Sólo un puñado de semanas han bastado al Partido Demócrata para convertir a una vicepresidenta invisible, con menos popularidad que la primera dama Jill Biden, ampliamente criticada por su discreta gestión, en una candidata con posibilidades de ganar a Donald Trump la carrera hacia la Casa Blanca. "El cambio en la percepción más rápido en la historia política moderna", resumió la revista Time la semana pasada. O lo que es lo mismo: un conejo sacado de la chistera gracias a una acertadísima y fugaz jugada de mercadotecnia, convertida ya en baliza para todos los líderes políticos que juegan a la contra el volátil partido de las encuestas.
Es cierto que Pedro Sánchez no tendrá a un Barack o Michelle Obama o a una Oprah Winfrey que ejerzan de teloneros de su discurso. Tampoco el apoyo cerrado de su partido. Ni sobre sí los ojos de medio mundo. Y que ya es presidente, no una ilusión a futuro. Pero Sánchez tendrá del próximo 29 de noviembre al 1 de diciembre en Sevilla lo que Harris tuvo en Chicago entre el 19 y el 22 de agosto. Una convención nacional de su partido. En su caso, un Congreso Federal del PSOE con el que tratará de coger aire, desplazar díscolos, cerrar filas y renovar una imagen achicharrada por seis años de gobierno cosido a base de cesiones al independentismo.
¿Conseguirá el 'efecto Kamala' que tanto busca? ¿Tendrá su réplica en el PP? "Cuando alguien convoca un congreso extraordinario de esta forma, lo hace en defensa propia, evidenciando su debilidad", estiman en el equipo de Alberto Núñez Feijóo, donde descartan toda posibilidad de adelantar un congreso nacional previsto para 2026. De contestar a su adversario con la misma jugada, evitando el rebufo. "Kamala es un cambio de referente en el partido, no tiene nada que ver; lo de Sánchez es un 'me protejo de lo que pueda pasar", estiman en Génova, seguros que de Sevilla saldrá un partido "más sanchista" si cabe.
"Buscará un PSOE de pretorianos", zanjan. Una idea, la de un líder bunkerizado y enemigo de la disidencia interna, que el líder del PP arrojó en contraposición este lunes, en una entrevista en Onda Cero. "Yo no soy un caudillo", dijo, en relación a la posición de sus 11 barones con el sistema de financiación autonómica, "el único caudillo que hay en España es Sánchez en el PSOE". Toda una declaración de intenciones sobre cuál será el discurso del PP sobre lo que suceda en Sevilla en tres meses.
2017: último congreso con ponencias
Fue en la ciudad hispalense, precisamente, donde Feijóo fue elegido por aclamación presidente del partido en abril de 2022. Habida cuenta de que el anterior Congreso Nacional del PP, el que eligió a Pablo Casado como sucesor de Rajoy en 2018, también tuvo carácter extraordinario, fue el XVIII Congreso Nacional –celebrado en febrero de 2017– el último ordinario y, por tanto, la última vez que los populares celebraron ponencias internas y debates ideológicos. Algo que, para la actual dirección de Génova, "no es urgente".
Más aún si no hay ninguna corriente de peso, más allá del llamado ala liberal encabezado por Isabel Díaz Ayuso y el PP de Madrid, integrado dentro del oficialismo de Génova y que juega su rol como dique de contención ideológico a Vox, que haga sombra al liderazgo de Feijóo. Preguntados los dirigentes populares sobre si existe la necesidad de un "rearme ideológico", la respuesta es "no". "Tenemos todo el apoyo interno del partido", se congratulan en el equipo del líder gallego del PP. Preguntados periódicamente por la posibilidad de celebrar un congreso antes de 2026, los líderes territoriales del PP también restan su urgencia.
No obstante, el artículo 31 de los estatutos del partido fija la celebración de un congreso ordinario cada cuatro años, independientemente de la presencia entre medias de uno extraordinario. Además, en el caso de que esto suceda, como en las dos últimas ocasiones, 2018 y 2022, ambos para elegir a un nuevo líder de la formación, debería celebrarse "como máximo 12 meses después de la fecha en la que hubiera correspondido".
Mientras tanto, curiosamente, y a diferencia del PSOE –que ha enviado su "firme apoyo" a la candidata demócrata, Kamala Harris, para luchar por una sociedad "sin odio y derechos para todos"–, el PP no ha elegido bando en las elecciones presidenciales que celebrará Estados Unidos en noviembre. No hay adhesión oficial a Harris ni a Trump. Ni al Partido Demócrata ni al Republicano. Una posición más o menos asentada en las filas populares que, esta vez, cobra todavía más sentido. Mientras los socialistas buscan los parecidos, los populares abundan en las diferencias.
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