Quería comentarles los demasiados casos de corrupción que se descubren y nos acomplejan, y lo estoy haciendo a mano. Resulta que, desde hace unos días, mi ordenador no funcionaba bien. Va muy lento y no obedece exactamente mis órdenes, o hace cosas que yo no le pido. He llamado al técnico y me ha dicho que tengo “un virus y gusanos” y que me va a instalar un antivirus que me fumigara a ambos.
Relacionar todo esto con la corrupción es una asociación de ideas muy fácil. E incluso demagógica. Porque viendo lo que le está costando a todo un especialista eliminar a tales invasores, uno piensa inmediatamente en el esfuerzo que tendremos que hacer para que desaparezcan los “virus” y “gusanos” que pululan por la vida política, social y económica española. Los tenemos dentro, a veces no sabemos quiénes son, pero sabemos que están ahí, y que en cualquier momento y lugar se van a manifestar ensombreciendo nuestra convivencia, frenando nuestra actividad y destrozando nuestros valores. La única ventaja que tenemos respecto a los “virus” y “gusanos” informáticos, es que aquellos, los que circulan por la calle, si sabemos quién los ha creado y qué es lo que persiguen. Los hemos creado nosotros mismos, el conjunto de la sociedad, con la relajación de nuestros valores, y el relativismo de nuestras convicciones. El “todo vale”, el “todo es lo mismo”, el “todos somos iguales”, o el “es lo que la gente quiere”, está teniendo unas consecuencias demoledoras. Es un substrato idóneo para la proliferación de individuos que se distinguen por su egoísmo patológico, y que únicamente pretenden su propio beneficio, sin importarles lo que les pueda ocurrir a los demás. Sin llegar a considerar, siquiera, que es mucho mayor el daño que hacen a la gran mayoría que el beneficio que ellos puedan obtener.
El “todo vale”, el “todo es lo mismo”, el “todos somos iguales”, o el “es lo que la gente quiere”, está teniendo unas consecuencias demoledoras.
Lo que 'debe ser'
Del mismo modo que el técnico me ha cambiado el “antivirus” del ordenador que ya no cumplía su finalidad, por otro que me proteja, la sociedad civil, es decir, las organizaciones e instituciones de todo tipo, religiosas, culturales, políticas, económicas, etc., deben dejar de mirarse a sí mismas, y retomar su principal función, que no es otra que concienciar a la sociedad de que no vale conformarse con lo que “es”, sino que hemos de buscar lo que verdaderamente “debe ser”. Los hemos dejado crecer demasiado, y nuestra indolencia les ha permitido tener poder. Sin embargo, identificar a aquellos virus y gusanos que se instalan en nuestra sociedad, es absolutamente necesario para salir de la crisis política y de valores que atravesamos.
Dicen los estudiosos europeos que uno de los graves problemas de nuestro país, y una de las causas por las que tardaremos más en salir de las crisis, es la corrupción. Yo creo que estos estudiosos también confunden la corrupción con el “compadreo”, o que incluyen al “compadreo” en la corrupción. Pero lo que está claro es que si queremos acabar con la corrupción hemos de condenar socialmente también el “compadreo” que es, demasiadas veces, el inicio de la corrupción.
Pero, para ello, es imprescindible la recuperación de nuestros valores, del sentido de lo que está bien y de lo que está mal, y esto es muy difícil en una sociedad en la que muchos, haciendo un uso fraudulento de lo que significa la “libertad”, siguen diciéndonos que las creencias, los valores, las normas y los sentimientos, son un obstáculo para la convivencia. Como decía J.F. Kennedy, es hora de que nos preguntemos “¿Qué puedo hacer yo por mi país?”. Y, por favor, no respondan que “nada”.
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