Cultura

2 de mayo de 1808: la fiesta nacional de los liberales españoles

La festividad del 2 de mayo experimentó múltiples interpretaciones a lo largo del siglo XIX

Un madrileño levanta su puñal para hundirlo en el pecho de un soldado mameluco, otro atraviesa con un hierro la pata delantera de uno de los caballos franceses, y la turba envuelve al grupo de jinetes napoleónicos que caen ante la furia popular. Los brochazos de Goya en el conocido como ‘La carga de los mamelucos’ pasaron a la historia junto a 'Los fusilamientos del 3 de mayo' como símbolo de la resistencia española a la invasión francesa. Los propios encargos al pintor aragonés cinco años después de los hechos dan cuenta de la relevancia que el acontecimiento había adquirido. El levantamiento del 2 de mayo de parte de la ciudadanía madrileña contra las tropas napoleónicas presentes en la ciudad fue transformado en un símbolo nacional casi desde el mismo momento de los hechos.

El 2 de mayo madrileño fue el acontecimiento que los políticos liberales españoles del siglo XIX más trataron de celebrar como fecha fundacional de la nación española por ser el detonante de la Guerra de Independencia. La sublevación popular de Madrid se extendió por España y adquirió tintes de gesta patriótica. En la sesión de Cortes del 2 de mayo de 1811, ya instaladas en Cádiz, se recoge la celebración de esta festejo “deseando que mientras haya en estos dos mundos una sola aldea de españoles libres, resuenen en ella los cánticos de gratitud y compasión que se deben a los primeros mártires de la libertad nacional”. Además se pedía que las autoridades acudieran a las iglesias, se lanzaran salvas militares y que en el “calendario se señale con letra cursiva en el día 2 de Mayo: ‘Conmemoración de los difuntos, primeros mártires de la libertad española en Madrid’”.

Como ocurre con cualquier festividad nacional, la fecha fue resignificada en función de la época y las diferentes corrientes políticas del momento. Con Fernando VII fuera de España, las Cortes se proclamaron depositarias de la soberanía nacional y los liberales toman la gesta madrileña como una celebración de esta soberanía. La vuelta de Fernando VII, la abolición de las Cortes de Cádiz y el regreso al absolutismo reinterpretaron el levantamiento de la capital como un símbolo residual de la fidelidad y sumisión de unos vasallos a su soberano, como explica el historiador Christian Demange.

La carga de los mamelucos por Francisco de Goya (1814)

Distintas interpretaciones liberales

En 1820, el pronunciamiento de Rafael del Riego inaugura el conocido como Trienio Liberal que restableció la Constitución de 1812 y volvió a revalorizar el festejo como una forma de asentar su legitimidad, vinculando el 1808 con su propia lucha. Toda conmemoración del pasado es una celebración de un ideal presente y los liberales del trienio se hacían, de esta forma, herederos de los insurgentes madrileños.

Los actos de recuerdo y los proyectos de monumentos conmemorativos durante el Trienio quedaron enterrados con la vuelta al absolutismo en la conocida como Década ominosa (1823-1833). Fueron las cuatro décadas posteriores el mayor periodo de mitificación del 2 de mayo. Hay un verdadero auge propagandístico de la fecha a través de poesías, pinturas, obras teatrales y artículos conmemorativos en prensa.  Sin embargo, los hechos del 2 de mayo seguían adquiriendo diferentes interpretaciones en función del prisma político con el que se mirase. Las distintas facciones liberales disputaban el significado de la fecha, especialmente por el papel del pueblo en la gesta contra el francés.

En síntesis, los liberales moderados, una rama del liberalismo más conservador que otorgaban más peso a la Corona, limitaban las libertades individuales y optaban por un sufragio más restringido, no se sentían cómodos con la simbología revolucionaria y el protagonismo de la ciudadanía. Y durante sus periodos en el Gobierno, la fiesta perdió peso. En cambio, los liberales progresistas, partidarios de restringir el poder de la Corona y la Iglesia y aumentar el sufragio con respecto a los conservadores, se veían herederos directos de Cádiz y el 2 de mayo. No es de extrañar que fuera el Sexenio democrático (1868-1874) el periodo de mayor promoción de la fiesta. 

Las distintas facciones políticas del XIX no se pusieron de acuerdo en afianzar este festejo por las distintas interpretaciones que se hacía de él. En El Dos de mayo. Mito y fiesta nacional (1808-1958) Demange resume las distintas concepciones durante el Sexenio: “Los progresistas celebraban una lucha por la libertad y la independencia; los carlistas insistían sobre el carácter monárquico de la guerra de la Independencia; los republicanos conmemoraban el triunfo del pueblo sobre un déspota; en cuanto a los internacionalistas, rechazaban el mito por su dimensión nacional y burguesa”.

'Muerte de Daoiz y Defensa del parque de Monteleón', de Manuel Castellano (1862).

Restauración canovista 

A partir de 1874, con el regreso al trono español de los Borbones en la etapa conocida como Restauración, la fiesta vuelve a languidecer, y durante la última década del XIX, otras fechas van desplazando al 2 de mayo. El movimiento obrero abrazó el 1 de mayo, el nacionalismo catalán comenzó a celebrar el 11 de septiembre, y desde el Gobierno central, el arquitecto del nuevo régimen, Antonio Cánovas del Castillo, aprovechó el cuarto centenario del Descubrimiento de América para decretar el 12 de octubre como “fiesta nacional”. Una festividad que no fue muy atendida durante los primeros años, pero que cobrará importancia a finales de siglo tras la pérdida de Cuba y Filipinas. Una vez más, quedaba demostrado que la instauración de un festejo, la construcción de un monumento o la erección de una estatua hablan tanto o más del momento en el que son levantados que del propio hecho que conmemoran.

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