Naciones Unidas ha lamentado este miércoles que "el medio ambiente sigue siendo la víctima silenciosa de los conflictos armados en todo el mundo", a pesar de la protección medioambiental que ofrecen varios instrumentos legales.
Así lo aseguró el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) en un comunicado coincidiendo con el Día para la Prevención de la Explotación del Medio Ambiente en la Guerra y los Conflictos Armados, que se celebra cada 6 de noviembre después de que así lo aprobara la Asamblea General de la ONU en 2001.
La preocupación pública sobre los efectos medioambientales de los conflictos bélicos alcanzó su punto máximo durante la Guerra de Vietnam, donde el uso del herbicida tóxico Agente Naranja y la deforestación masiva resultante y la contaminación química que causó provocaron una protesta internacional que condujo a la creación de dos nuevos instrumentos legales internacionales.
La Convención sobre la Prohibición de utilizar técnicas de modificación ambiental con fines militares u otros fines hostiles fue adoptado en 1976 para prohibir el uso de técnicas de cambio ambiental como medio de guerra.
La Convención de Modificación Ambiental fue adoptada en 1976 para prohibir el uso de técnicas de modificación ambiental como medio de guerra. El Protocolo I, una enmienda a los Convenios de Ginebra adoptada en 1977, incluyó dos artículos que prohíben que la guerra pueda causar "daños generalizados, a largo plazo y graves al medio ambiente natural".
Sin embargo, estos instrumentos se pusieron en tela de juicio durante la Guerra del Golfo de 1990-1991. La extensa contaminación causada por la destrucción intencionada de más de 600 pozos petroleros en Kuwait por el ejército iraquí en retirada y las reclamaciones posteriores de 85.000 millones de dólares (unos 76.700 millones de euros) en daños ambientales llevaron a nuevas llamadas para fortalecer la protección legal del medio ambiente durante los conflictos armados.
12.000 y 15.000 toneladas de fueloil fueron liberadas al mar Mediterráneo
Ha habido otros casos de conflictos armados que han seguido causando daños significativos al medio ambiente, directa, indirectamente y como resultado de la falta de gobernanza y el colapso institucional. Por ejemplo, decenas de sitios industriales fueron bombardeados durante el conflicto de Kosovo en 1999, lo que condujo a la contaminación química tóxica en varios puntos críticos (como Pancevo, Kragujevac, Novi Sad y Bor) y despertó la alarma sobre la posible contaminación del río Danubio. Y entre 12.000 y 15.000 toneladas de fueloil fueron liberadas al mar Mediterráneo tras el bombardeo de la central eléctrica de Jiyeh durante el conflicto entre Israel y el Líbano en 2006.
Más recientemente, el conflicto armado en Iraq que comenzó en junio de 2014 y terminó con la captura de las últimas áreas controladas por el grupo terrorista Daesh (también denominado Estado Islámico o ISIS) y la retirada de los militantes de esta organización en 2017, dejó una profunda huella ambiental a su paso. Cuando estos se retiraron, prendieron fuego a los pozos de petróleo, lo que provocó la liberación en el aire de una mezcla tóxica de dióxido de azufre, dióxido de nitrógeno, monóxido de carbono, hidrocarburos aromáticos policíclicos, partículas y metales como níquel, vanadio y plomo.
A pesar de estos desafíos, el Pnuma ha estado trabajando con varios de sus Estados miembro y otros socios para fortalecer la protección del medio ambiente antes, durante y después del conflicto armado.
El conflicto en Iraq
"Desde principios de 2018, el Gobierno iraquí y el Pnuma se asociaron para crear un equipo interministerial capaz de abordar la contaminación del conflicto. La iniciativa también está destinada a fortalecer la capacidad del gobierno para responder a futuras emergencias ambientales que puedan resultar de ataques contra instalaciones críticas, en particular el sector petrolero en auge de Iraq", apuntó Hassan Partow, gerente del Programa de País del Pnuma para Iraq.
El pasado mes de septiembre, el Pnuma, en colaboración con la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Iraq, organizó un taller sobre remediación de derrames de petróleo, y esta agencia de la ONU ayuda a los ministerios de Petróleo y Medio Ambiente a probar técnicas de limpieza biológica rentables.
"La protección del medio ambiente antes, durante y después del conflicto armado debe alcanzar el mismo nivel de importancia política que la protección de los derechos humanos. Un ambiente saludable es la base sobre la cual se logran la paz y muchos derechos humanos", subrayó David Jensen, jefe de Construcción de Paz Ambiental del Pnuma.
Recursos naturales
Desde 1999, el Pnuma ha llevado a cabo más de 25 evaluaciones posteriores al conflicto utilizando la ciencia más avanzada para determinar los impactos ambientales de la guerra. Desde Kosovo hasta Afganistán, Sudán y la Franja de Gaza, esta agencia de Naciones Unidas ha establecido que el conflicto armado causa un daño significativo al medio ambiente y a las comunidades que dependen de los recursos naturales.
No en vano, afirma que al menos cuatro de cada 10 conflictos internos en países registrados en los últimos 60 años han tenido relación con la explotación de los recursos naturales, tanto por su valor, como la madera, los diamantes, el oro, los minerales o el petróleo, como por su escasez, como la tierra fértil y el agua.
El medio ambiente ha sido con frecuencia la víctima olvidada
En un mensaje con motivo del Día para la Prevención de la Explotación del Medio Ambiente en la Guerra y los Conflictos Armados, la ONU señala que "la humanidad siempre ha contado sus víctimas de guerra en términos de muertos y heridos, de ciudades destruidas, de medios de vida arruinados", y añade que, "sin embargo, el medio ambiente ha sido con frecuencia la víctima olvidada".
"Pozos de agua contaminados, cultivos quemados, bosques talados, suelos envenenados y animales sacrificados, todo se ha dado por válido para obtener una ventaja militar", apunta, antes de subrayar que el riesgo de recaída de este tipo de conflicto por los recursos naturales se duplica con respecto a otros casos.
Naciones Unidas considera primordial garantizar que la preservación del medio ambiente forme parte de las estrategias para la prevención de conflictos y para el mantenimiento de la paz y su consolidación porque, según recalca, "no puede haber paz duradera si los recursos naturales que sostienen los medios de subsistencia y los ecosistemas son destruidos".
"Los factores ambientales rara vez son, si es que alguna vez, la única causa de conflicto violento. Sin embargo, la explotación de los recursos naturales y las tensiones ambientales relacionadas pueden estar implicados en todas las fases del ciclo del conflicto, desde contribuir al estallido y la perpetuación de la violencia hasta socavar las perspectivas de paz", recalca el director ejecutivo del Pnuma, Erik Solheim, quien añade: "El acceso y el flujo de agua, la degradación de la tierra, las inundaciones y la contaminación, además de la competencia por los recursos extractivos, pueden exacerbar directamente las tensiones y provocar la erupción de conflictos, como es el caso de los problemas de agotamiento de los recursos, como la deforestación, la erosión del suelo y la desertificación".
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