Es uno de los mejores arranques posibles para un discurso: "No aplaudan ahora, esperen a lo que voy a decir, tal vez después nadie aplauda". Lo formuló el filósofo esloveno Slavoj Zizek en la última Feria del Libro de Frankfurt, antes de explicar que condenaba las atrocidades de Hamás pero que le parecía intolerable que se silenciase a las voces palestinas, muy especialmente la decisión "escandalosa" de aplazar la entrega del premio Liberatupreis a la escritora Adania Shibli (para evitar un discurso político incómodo en Alemania). Los abucheos a Zizek fueron rotundos pero también la reacción ante ellos: más de 600 escritores de todo el mundo, incluidos los premios Nobel Annie Ernaux, Abdulrazak Gurnah y Olga Tokarczuk, escribieron una carta pidiendo que revocaran la decisión y se diera espacio a autores que cuestionan el relato oficial de Israel.
¿De qué sirve la libertad de expresión si no puede usarse para disentir? España no se ha librado de este tipo de conflictos, con el ejemplo palmario del columnista Hughes viendo cómo desaparecían tres artículos suyos de la página web de La Gaceta de la Iberosfera. Se trata de tres autodefensas ante unas acusaciones torticeras de "antisemitismo". Resulta triste e incomprensible, ya que su incorporación reciente a ese medio llega tras los problemas que tuvo en ABC, donde le suprimieron un párrafo en un texto contra la Ley de Violencia de Género. ¿Quién siente hoy que tiene libertad total en sus columnas?
Debates incómodos
El profesor de Economía Luis Espinosa Goaded explicó en Twitter, de manera cristalina, la posición liberal clásica en el problema al que nos enfrentamos: "Estoy muy disgustado porque en La Gaceta hayan censurado los artículos de Hughes. Estoy completamente en lo opuesto a esos artículos, que me parecieron malos y provocadores. Y yo soy de los que apoyan a Israel y él llamó 'liberalios'. Pero precisamente puesto que soy liberal y apoyo a la democracia occidental, estoy en contra de la censura. Y me disgusta mucho que un medio que tanto ha publicado contra 'la cultura de la cancelación', caiga en eso. Hubiese preferido que le hubieran dado un espacio a ACOM o Rodríguez Herrera para debatir", tuiteaba. Hubiera sido lo lógico, además en un medio conocido por plantear debates incómodos, que otros rehuyen.
La paradoja de la actual censura es que multiplica la visibilidad de los contenidos que condena
La izquierda más molona de Europa tampoco se libra de la tentación censora. La prestigiosa cabecera británica The Guardian, presuntamente liberal y progresista, despidió al brillante humorista gráfico Steve Bell por una viñeta contra Netanyahu. El problema fue que relacionaron el dibujo con la historia de la "libra de carne" de El mercader de Venecia, obra de teatro que la dirección del diario considera antisemita, aunque los expertos en Shakespeare no han llegado a un acuerdo sobre esto. Bell explicó que hace tiempo que The Guardian le marcaban de cerca, pidiéndole que mandara bocetos de los dibujos para ejercer la censura previa. Ya no se puede confiar ni en el diario más prestigioso (y pijiprogre) de Londres, modelo en muchos sentidos de El País y Eldiario.es.
Una reflexión final: las censuras y cancelaciones actuales son casi siempre impotentes. El discurso de Zizek se multiplicó en YouTube, la viñeta de Steve Bell arrasó en Twitter y las columnas de Hughes se leyeron mucho en El Manifiesto. Esto puede computarse pequeñas victorias. En realidad, que sigan ocurriendo casos así es una buena señal: quizá el periodismo importa más de lo que imaginamos.
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