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Sexo, fama, la conquista de EE.UU...las cinco claves del disco de Rosalía

Triunfe o fracase, ‘Motomami’ no dejará de ser el disco en español esencial de 2022

Hay artistas más importantes que sus discos, por el impacto social y por su centralidad en las batallas culturales. Es el caso de Rosalía, una estrella pop a la que su generación mira como los rocieros a su virgen (y que apela también a niños por su estética rompedora y a mayores por sus conexiones con géneros como la copla). Motomami, que hoy se publica en todo el mundo, es su trabajo más internacional, pero tampoco descuida la sentimentalidad hispana de bulerías, bachatas y otros géneros de bar castellanohablante. Vozpópuli destripa las claves del lanzamiento.

En la presentación del disco, Rosalía ha confesado que le inspiran iconos del hip-hop como Kanye West o Lil' Kim, pero tampoco ha renunciando a compararse con los más grandes. "Mis artistas favoritos son cambiantes. Mira Picasso, por ejemplo. Él estaba en constante cambio. No sé si llamarlo evolución, porque quién sabe cómo él entendía el principio y el final de su carrera. Su etapa azul no era igual que su etapa más cubista. Y yo aplaudo el cambio, que nunca es mejor ni peor, sino distinto", ha explicado. La idea en la que más insiste ante la prensa es que cuando no se arriesga, se aburre.

Sexo

El álbum fue inmediatamente precedido por el videoclip oficial de Hentai, sin duda el más sexual y polémico de su trayectoria. A algunas feministas les molestó que enseñase tanta carne, a otras la frase “siempre me pones delante de esas putas”, ya que presuntamente la sororidad prescribe que ninguna mujer debe referirse a otra bajo ese apelativo. ¿Cuál es el malentendido aquí? Seguramente el hecho de que Rosalía nunca ha aspirado a convertirse en ejemplo para la sociedad ni en un icono feminista. La cruda realidad es que estamos ante una repetición de los debates que se dieron en los años ochenta con Madonna, mantenidos ahora por una juventud que los desconoce por completo. Espóiler: al final en esto siempre pierden los puritanos y las feministas (que en los ochenta preferían a Cindy Lauper) y ganan Madonna y sus fans (como ganarán Rosalía y los suyos).  

Efecto rebote (fallido)

Rosalía es una de las mayores estrellas de España. Cuando llegas a ciertos niveles de popularidad, siempre existe un efecto rebote, que suele caer a la altura del tercer disco (cuando se agota la novedad y el artista empieza a escribir sobre su vida como 'famoso' porque es la que tiene). La hostilidad cristaliza en todos esos programas, por ejemplo El intermedio, que se han dedicado a ridiculizar las letras de sus sencillos de adelanto, analizándolas separadamente de la música (aunque el ejercicio sea humorístico, revela un total desconocimiento de la cultura pop). La mezcla de inglés, español y jerga de Internet es uno de los emblemas de la estética de Rosalía y en la mayoría del álbum hace un hábil manejo de ella, cimentando su conexión con el público joven.

Conquista de EE.UU.

Es una obviedad, pero hay que subrayarlo: Rosalía ya no es una artista de nuestro país, sino internacional. Por eso estrena su disco en Jimmy Fallon en vez de en El hormiguero (donde apareció ayer). Por eso el lanzamiento en Tik tok se hace en horario estadounidense, no español. Su potencia mediática se confirma por lo demandada que está en estos programas donde se invita a un músico para hablar de cualquier cosa menos de su música. Dicho esto, Motomami también ha convencido a la crítica pop tradicional, como demuestra la reseña de cinco estrellas sobre cinco en Rolling Stone: “El grado de exploración lírica, rítmica y sonora de Motomami es comparable con grandes obras en donde la experimentación es un exceso exitoso como Ill Communication de los Beastie Boys o Play de Moby; álbumes que parten de la deconstrucción y el cuestionamiento. Pero también puede ser dulce, cálida y vanguardista como Lorde en Pure Heroine; o ruda y cruda como The Downward Spiral de Nine Inch Nails”, escribe el periodista Diego Ortiz.  

Rosalía sobresatura y juega con su voz al límite, la deconstruye creando samples y sonidos que se entrelazan con la base rítmica

Luego continua: “En varias ocasiones, Rosalía sobresatura y juega con su voz a tal límite que, sin titubear, la deconstruye constantemente creando samples y sonidos que se entrelazan con la base rítmica, si es que se le puede llamar así a la percusión sincopada, fuera de tiempo y puesta en caliente según la progresión de la canción. Además, redefine la estructura, haciéndola discordante y asimétrica, pero esta es una de sus cualidades más interesantes, incluso en exceso”, explica.  Resumiendo: le han convencido por completo las nuevas canciones, por eso les otorga la máxima puntuación posible.  

Flamenco

Hay un debate específico sobre Motomani que solo se dará en España. Me refiero al lugar del flamenco dentro del universo de Rosalía, ahora que se ha convertido en estrella transnacional. “Soy igual de cantaora con el chándal de Versace que vestidita de bailaora", canta en "Bulerías", donde cita el clásico "Niña de fuego" de Manolo Caracol. "Bulerías" no es una gran canción, pero sí es una gran noticia que no abandone el flamenco como ingrediente esencial de su receta (todo lo que quita con la apropiación cultural lo devuelve en promoción global). Aunque no muchos de sus oyentes vayan a dar una oportunidad a Bernarda y Fernanda de Utrera hay que estar orgullos de que nuestro estilo más nacional-popular suene en todo el mundo (aunque sea en versión pop edulcorada).

Sentimentalidad latina

Las pocas veces en que Rosalía ha hablado sobre cómo enfoca su carerra, ha expresado ambiciones tan bonitas como esta: “me gustaría poder seguir haciendo lo que hago a la edad que tiene Luz Casal”. El ejemplo escogido no puede ser más claro y por eso siempre habrá espacio en sus trabajos para las canciones sentimentales latinas, como la quedó claro en “La fama”, una bachata tórrida y clásica, donde la estrella estadounidense The Weeknd canta con un timbre y estilo parecido a Romeo Santos. Justo aquí está la grandeza y el riesgo para Rosalía: saber moverse en el campo anglosajón con la misma soltura que en el latino, mezcland ambos cuando quiera, o ir quedándose en tierra de nadie con el paso de los años.

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