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La difícil situación de los homosexuales en China

Rechazados por la tradicional sociedad e ignorados por sus dirigentes que no escuchan sus reclamos, así es como se sienten millones de miembros de la comunidad LGBT en China, donde el Gobierno adopta una actitud de indiferencia como método de lucha contra su normalización.

Es mediodía en el puerto de la ciudad de Shanghái y acaba de atracar un crucero lleno de familias. La mayoría son jóvenes y adolescentes, acompañados de sus madres, que llegan cargados de bolsas desde la ciudad de Sasebo (Japón), donde pudieron disfrutar de una pasión generalizada en China: las compras.

Ropas sencillas, caras limpias y rostros serenos. Nada hace sospechar que unas pocas horas antes, en alta mar, Xu Kaixing llevaba pintada una bandera arcoíris en el rostro, Claire Jieli Yang jugaba emocionada a juegos pícaros de adolescencia en un corro de mujeres y Crystal Yao llevaba puesto un 'hanfu', la vestimenta tradicional china, para dar un 'sí quiero' simbólico a su pareja hace siete años, Aries Liu, quien hoy luce barba pero hace unos años tenía todavía pechos en su torso.

"Aquí, ellos se sienten libres. No es como en la realidad que se tienen que enfrentar a sus familiares, a sus amigos o a sus compañeros de trabajo, aquí pueden confiar en todo el mundo", cuenta a Efe Ah Qiang, director ejecutivo de la ONG Pflag China, a bordo del crucero donde se ha celebrado la décima asamblea de esta organización no gubernamental defensora de la comunidad LGBT (lesbianas, gais, bisexuales y transexuales).

Durante cuatro días, el crucero ha hecho un viaje de ida y vuelta a Shanghái con unas 800 personas a bordo, miembros de esta comunidad y sus familias, quienes pudieron disfrutar de la libertad de proclamar su condición sexual, alejados de la sociedad que en tierra los cohíbe.

Se celebraron, además, las bodas simbólicas de seis parejas gais, una de lesbianas, y dos transgénero, en la que, según Qiang, fue “la primera ceremonia múltiple celebrada en China entre parejas LGTB”. Según indica, en ellas reinó la felicidad y la fiesta se celebró sobre las aguas del Mar de la China oriental, un país en el que las tradiciones familiares siguen rigiendo fuertemente.

Pese a que, desde hace dos décadas, ser homosexual en China no es un delito, a día de hoy todavía sigue siendo visto por muchos como una enfermedad, un estigma que hace que la mayoría viva su sexualidad en silencio. "La mayoría están todavía en el armario. Se casan con heterosexuales para pretender que lo son", apunta Qiang.

Según una encuesta realizada en 2016 a 30.000 personas LGBT por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), solo un 5 % de ellos lo cuenta en su entorno. "Muchos de los padres piensan que su hijo está enfermo, que es un vándalo, que es una cosa mala, un mal hábito aprendido de Occidente, y buscan una cura para que los transforme y los vuelva heterosexuales", explica el director de la Pflag.

El silencio del Gobierno de China

Y es que en China, sometida a un régimen comunista, el Gobierno decide qué páginas de internet no son aptas para sus ciudadanos, "la falta de información es el principal problema. Hay que hacer más trabajo de educación, tenemos que conseguir que más gente conozca la información correcta sobre la homosexualidad", explica Qiang.

Ya desde tierra, y en una conversación telefónica, Martin Yang, director de desarrollo de otra ONG, Beijing Gender, explica que los miembros de este colectivo son “totalmente ignorados por las instituciones gubernamentales chinas”. De lo que no se habla no existe y el silencio es una herramienta que utiliza el Ejecutivo. "En los documentos oficiales solo mencionan a los homosexuales en temas de salud, cuando se habla del sida", apunta.

Aunque desde hace dos décadas China no considera un delito ser homosexual, a día de hoy todavía sigue siendo visto por muchos como una enfermedad

Así, "el único momento en el que el Gobierno reconoce que hay sexo entre hombres es cuando habla de los esfuerzos en la lucha contra el sida, algo que hace crecer el “estigma" hacia los miembros de esta comunidad”, indica Yang.

Ningún programa dentro de la política nacional los contempla. Nada para promover la igualdad de sus derechos ni para defenderlos ante posibles discriminaciones. El Ejecutivo apuesta por "no estar en contra", pero tampoco "promover" a este colectivo, integrado por unos 70 millones de personas en China.

En el Gobierno de Shanghái, una de las ciudades consideradas más occidentalizadas y modernas del país, confirman que no hay ningún departamento destinado a esos temas.

Las bodas, un símbolo en alta mar

Aunque no actúa en su contra, el Gobierno sí sigue de cerca las acciones de las ONGs. Controló por tanto el viaje en crucero, como confirma Qiang, quien tuvo que responder a numerosas preguntas de las autoridades al respecto.

Pero, pese a lo llamativo y colorido del hecho de una boda múltiple, los medios de comunicación chinos tampoco cubrieron la historia. En el evento no participaron casi periodistas y ningún gran medio de comunicación local publicó nada.

"Muchos padres piensan que su hijo está enfermo, que es un vándalo, que es una cosa mala, un mal hábito aprendido de Occidente, y buscan una cura para que los transforme y los vuelva heterosexuales", explica el director de la ONG Pflag China

"Ahora nuestro Gobierno todavía está en la etapa de evitarnos. Sabe de la existencia de algunos grupos, pero ni los apoya ni los reprime. Trata de ignorarnos y nos toma como algo anormal”, cuenta Aries Liu.

Una encuesta de la ONG WorkForLGBT realizada el año pasado a 2.000 personas, reveló que solo una quinta parte de los preguntados afirmaba conocer a una persona LGBT.bPese a todo, para los miembros de esta comunidad lo más importante sigue siendo que los acepten en sus propias casas.

"A nosotros nos importa más que los padres nos acepten. Podemos no preocuparnos de la opinión de otras personas, pero la de nuestros padres es muy importante", cuenta Liu, quien conoció a su pareja, Crystal Yao, hace siete años cuando trabajaban en la misma empresa.

Este joven transgénero de 32 años, que por aquel entonces todavía no se había hecho ninguna operación para cambiar de sexo, había decidido confesar en su trabajo que era lesbiana. Recibió el acoso y rechazo constante de su jefe, quien le hizo dimitir. Según el mencionado estudio del PNUD, la mitad de las personas LGBT se sienten discriminadas por su orientación sexual.

Futuro esperanzador

El viaje ha sido, además, un punto de inflexión en la vida de Raffle Zhao, quien engañó a sus padres con el pretexto de unas vacaciones familiares y, a bordo del barco, les contó que era gay. Su madre se lo tomó muy mal. Su padre no tanto, pero le dijo que lo que probablemente necesita el joven de 25 años es tiempo para considerarlo.

Ambos, unos granjeros de la provincia de Yunnan para quienes este era su segundo viaje fuera de su condado, participaron esos días en las diversas charlas con expertos y con familiares que ya pasaron por lo mismo: el proceso de adaptación.

Para los miembros de la comunidad gay, lo más importante sigue siendo que los acepten en sus propias casas

Y presenciaron las bodas, que tuvieron lugar precisamente pocas semanas después del histórico fallo de la Corte Suprema de Taiwán, cuando el pasado 28 de mayo declaró inconstitucional las restricciones legales a las uniones entre personas del mismo sexo. En el plazo de unos dos años los miembros LGBT de la isla podrán casarse libremente. Una primicia en Asia.

China tardará más tiempo pero, según la opinión de expertos y miembros del colectivo, llegará el día en el que todo se normalice. “Quizás una década, quizás quince años, pero se verán las bodas entre parejas del mismo sexo”, confía Qiang.

Al puerto de Shanghái llega también Zhao, quien cuenta que todo va "mucho mejor" con sus padres. Ellos "ya lo han aceptado", explica con una mezcla de inseguridad, esperanza e ingenuidad.

Ahora los llevará a Pekín para que conozcan su universidad y a sus amigos. Él vive allí su condición sexual con normalidad. En las grandes ciudades todo es algo más sencillo. Después, los padres volverán al campo, donde el silencio y los tabúes siguen reinando, impulsados por el peso de la tradición.

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