Que nieva mucho o poco, obviamente, no es responsabilidad del Gobierno central ni de las comunidades. Pero la forma de gestionar el caos que la meteorología genera en carreteras, red ferroviaria y suministros sí son competencia de las administraciones públicas. Y en España, especialmente en el sur de la península, hay una ecuación que se cumple siempre gobierne quien gobierne: si nieva más de lo previsto, el caos de apodera del transporte.
Cada invierno, especialmente entre la segunda y tercera semana de enero, las excusas que argumenta cada responsable de Fomento y de las comunidades es la prácticamente misma. Por ejemplo, en 2009 la entonces ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, puso el punto de mira en la falta de previsión sobre Aemet, la agencia de meteorología española, y se escudó en la falta de alerta: "Les invito a que miren las previsiones que ofrecieron ayer las televisiones", dijo la socialista. Esta semana, su homólogo popular, Íñigo de la Serna, ha sido más solemne y ha calificado de "carácter histórico" la nevada para justificar el caos que ha dejado atrapados a cientos de vehículos y pasajeros en los trenes bloqueados. Pero, la realidad es otra. Sin quitar importancia a la ola de frío, que es como se denomina científicamente a estos episodios, España no está preparada para paliar los efectos de los temporales. La hemeroteca está llena de ejemplos de ello: colapso en los accesos a Madrid o Barcelona, decenas de personas atrapadas en la A1 entre Vitoria y Burgos, bloqueo de la A3 esta semana...
Dispositivos invernales
Es lógico que las comunidades del norte estén más preparadas por la regularidad con la que se encuentran ante estos eventos invernales, pero es difícil de entender que aun cuando la previsión de temporal pulula por las agencias y los informativos hace días, no hay retenes suficientes de vehículos con salmuera y quitanieves que impidan que la nieve cuaje en un primer momento, o que se acumule hasta el medio metro que el ministro De la Serna utilizaba como argumento.
Cuando se viaja, por ejemplo, por carreteras del País Vasco en invierno, se ven los dispositivos invernales con retenes de vehículos preparados que abren continuamente camino en la red principal. Con nevadas de más de 50 centímetros, rara es la ocasión en que estas vías se cierran. Es por lo tanto una cuestión de medios que no debería pillar a las administraciones desprevenidas en la red principal.
Camiones detenidos
Uno de los principales problemas que corta muchas calzadas es el cruce de vehículos pesados. Pero también esto tiene una solución, que no requiere de inversión sino de previsión, en las latitudes donde la nieve es familiar: en cuanto se pone en marcha una fase del dispositivo invernal se prohíbe la circulación de camiones.
Esta medida, que ya se toma en algunas comunidades autónomas, garantiza la seguridad del resto de viajeros -un vehículo pesado descontrolado es un riesgo tremendo para el resto del tránsito- y que se queden cruzados en la carretera y corten el paso al resto de vehículos.
Mantenimiento de carreteras
Pero, además de las medidas preventivas y de la disposición de material y maquinaria para organizar un dispositivo invernal eficaz, también juega un papel importante el mantenimiento de las carreteras. Desde el estallido de la crisis, una de las partidas que más recortes ha sufrido es la correspondiente a la conservación de la red viaria. A pesar de que fuentes del sector insisten en que cada euro invertido en conservación supone un ahorro de cinco euros a los diez años por el coste que supondría arreglar los desperfectos causados por el mal mantenimiento.
Pero en España, según denuncia la Asociación Española de Carreteras, hay un déficit de 6.700 millones de euros en la conservación de carreteras, lo que explica que el estado de la red viaria sea defectuosa y, por lo tanto, la conducción en días de condiciones adversas se complique y facilite los embotellamientos.
Imprevistos incontrolables
Obviamente, la nieves, la lluvia y el viento no son controlables y muchas de sus consecuencias son absolutamente inevitables. No es culpa de nadie que el tráfico se ralentice o que la red secundaria se cierre. O que, como consecuencia del temporal, la red eléctrica se corte o las torres de alta tensión se desplomen sobe el asfalto. Esto último, que ha sucedido en el último episodio, es lo que en parte ha provocado que muchos trenes hayan sufrido cortes y que varias localidades se hayan quedado sin luz.
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