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Conocer los factores de riesgo de la demencia desde jóvenes es el primer paso para combatirla

Afecta a más de 55 millones de personas en todo el mundo y es la séptima causa principal de defunción global

La demencia es uno de los mayores desafíos para la salud global. Afecta a más de 55 millones de personas en todo el mundo y es la séptima causa principal de defunción global. Representa una carga económica significativa, con un costo estimado de 1,3 billones de dólares en 2019, la mitad de los cuales está asociado al cuidado proporcionado por familiares y cuidadores informales.

Aunque es más común a medida que las personas envejecen, la prevención en la juventud y la adultez temprana es clave para reducir los riesgos a futuro: ¿podemos hacer algo para reducir nuestro riesgo de padecer esta enfermedad?

Según el informe sobre la prevención y el cuidado de la demencia, publicado recientemente por la revista The Lancet, es crucial abordar los factores de riesgo modificables. Este enfoque debe comenzar desde etapas tempranas de la vida, ya que podría prevenir hasta el 40 % de los casos. En otras palabras: sí que podemos actuar para mejorar nuestra salud cerebral.

Factores de riesgo para desarrollar demencia

Uno de los factores más relevantes es el bajo nivel educativo. Las mujeres jóvenes y las comunidades marginadas se enfrentan a mayores barreras para acceder a una educación de calidad. Esto limita su capacidad para desarrollar reservas cognitivas protectoras.

Otro aspecto significativo es la pérdida auditiva, un problema que afecta a mil millones de adultos jóvenes. Esta condición se debe a prácticas de escucha inseguras y a la exposición a ruidos fuertes. Esto podría incrementar el riesgo de demencias, ya sea directamente por los cambios en el cerebro asociados a entornos menos estimulantes o indirectamente a través del impacto del aislamiento social.

Los jóvenes también están expuestos a un riesgo elevado de traumatismos craneoencefálicos, cuyas principales causas son los accidentes de tráfico, la violencia de pareja y las lesiones relacionadas con deportes. Estas lesiones, si son repetitivas, pueden aumentar el riesgo de encefalopatía traumática crónica y otras afecciones cerebrales.

El consumo excesivo de alcohol, que alcanza su punto máximo en esta etapa, y el tabaquismo temprano, asociado a un peor rendimiento cognitivo en la mediana edad, agravan aún más este panorama. Un estudio demostró que el inicio temprano del tabaquismo, a partir de los 18 años, afecta la cognición de forma proporcional a la cantidad consumida.

La hipertensión, que afecta a uno de cada doce adultos jóvenes (de entre 18 y 39 años), está vinculada con anomalías cerebrales que podrían aumentar el riesgo a largo plazo de desarrollar enfermedades relacionadas con la demencia.

De manera similar, la obesidad, que compromete a uno de cada cuatro jóvenes, contribuye al riesgo a través de la inflamación crónica y factores cardiovasculares.

Este último problema está estrechamente relacionado con el aumento del sedentarismo entre las generaciones más jóvenes, que son menos activas físicamente que las anteriores. Actividades como pasar largas horas frente a una pantalla, ya sea por trabajo o entretenimiento, han fomentado este estilo de vida inactivo. Esto no solo afecta al corazón, sino también al cerebro. Según una investigación, llevar una vida sedentaria puede aumentar el riesgo de deterioro cognitivo y enfermedades como el alzhéimer.

A esto se suma la influencia de factores ambientales como la contaminación, que también juega un papel crucial en la salud del cerebro. Un trabajo de 2018 señalaba que la exposición prolongada a la polución del aire durante la adultez temprana no solo afecta la capacidad cognitiva: también provoca cambios patológicos detectables desde esta etapa de la vida.

No menos importante es el impacto de factores psicológicos y sociales. La depresión, que suele manifestarse con mayor frecuencia a principios de los 20 años, y el aislamiento social, que afecta a una de cada cinco personas entre los 25 y 44 años, son riesgos significativos para la salud cerebral. La saturación de las redes sociales intensifica estas problemáticas, alterando las interacciones y las relaciones personales.

La juventud como etapa clave para la prevención

Los adultos jóvenes, de 18 a 39 años, son una población clave pero desatendida en la investigación sobre demencia. A pesar de estar expuestos a múltiples factores de riesgo modificables como la pérdida auditiva, el sedentarismo y la obesidad, la relación entre esas variables y el desarrollo de demencia sigue siendo incierta.

Para abordar estas dudas, un grupo de expertos compuesto por especialistas de quince países desarrolló una serie de recomendaciones. Estas estrategias buscan promover la salud cerebral desde etapas tempranas a través de intervenciones individuales y medidas de políticas públicas.

Incrementar la concienciación es un paso crucial. Los jóvenes suelen desconocer el concepto de salud cerebral y carecen de acceso a información clara y práctica. Programas educativos específicos en escuelas, universidades y lugares de trabajo podrían marcar una diferencia.

También se recomienda integrar mensajes en temas ya relevantes para esta generación, como el cambio climático y el bienestar físico. Las redes sociales, las plataformas de aprendizaje en línea y los influencers son aliados clave para compartir información y ampliar su impacto.

Promoviendo la salud cerebral desde temprano

Es hora de repensar la prevención de la demencia como un esfuerzo que comienza mucho antes de la vejez. Comprender cómo los factores de riesgo y protección afectan la salud cerebral en la juventud es crucial. Esto permitirá identificar intervenciones efectivas y reducir la exposición a los riesgos.

Promover estilos de vida saludables y ejercicio, reducir la exposición a contaminantes, la educación continua y llevar una alimentación equilibrada deben ser una prioridad. Además, integrar la salud cerebral y mental dentro de estrategias más amplias, como el envejecimiento exitoso, puede aumentar su relevancia para las generaciones jóvenes. Invertir en estas acciones hoy fortalecerá la salud cerebral a lo largo de toda la vida y reducirá el impacto de la demencia en el futuro.

Vanesa Perez, Profesora de Facultad de Ciencias de la Salud, Universidad Internacional de Valencia

Este artículo fue publicado originalmente en  The Conversation. Lea el original.

The Conversation

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