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¿Por qué para muchos empieza el año en septiembre y no enero?

Aunque el calendario oficial diga que el año comienza en enero, para muchos, el verdadero comienzo está en septiembre

El calendario nos dice que el año comienza en enero, pero esta idea se ha convertido en una de las mayores ficciones que seguimos aceptando sin cuestionar. Es casi tan ilusoria como las promesas que las personas hacen cada vez que cambian las agujas del reloj a las doce de la noche el 31 de diciembre: ir más al gimnasio, dejar de hablar con tu ex, aprender un nuevo idioma... Sin embargo, cuando enero llega, pocos realmente sienten que han cambiado. Enero es un mes que existe para alargar un poco la magia de la Navidad, lanzar confeti y brindar por el año nuevo, pero la verdadera transformación, esa que se siente en lo más profundo, empieza mucho antes.

Para muchos, especialmente en Europa, septiembre es el verdadero comienzo del año. Después de un verano de descanso y desconexión, septiembre marca el regreso al trabajo, el inicio de un nuevo curso escolar, un nuevo año académico, o incluso la primera experiencia universitaria. Este mes está impregnado de una sensación de renovación y nuevos comienzos que enero no logra evocar. Mientras que enero es un mes de reflexión y de celebrar el cierre de un ciclo, septiembre es un mes de acción, el mes en el que realmente nos ponemos en marcha.

El regreso a la rutina: el verdadero comienzo

En el hemisferio norte, septiembre simboliza la vuelta a la rutina. Las oficinas se llenan nuevamente de actividad, los colegios abren sus puertas, y las ciudades recuperan el bullicio que se diluye durante los meses de verano. Este regreso trae consigo la sensación de empezar de nuevo, de establecer nuevas metas y de enfrentar retos que habíamos postergado. Es en septiembre cuando muchas personas inician proyectos personales, profesionales y educativos que habían dejado en pausa.

La mítica vuelta al cole, por ejemplo, es una de las razones principales por las que septiembre se siente como el verdadero comienzo del año. Los estudiantes, desde los más pequeños hasta los universitarios, vuelven a un entorno que les exige adaptarse, aprender y crecer. Este cambio de ciclo educativo no solo afecta a los estudiantes, sino también a sus familias y a la sociedad en general, ya que todo el mundo parece ajustar sus relojes a este nuevo ritmo.

La vuelta al cole.
La vuelta al cole.Jesús G. Feria

El ciclo de la naturaleza y la sociedad

Más allá del calendario escolar, septiembre también está alineado con los ciclos naturales. Con el equinoccio de otoño acercándose en el hemisferio norte, la naturaleza misma parece prepararse para un nuevo comienzo. Las hojas comienzan a cambiar de color y el aire se enfría, marcando una transición que, aunque sutil, es perceptible en nuestro entorno y en nuestro ánimo.

En muchas culturas, las cosechas se recogen en septiembre, cerrando un ciclo y comenzando otro en el que se preparan para el invierno. Esta conexión con los ritmos naturales refuerza la sensación de que septiembre es un momento para reorganizarse y prepararse para lo que viene.

Además, en el ámbito laboral, muchas empresas lanzan nuevos proyectos en septiembre. Es el mes en el que se reactivan las iniciativas que se habían ralentizado durante el verano, y se traza el camino para cerrar el año fiscal con éxito. Esta actividad intensa contrasta con el letargo que caracteriza a enero, cuando muchas organizaciones todavía están recuperándose de las vacaciones navideñas y operan a un ritmo más lento.

Septiembre: el mes de la renovación personal

El comienzo de un nuevo ciclo académico o laboral no es la única razón por la que septiembre es un mes de renovación. Muchas personas sienten que este mes les brinda la oportunidad de redefinir sus prioridades y de empezar de nuevo en aspectos personales. Ya sea retomar hábitos saludables, iniciar nuevos hobbies, o simplemente reorganizar la vida cotidiana, septiembre se percibe como el momento ideal para hacer esos cambios que realmente importan.

Es un mes en el que se replantean las metas que se habían establecido a principios de año, muchas veces con una perspectiva más realista y ajustada a la situación actual. Mientras que enero puede inspirar resoluciones idealistas y, a menudo, inalcanzables, septiembre invita a un enfoque más pragmático. Es el mes en el que las promesas se convierten en planes concretos y en el que se comienza a trabajar en lo que realmente queremos lograr.

La psicología detrás de septiembre

Pero, ¿por qué septiembre tiene este efecto tan profundo en nosotros? La psicología sugiere que los cambios en nuestro entorno pueden tener un impacto significativo en nuestra percepción del tiempo y en nuestra motivación. Septiembre es, en esencia, el mes que nos brinda una segunda oportunidad de hacer que el año cuente. Y tal vez, si miramos más de cerca, descubramos que la clave para un año exitoso no está en las resoluciones de enero, sino en las acciones que tomamos cuando las hojas comienzan a caer. Aquí es donde se produce la verdadera transición, el cambio que nos separa de quienes fuimos a quienes estamos destinados a ser.

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