Entrevistamos a Jesús Rul, docente y especialista en educación, que trata en el problema del separatismo catalán en su último libro: La guerra de secesión contra la nación de españoles. Poder, propaganda y proselitismo en la Cataluña nacionalista. El texto combina con rigor Historia, cultura y Derecho, sin renunciar a posiciones poco habituales, como cuestionar el diseño de la Constitución del 78. "Nunca en la historia contemporánea de España los separatismos, vasco y catalán, han estado tan consolidados y en expansión. Es el gran fiasco de la Constitución. Han utilizado la autonomía, constitucionalmente solidaria con la Nación unitaria, en contra de España para construir feudos nacionalistas de signo totalitario, empleando el terrorismo, la violencia y la dominación", lamenta.
Pregunta: Su libro cuenta con una importante perspectiva historiográfica. ¿Cómo contestaría a aquellos que prescinden de los antecedentes históricos para analizar los nacionalismos?
Respuesta: Los separatismos españoles son tardíos, surgen instigados por élites extractivas a finales del XIX coincidiendo con una profunda crisis política, económica y espiritual de España, y se afianzan en el primer tercio del siglo XX por la torpeza de la clase política e intelectual, decaen durante el franquismo, renacen con la Transición y se afianzan con las autonomías. Logran imponer su voluntad de poder aprovechando nuestro modelo de Constitución abierta, con la colaboración necesaria del PSOE y PP. Estos partidos han sido incapaces durante 40 años de modificar el sistema electoral para que los nacionalismos regionales no fueran decisivos en las Cortes, que constitucionalmente ?representan al pueblo español” como Nación unitaria.
Los separatismos vasco y catalán pertenecen al paradigma nacionalista totalitario de raíz germánica, basado en rasgos identitarios esenciales de raza, lengua, tradiciones, poder… Ahora que el motivo racial está desprestigiado se aferran al racismo lingüístico. Crean un orden dominado por la facción nacionalista con la eliminación de los otros. Están siempre en guerra y emplean dos modos de dominación: la exterior, con el control político, económico y la imposición de usos y costumbres, y, la interior, con la influencia proselitista de condicionamiento mental y conductual de las personas, a través de los medios controlados y el dominio de la educación, para ampliar su base social con que lograr el poder total.
P: ¿Podrían virar a enfoques democráticos?
El otro paradigma nacionalista es el cívico. Se basa en el orden liberal democrático: Estado de Derecho, libertades civiles, y derechos individuales. Tiende a integrarse solidariamente en las naciones de las que forma parte. John Dalverg, historiador y político inglés, entendía que ambos modelos son opuestos e irreconciliables: etnicidad colectivista totalitaria versus libertad individual y pluralismo. La pretensión separatista de los nacionalismos vasco y catalán carece de fundamentación objetiva, histórica y jurídica, que la justifique.
Puede afirmarse —primera tesis del libro— que la catalanidad española es el paradigma histórico de Cataluña. Lo mismo puede afirmarse de los vascos. Todos los reinos hispanos desde la Edad Media aspiraron y lucharon juntos para reconstruir la unidad de la Hispania romana perdida por la invasión musulmana: Navas de Tolosa, toma de Granada, unión de reinos… Desde la Edad Moderna todos han formado parte de la monarquía hispánica. Desde la perspectiva del Derecho, todo el constitucionalismo español, desde la Constitución de Cádiz (1812), se funda en la unidad integradora de la Nación unitaria incluida la Constitución actual.
P: ¿En qué fundamentan los separatismos sus pretensiones?
R: Contra el principio de realidad histórico y constitucional, esgrimen la voluntad de poder como factor de legitimación diseminando tres mitos: la reconstrucción presentista y hagiográfica de la historia (mito del pasado: identidad diferencial), la ilusión independentista de la que vive muy bien la crema nacionalista (mito del futuro: orden nuevo), y la pretensión falaz de soberanía con la autodeterminación referendaria (mito del presente: secesión). Este es el frente bélico principal, porque imponer el referéndum es clave para su voluntad. Llevan ya dos intentos fallidos en 2014 y 2017. En su voluntad significa la fractura de la soberanía unitaria de los españoles. Hemos de entender —segunda tesis del libro— que el secesionismo es incompatible con la España democrática: la está destruyendo; la metástasis se expande por Valencia, Baleares y Navarra.
P: En su libro parece asociar las políticas identitarias a partidos neocomunistas o antisistema. No obstante, estos movimientos son de origen estadounidense, uno de los países menos comunistas del mundo. ¿Cómo explicaría esto?
R: Las luchas identitarias son una expresión contemporánea del más genérico concepto de luchas sociales, presentes en toda la historia humana, con factores desencadenantes sociopolíticos y económicos, desde el Conflicto de los Órdenes en la República romana por motivos de ciudadanía y reparto de ganancias, a las luchas de clase de proletarios empobrecidos contra burgueses en la Revolución industrial… Actualmente, intereses ideológicos diversos promueven reivindicaciones sociales desde la base del sistema social, reificadas en identidades dicotómicas por motivos sociopolíticos y culturales, como el movimiento de derechos civiles (raciales y etnoculturales) en EE. UU, los movimientos sobre roles sexuales (mujeres, homosexuales…), movimientos de identidad nacional…, pero también, élites económicas transnacionales promueven cambios socioculturales de signo identitario: energías fósiles-limpias, carnívoros-veganos, globalistas-nacionales…
El nacionalismo identitario catalán es incapaz de evolucionar hacia un nacionalismo cívico, integrado lealmente en la Nación española
Algunos autores, citados en el libro, critican los antagonismos identitarios por fragmentar los nexos que fundamentan las naciones libres en la igualdad legal de los ciudadanos y el pluralismo.En la última década se esta produciendo en España una sintonía entre los separatismos identitarios hispanos, de derecha e izquierda, y los movimientos populistas de izquierdas, desarrollados al calor de la crisis financiera global de 2008, que han dado lugar a organizaciones políticas como Podemos, anticapitalistas, comunes… Comparten una visión totalitaria de la realidad sociopolítica y cultural: superar la democracia liberal por la movilización de las luchas de polarización identitaria: pueblo-casta, unionistas-separatistas, nacionalistas-constitucionalistas, republicanos-monárquicos, ocupas-propietarios, sexo-género, policía-violentos…
P: ¿Qué estrategia puede detener eso?
R: Las instituciones democrático-liberales han resultado ser la vía civilizada más solvente a medio-largo plazo para encauzar y resolver los conflictos sociales, pese a sus limitaciones. Las otras estrategias acaban siempre en formas de imposición totalitaria sacrificando la libertad y el desarrollo, véase en caso de Venezuela, Nicaragua y otras naciones. Las vías insurreccionales, la revuelta urbana, el derribo de gobiernos por presión de la muchedumbre, las revoluciones, la ruptura democrática, la degradación de las instituciones… son vías degenerativas de la democracia: el poder de la masa agitada y dirigida por élites.
P: ¿Qué solución encuentra al problema catalán?
La voluntad separatista de los nacionalismos étnicos no tiene solución. Siempre que encuentren condiciones (competencias, recursos…) las aprovechan para sus fines últimos: todo el poder. Hemos de entender que son incompatibles con la democracia constitucional. Lo hemos intentado en la I República (1873-74), en la Restauración (1874-1931), en la II República (1931-1939) y, en la Constitución actual hecha a su medida. Nunca ha funcionado.
El nacionalismo identitario catalán es incapaz de evolucionar hacia un nacionalismo cívico, integrado lealmente en la Nación española. Pese a todo, en el libro dejo abierta la vía cívica, pero sujeta a siete condiciones de verificación. Así las cosas, sólo caben dos opciones alternativas: la cronificación del problema o la limitación del poder político de los nacionalismos.
P: ¿Sobre qué principios se defiende la unidad de España?
R: Debemos defender soluciones democráticas, ya que por encima de todo “la soberanía reside en el pueblo español del que emanan los poderes del Estado”. También hay que ser conscientes de nuestros mayores enemigos: la partitocracia y nosotros mismos. Sí, nosotros, los ciudadanos de a pie, porque como indicaba hace siglos Étienne de la Boétie, “la gente ama a los poderosos que conspiran contra ellos. Lo hacen por costumbre, por interés o por miedo. O, simplemente, por estupidez”.