Entrar en la laguna Venecia en un crucero proveniente del Adriático superando el puerto del "lido" (una alargada isla de 12 kilómetros), adentrarse en el "bacino" (cuenca) de San Marco y recorrer el canal de la Giudecca observando el centro histórico de la isla hasta atracar en la estación marítima es una experiencia inolvidable.
Los datos del Terminal de Pasajeros de Venecia prevén que en 2017 un millón y medio de turistas de más de 450 cruceros disfrutarán de esta experiencia, en una temporada que comienza en abril y que tiene su punto álgido a partir de julio, cuando atracarán cada mes más de 70 cruceros de media.
Pero una cosa es disfrutar de la ciudad de forma momentánea y otra convivir diariamente con la masiva llegada de turistas, hasta 25 millones anuales si se cuentan los que llegan y se van el mismo día, que son más de 15 millones, en un centro histórico que tiene 63.076 habitantes según el censo del ayuntamiento de 2016.
"Es una presión que no podemos soportar", se lamenta a Efe Marco Gasparinetti, representante de la asociación "25 Aprile", una de las que pone voz a los venecianos que ven cómo los cruceros que entran en la laguna conllevan una serie de inconvenientes ambientales y económicos que amenazan con destruirla.
La única civilización que vive en el agua
Porque son embarcaciones que pueden llegar a medir hasta 270 metros de largo, 60 de alto, 35 de ancho, pasar las 100.000 toneladas de peso y que se acercan a las orillas de la ciudad en lo que se conoce como un "rozamiento molesto", testimoniadas por algunos angustiantes vídeos tomados en los últimos años.
Además, la Agencia Regional para la Protección Ambiental redacta regularmente distintos informes sobre la contaminación del aire, que aumenta según lo hace el tonelaje de las embarcaciones, la contaminación acústica que estas provocan o las hélices que mueven una masa de sedimentos que no se puede reconstituir.
"Nosotros somos la única civilización que todavía vive en el agua: quien quiere verse con su madre, va en barco; cuando estamos enfermos necesitamos un barco que nos lleve al hospital; la basura se recoge con los barcos, los muertos también... Esto es Venecia", resume Gasparinetti el uso de la laguna.
En marzo de 2012, dos meses después del mediático naufragio del "Costa Concordia" frente a la costa italiana que dejó 32 muertos, el decreto Clini-Passera se propuso prohibir el tránsito de embarcaciones de más 40.000 toneladas por la cuenca de San Marco, pero hasta hoy el denominado "Comitatone" italiano todavía no ha elegido la vía alternativa.
El Comitatone (creado en 1984 para la salvaguardia de Venecia) está compuesto por el primer ministro italiano, los de Infraestructuras y Transportes, Bienes Culturales y Ambientales y de la Instrucción, además del presidente de la Junta Regional del Véneto y los alcaldes de Venecia y Chioggia.
En estos más de cinco años el ayuntamiento de Venecia ha reunido varias propuestas que los medios locales han ido recogiendo al principio con interés pero cada vez con más suspicacia porque ninguno es finalmente aprobado: desde una entrada en la laguna al sur del "lido" hasta la excavación de nuevos canales.
Todos estos proyectos han sido desestimados "por motivos científicos u otros", explica la Autoridad Portuaria a Efe, que mantiene en secreto el último proyecto y solo quiere confirmar que se trata de volver a excavar el canal ya existente Vittorio Emanuele, algo aceptado incluso por la Unesco.
Porque esta agencia de Naciones Unidas avisó hace un año a Venecia de que si no solucionaba el impacto negativo de los cruceros y el turismo masivo podía pasar a la ominosa lista de Patrimonios de la Humanidad en riesgo, pero ha decidido dar una prórroga hasta 2019 gracias a "las nuevas medidas" de las autoridades locales.
Sin embargo, este proyecto no es válido para las asociaciones ambientalistas de Venecia porque abrir el canal Vittorio Emanuele provocaría que las embarcaciones realizaran un recorrido por la laguna de unos 20 kilómetros, casi 15 más largo del actual, que haría aumentar la emisión de elementos contaminantes.
Además, el canal debería ser duplicado en profundidad y anchura, lo que provocaría la erosión del fondo marino y la extracción de 7 millones de metros cúbicos de un fango contaminado por la cercanía con Porto Marghera, un área industrial que en 2014 contaba con unas 1.000 empresas de sectores industriales.
También Francesca Barbini, responsable de la delegación de Venecia del Fondo Ambiental Italiano (FAI), explica a Efe el riesgo del fango, que iría a parar a las conocidos como "casse colmate", islas artificiales creadas en los años 60 para albergar los residuos provenientes de los nuevos canales industriales creados entonces.
"La solución del canal que van a proponer es peor que lo que tenemos hoy", concluye Gasparinetti, porque con esta excavación, aunque se evitaría que las naves pasaran por la cuenca de San Marco, llegarían igualmente a una estación marítima que las asociaciones creen demasiado cercana a las casas.
El pasado 2 de julio, coincidiendo con el comité anual de la Unesco, unas mil personas de unas 30 asociaciones marcharon por la ciudad para "retomar el derecho de vivir en Venecia" y protestar contra la postura de la organización de las Naciones Unidas de no tomar una decisión sobre la ciudad hasta 2019.
Una solución alternativa es la que propone el comité "No Grandes Naves", que el pasado 18 de junio organizó un referéndum popular que consiguió el "sí" del 98,7% de los votantes a la pregunta "¿Quieren que los barcos se vayan de la laguna y que no sean efectuadas nuevas excavaciones en el interior de la misma laguna?".
Venecia, frágil y delicada
Votaron casi 18.000 personas (el 80 % venecianos) en un referéndum que no tiene vinculación oficial pero cuyo resultado se pretende presentar al gobierno italiano "para hacer saber qué piensan los venecianos", que no es otra cosa que los cruceros directamente no entren en la laguna.
"Esta ha sido una demostración de que podemos retomar un bien común que nos ha sido robado", manifestó tras su recuento de votos el comité, nacido en 2012 y que se encuentra en las antípodas de lo que expone el alcalde de la ciudad, Luigi Brugnaro, que habla de "operación política y mentirosa".
Pero los cruceros que siguen pasando por el canal de la Giudecca no son más que una parte del problema, porque del millón y medio de turistas anuales que bajan de las naves, la mayoría de ellos visita Venecia en la misma jornada, sin pernoctar, lo que provoca que económica y culturalmente tengan muy poca incidencia en la ciudad.
"¿Qué pueden hacer los cruceristas en Venecia en tres horas?", se pregunta retóricamente Gasparinetti antes de responderse que "comprar baratijas y dejar basura", y es que "con este tipo de turismo todas las cosas acaban en el agua", explica para ilustrar el problema de los turistas de paso.
El FAI también duda de que las ganancias económicas que genera el "flujo turístico incontrolado y masivo" aporte beneficios para el colectivo de la ciudad y no solo para unos pocos, ya que "el transporte público, por ejemplo, ha sufrido unos recortes grandísimos en los últimos años", se refiere Barbini.
Para que el turismo de Venecia sea respetuoso y sostenible (una de las peticiones de la Unesco que ha caído en el olvido, recuerda Gasparinetti) se tendrían que hacer cambios profundos como el que propone Jane Da Mosto, directora de la organización "We Are Here Venice", que plantea soluciones a los problemas de la ciudad.
"Promover negocios donde se hagan objetos que cuesten cinco euros en vez de uno pero que estén hechos a mano por las personas que viven y trabajan en Venecia y que aman hacer el "merletto" (encajes) de Venecia o el cristal de Murano", enumera a Efe Da Mosto, que cree que el actual tipo de turismo no da nada a la ciudad.
"Venecia es frágil y delicada", la describe, algo con lo que coinciden Roberta Bartoloni, Gianna Fabbri, Franco Migliorini y Giuseppe Tattara, cuatro residentes en la ciudad y licenciados en economía política y arquitectura que presentaron el pasado 5 de abril a una asamblea de la municipalidad de Venecia el documento "Gobernar el turismo, organizar la ciudad".
Por una ciudad habitable con un turismo sostenible
En él se exponen los distintos problemas que sufre la ciudad debido al turismo y propuestas para conseguir "una ciudad habitable con un turismo sostenible" porque consideran que las fuerzas políticas que gobiernan el territorio están "faltas de ideas".
"Capaces, como mucho, de emprender iniciativas modestas y marginales", como el "cuenta personas" en las áreas de mayor acceso a turístico a la ciudad que fue anunciado el pasado abril.
El estudio afirma que los cruceristas que no pernoctan en la ciudad gastan una media de 69,5 euros al día y que, por tanto, "no dibujan un segmento particularmente rico del turismo" sino que "generan menos pernoctación en el centro histórico (...) que los turistas que se sirven de otros medios de transporte".
Tattara, profesor jubilado de la Universidad Ca'Foscari de Venecia, habla del "problema del polizón": los que disfrutan de un servicio pero no pagan por él, como los turistas de un día o aquellos que aprovechan los precios más económicos de los alojamientos de fuera del centro histórico y que dificultan un turismo sostenible.
"Este tipo de turista está interesado en lugares de visita rápida, en adquirir cualquier objeto sin tener que dedicar mucho tiempo a la elección, y esto conduce irremediablemente al deterioro del lugar", se explica en el documento.
Se afirma además que la recepción diurna de personas en el centro histórico "hace saltar los niveles aceptables de aglomeración (...) de las áreas monumentales más delicadas" porque hay unas 50.000 camas y, en cambio, más de 60.000 personas que residen en el centro histórico, a las que hay que sumar turistas y estudiantes.
También existe un problema con los "pendolari", hasta 4.000 personas que han huido del centro de la ciudad y que viajan diariamente allí solo para trabajar, algo que afecta a la calidad de vida porque "se pierde la relación directa entre ciudadanos y trabajador, algo que confiere identidad al centro urbano".
Esta falta de espacio y consiguiente subida del precio de la vivienda provoca, junto a la pérdida de transporte público señalada anteriormente, que el centro histórico de Venecia esté en continua pérdida de habitantes, unos mil de media cada año.
Barbini resumen la situación afirmando que "la defensa de la laguna se pone en segundo plano respecto a la defensa de los intereses de los actores comerciales, portuarios y políticos", mientras que Gasparinetti se lamenta de que se trate al turista "como una vaca a la que solo se quiere ordeñar".
"Venecia merece dignidad, el turismo merece dignidad", afirma mientras recuerda que el carácter mediterráneo "siempre ha acogido a los huéspedes" pero que con el actual sistema turístico de la ciudad eso es algo imposible.
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