Un certero disparo en el corazón acabó el 1 de marzo de 1984 en Hendaya con la vida de Jean Pierre Leiba, un trabajador de la empresa ferroviaria gala Transfesa al que confundieron con un militante de ETA. El autor, un joven de entonces 24 años, Daniel Fernández Aceña, que sería detenido instantes después junto a su cómplice, Mariano Moraleda Muñoz. Ambos serían juzgados y condenados al año siguiente por la Audiencia Nacional a una pena de 29 años y 10 meses de reclusión, en un fallo que consideró por primera vez organización terrorista a los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL), que habían surgido un año antes para combatir a ETA con sus propias armas.
Aceña contaría años después, en una de sus comparecencias ante el juez Baltasar Garzón, que fue captado en 1983 por un empresario guipuzcoano para que facilitara información sobre los miembros de la organización terrorista que vivían en Francia y, posteriormente, participara en algún atentado. Se trataba de golpear a ETA en el país vecino, donde por entonces gozaba de libertad de movimientos, con asesinatos o secuestros que sembraran el miedo en sus filas. El asesinato de Leiba fue su bautismo de sangre.
Txema Montero: Le conocí en 1988, cuando cumplía condena, y me pareció un hombre ideologizado, un fascista convencido
“Yo le conocí en 1988, cuando cumplía condena por el asesinato de Leiba (el Tribunal Supremo confirmó ese año su condena) –cuenta el abogado Txema Montero-. Recibí una carta suya pidiéndome que le visitara en la cárcel de Zamora porque tenía que contarme algo interesante sobre el asesinato de Santiago Brouard (dirigente de Herri Batasuna asesinado por los GAL en noviembre de 1984, a cuya familia representaba el letrado). Tras hablar con él tuve una sensación ambivalente. Por un lado, tenía el testimonio de un miembro de los GAL condenado en firme por un asesinato, pero al mismo tiempo se mostraba como un iluminado, un megalómano que se daba mucha importancia. Me pareció un hombre ideologizado, un fascista convencido, y mi impresión es que tocaba una verdad contada de oídas. Me pidió que hablara con el fiscal jefe de Bilbao o con el Fiscal General del Estado para ver si le podían gestionar un indulto a cambio de su colaboración”. Nada de ello ocurrió.
Aceña fue clasificado en tercer grado en julio de 1996, tras doce años de reclusión, accedió a la libertad condicional en octubre de ese mismo año y consiguió la libertad definitiva en febrero de 2004. Dos años después contactó con él Laura Martín, cuyo marido, Juan Carlos García Goena, trabajador también de Transfesa, como Leiba, y como él sin ninguna relación con ETA, había sido asesinado por los GAL en 1987, en el que constituyó el último atentado de este grupo terrorista.
“Hablé por primera vez con Aceña el 16 de marzo de 2006 –relata ahora Laura Martín-. Llamé a su padre y le dije que era una antigua amiga de Irún que tenía muchas ganas de conversar con él. Le convencí y me facilitó su teléfono. Fui así como conseguí contactarle. Cuando le dije quién era me contestó que no tenía nada que hablar conmigo y me colgó. Estuve mandándole mensajes pidiéndole que me ayudara, pero siempre me decía que no había llegado el momento, aunque me dijo que sabía quién mató a mi marido. En ese momento ya estaba en libertad y creo que trabajaba en un gimnasio. Seguí llamándole en los aniversarios del asesinato de Juan Carlos. Yo le decía que tenía que contar a mis hijos la verdad de lo ocurrido, pero él contestaba siempre que no había llegado el momento y que también él tenía familia. Mi impresión es que sabe algo sobre el asesinato de Juan Carlos, y por eso mi abogado va a pedir que declare en la causa ahora que ha sido detenido de nuevo”. El procedimiento por el asesinato de García Goena se archivó en 2001, se volvió abrir y cerrar en 2011, y desde febrero de este año el juez ha ordenado de nuevo su reapertura.
Laura Martín, viuda de Juan Carlos García Goena, asesinado por los GAL: Me dijo que sabía quién había matado a mi marido
La vida que Aceña llevó desde su salida de prisión es una incógnita que ahora intentan desentrañar los agentes del Servicio de Información de la Guardia Civil (SIGC) que le han detenido esta semana cuando planeaba inmolarse en un autobús en Segovia tras abrazar la fe yihadista. “La cuestión es saber qué ha sido de este hombre durante todos los años que han pasado desde que salió de prisión –continúa Txema Montero-. Muchos de los que militaron en los GAL acabaron en el narcotráfico, en el lumpen, y llama la atención que en su caso su salida haya sido el yihadismo”.
Proceso de radicalización.
“Tenemos lagunas sobre su proceso de radicalización, pero podemos afirmar que se ha producido a lo largo de los últimos años y no de forma rápida, como estamos viendo que ocurre en los casos de la mayoría de los detenidos –dice una fuente del SIGC-. Creemos que su conversión al islam radical se produce entre 2005 y 2013 por los testimonios recogidos, pero desconocemos si tuvo un primer contacto durante su permanencia en prisión, donde se dan casos de captación. Tenemos dudas porque lo razonable es que si hubiese sido así los funcionarios de instituciones penitenciarias lo habrían detectado por su comportamiento”.
Fue condenado en 2013 por malos tratos a su compañera sentimental
De lo poco que se conoce del interregno que va desde su salida de prisión a su reciente detención es que mantuvo una relación sentimental con una mujer que lo denunció en 2013 por malos tratos, lo que le supuso una condena de 160 días de trabajos sociales en un centro de salud mental de Segovia, donde se prodigó en alegatos extremistas. En aquella ocasión la Policía intervino en su domicilio dos armas de fogueo, dos pistolas eléctricas taser y cinco armas más de aire comprimido. Fue precisamente en el citado centro donde Aceña comenzó a mostrar imágenes y vídeos de corte yihadista que exponía desde su teléfono móvil.
“Su conversión al islam queda manifiesta como consecuencia de abandonar su vida anterior de pecado occidental y adaptarse a un modo de vida más acorde con la interpretación rigorista del islam, llegando incluso a repudiar a las mujeres occidentales, al no seguir su misma interpretación radical”, recoge el auto de la magistrada Carmen Lamela, titular del Juzgado Central de Instrucción número 3 de la Audiencia Nacional, que el pasado día 15 ordenó su ingreso en la prisión de Soto del Real, desde la que comenzará su periplo por otros centros penitenciarios nacionales al estar clasificado como preso FIES (Fichero de Internos de Especial Seguimiento).
Considerado un hombre asocial por los investigadores, conservaba el contacto con otros militantes de los GAL
También se desconoce si desde su anterior salida de prisión había desarrollado algún trabajo, aunque los investigadores han conseguido reconstruir que dispuso de una oficina en la que hizo colgar una imagen de Bin Laden. “Su conducta desde que salió de prisión ha sido muy asocial, se relacionaba con muy poca gente, lo que hace muy complicado reconstruir su vida, pero sí sabemos que mantenía trato con varios ex miembros del GAL a los que había conocido años atrás”.
De la austeridad de su vida da cuenta que vivía gracias a una pequeña prestación económica que le permitía vivir desde hacía tres o cuatro meses en Segovia, en una habitación alquilada en un piso compartido en la calle de la Plata, del barrio de Santa Eulalia, con dos ciudadanos marroquíes sin ninguna relación con el yihadismo. Con anterioridad había pasado largas temporadas en otra vivienda de Valsaín, en La Granja de San Ildefonso, en compañía de Tomás Cerezo, un toxicómano con antecedentes por delincuencia común al que la Guardia Civil detuvo también en la misma operación por la posesión de 3.851 gramos de MDMA, una cantidad que excede notablemente la cantidad que puede ser destinada al autoconsumo. En el registro de esta vivienda los agentes incautaron una ballesta.
“Se pasaba la mayor parte del día encerrado en su habitación, con poquísimos enseres, y su actividad se limitaba a dar algún paseo y a navegar por Internet con su teléfono móvil, porque no tenía ordenador –señalan fuentes de la investigación consultadas por Vozpópuli-. Su interés se focalizaba en torno a algunas organizaciones del movimiento pro palestino, y a raíz del conflicto sirio de manera creciente hacia el Estado Islámico. Tenía todo perfectamente ordenado en carpetas con videos de atentados y decapitaciones, material muy cruento, además de numerosos escritos sobre el martirio y la vida después de la muerte”.
Contactos en el exterior.
Su vida espartana no le había impedido viajar a Afganistán, Palestina, Israel y, posiblemente, también a Siria, aunque los investigadores no han podido confirmar este extremo. “Hace un año que empezamos a prestarle atención –cuentan los investigadores-. Su caso nos ha sorprendido mucho. Los conversos son para nosotros los más peligrosos porque pasan más desapercibidos, conocen nuestra cultura y su proceso de transformación suele venir precedido de una ruptura emocional”.
El siguiente paso es descubrir si disponía de contactos en el exterior que le hubiesen facilitado sus viajes a las citadas zonas de conflicto o que, incluso, pudiese estar integrado en alguna organización concreta, un extremo que los investigadores aún no han podido confirmar. Una sospecha que se deduce de una de las conversaciones telefónicas intervenidas en las que el propio Aceña alude a haber realizado “cosas” para organizaciones en diferentes países extranjeros, y que había tenido que pegar “algún tiro”. En la misma conversación el exGAL señala a su interlocutor que él está sujeto a donde le manden, indicando que había estado viviendo algún tiempo en Afganistán y que tenía vetada la entrada en Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, Nueva Zelanda, Australia y Francia.
A expensas de verificar algunos de estos extremos, los expertos del SIGC consultados creen que Daniel Fernández Aceña presenta el perfil de un “lobo solitario”, un hombre dispuesto a inmolarse sin ningún plan prefijado por nadie y sin más participación que la suya propia, como quedaría de manifiesto por los comentarios volcados en Internet, en los que desprecia la vida y muestra su disposición a perpetrar un atentado porque no quería “morir en la cama”. “Tenemos lagunas importantes sobre su proceso de radicalización, pero también la certeza de que tenía intención de actuar, lo que ha motivado su detención”, concluyen los agentes del SIGC.
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