistas sosegadas en este tiempo tan ruidoso, por la calma en medio de la tempestad. Está hecho a las mil maravillas, con un plató y un estilo diferentes para un periodismo clásico
- Las tres puertas es una apuesta firme por la palabra, por las entrevistas sosegadas en este tiempo tan ruidoso, por la calma en medio de la tempestad. Está hecho a las mil maravillas, con un plató y un estilo diferentes para un periodismo clásico, sin tanta polarización ni tanto bando. Una delicia.
- ¿Pero no dicen que tuvo muy mala audiencia?
- En efecto. Pero eso no es sinónimo de que sea malo. Más bien es justo lo contrario. Ya está bien con esta dictadura del share que padecemos. Quizás deberíamos cambiar nuestra forma de valorar la calidad de los productos televisivos, para empezar a hacerlo de forma inversamente proporcional a las audiencias que cosechan.
- Hoy estás demasiado profundo.
- No es cuestión de profundidad, querida, sino de reflexionar de una vez sobre por qué le damos tanta importancia a lo que dicen los audímetros. Y la cosa es aún más grave en Televisión Española, que es una cadena pública que apenas tiene publicidad y que, por propia definición, no debería guiarse solo por el criterio de la audiencia. Te lo digo, sobre todo, porque ya están atacando al programa de Javier Ruiz, Las claves del siglo XXI, por esta misma cuestión.
- Si la gente no lo ve, desaparecerá de la parrilla. Es así, te pongas como te pongas.
- Ese es el drama. ¿Qué es exactamente eso que llamamos siempre "servicio público" que se reclama a las cadenas públicas? Porque mira, yo he visto el programa de Ruiz en un par de ocasiones. Y lo que he visto es que se planteaban debates serios y abordados con pluralidad de opiniones. Además de la actualidad, esa tan absurda que nos circunda, se abordan temas como la desatención a los mayores o la salud mental, por poner un par de ejemplos. Este último viernes, sin ir más lejos, se hablaba del vodevil de la reforma laboral, como era obligatorio, pero también de algo tan interesante como la abundancia de los discursos de odio en nuestra sociedad. ¿Acaso hablar de ello no es eso un servicio público necesario?
En los dos casos el gran error tiene que ver con las franjas horarias elegidas para emitirlos. Uno es demasiado tarde para los miércoles y el otro no pega un viernes por la noche
- ¿Y de qué sirve el servicio público del que hablas si no engancha a la gente?
- Mira, para empezar podríamos hablar de cómo se mide la audiencia en España. O podríamos continuar comentando si cosas como Sálvame hacen algún bien a la sociedad. Pero no voy a entrar en ese debate. Sí te admito que quizás en los dos casos el gran error tiene que ver con las franjas horarias elegidas para emitirlos. Quizás Las tres puertas se emita demasiado tarde para un miércoles, casi a las once de la noche, cuando ya es casi imposible conquistar audiencias. Y quizás Las claves sea un formato duro que no pega para un viernes por la noche, cuando el espectador tal vez no quiera esos debates.
- Errores de quienes los programan, claro.
- Eso es. Mira, hay multitud de motivos, casi una infinidad, para atacar a Televisión Española por algunas cosas que se hacen fatal en esa casa. Pero sigo pensando que los nuevos programas de Casado y Ruiz son dos buenas ideas. Y sí, son servicio público. Ojalá triunfen.
- Lo tienen complicado.
- Nadie dijo que fuera fácil. Y menos aún en la selva televisiva. Ya hablaremos.
- Adiós.
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