Jacobo Ortega es un claro ejemplo de que los negocios en familia a veces tienen más peligro que una piscina repleta de pirañas. La Fiscalía de Anticorrupción le pide cinco años de cárcel por haberle hecho caso a su hermano, Guillermo Ortega, exalcalde de Majadahonda, y haber figurado durante un puñado de meses al frente de dos empresas de nombre imposibles y movimientos más que oscuros. Imputado en 2014 por su relación con Sundry Advices SL y Alcancia Corporate 02 SL, dos mercantiles con las que su familiar jugaba a inversor inmobiliario y evasor de capitales, Jacobo ha relatado un relación fraternal con el exregidor y otros miembros del núcleo familiar que más bien parecía un consejo de Administración. Está claro cuál debe ser el tema de conversación en la cena de Nochebuena el tema de los Ortega.
El inicio de la declaración de este presunto testaferro familiar ha permitido conocer también la facilitad que tenía el PP para colocar a sus afiliados en puestos de confianza de aquellas administraciones en las que gobernaba. Jacobo Ortega ha detallado que fue, precisamente, su adscricción política la que le permitió codearse con cargos públicos que le iban dando puestos aquí y allá. Empezó en el Ayuntamiento de Madrid como asesor de un concejal del equipo de José María Álvarez del Manzano y, tras el relevo de éste por Alberto Ruiz Gallardón, pasó a ocupar un cargo similar en el Consistorio de Pozuelo de Alarcón, con Jesús Sepúlveda, uno de sus compañeros de banquillo. El motivo de esa facilitad para encontrar empleo era muy sencilla: "Soy afiliado del PP y colaboraba con el partido", lo que le permitía "tener trato con los concejales". Con esas credenciales se saltaba las colas del INEM.
Masajes terapéutico
Y entre cargo y cargo, empresas. Jacobo Ortega ha reconocido que figuró como administrador y propietario de dos empresas implicadas en la trama, Sundry Advices y Alcancia Corporate, aunque siempre por indicaciòn de su hermano Guillermo, verdadero titular de las mismas y que no quería que los vecinos de Majadahonda pensaran que su alcade se dedicaba más a los negocios que a su cargo público. "Yo me fío de mi hermano... en aquel momento", ha asegurado al tribunal en su intento de mostrarse como 'testaferro' involuntario. De hecho, se esforzó en mostrarse como alguien que "no tiene mucha idea de empresas" y que, de hecho, ni se dio cuenta que en realidad, quien le vendía las empresas no era su hermano sino otras mercantiles asentadas en paraísos fiscales. Lo único que sabía es que una de ellas, Sundry Advices, era la titular de un "salón de masajes terapéuticos" asentado en Majadahonda.
Tanta despreocupación mostró Jacobo Ortega que ha dicho que ni se preocupó por las cuentas ni por las operaciones inmobiliarias que se hicieron a través de ellas. Al fin y a cabo, recalcó en varias ocasiones que él ni había pagado por comprar las acciones ni cobró por ellas cuando las vendío. "Siempre he ido de la mano de mi hermano", dijo, incluido al notario para formalizar los trámites legales. Jacobo Ortega insistió una vez que él sólo quería dichas empresas, y otra que creó con otros dos hermanos, para poder desgravarse billetes de avión si montaba algún viaje, pero no para especular, y que de algunos movimientos de dinero que recibieron sus cuentas asegeruó que "no tenia ni idea. Me acabo de enterar ahora mismo". Tras su imputación de 2014 y el fiasco de un negocio de reparación de coches que montó con el exalcalde de Majadahonda en Cádiz, aseguró que salió "tarifando" con Guillermo Ortega. Está claro que para la próxima cena de Navidad de la familia sería recomendable que no hubiera cuchillos afilados.
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