Cuando se tomó la instantánea que sirvió de modelo para el retrato de la familia Real que Patrimonio Nacional encargó a Antonio López, ni el Príncipe de Asturias ni las infantas estaban casados. Por eso, en la versión aún sin terminar de la que hoy se conoce una foto sólo hay cinco figuras.
Preside la composición Don Juan Carlos, el Rey, con su mano derecha posada sobre el hombro de la infanta Elena, quien aparece franqueada a su derecha por su hermana, la infanta Cristina. Con su otra mano, la izquierda, el Rey sujeta a la Reina Doña Sofía. Al Príncipe de Asturias, en cambio, se le intuye como un boceto, prácticamente invisible bajo la traza del papel que aparece en la fotografía que se tiene del lienzo.
Así, sencillo, sin mayores lujos, vestidos todos de traje y sin alarde, es el retrato que de los miembros de la familia real comenzó a hacer el pintor manchego Antonio López en 1994 y del que aún no existe una versión definitiva.
La versión descrita del lienzo es la que se conoció en verano pasado con la publicación del libro Antonio López. Pintura y escultura (TF, Editores, 2011), en el que aparecía una fotografía de la obra, que mide de tres metros de alto por tres metros y cuarenta centímetros de ancho.
Iniciado hace dieciocho años, el retrato de la familia real es el cuadro que más tiempo ha tardado en completar Antonio López. Según ha afirmado el artista estos días a la prensa, ya hay fecha de entrega. Ya en una ocasión, concretamente en 1997, había apuntado plazo, aplazándolo luego para más tarde. Pero esta vez será distinto, afirma. El retrato será entregado "por San Juan", es decir, el 23 de junio, día del santo del rey.
Enmarcado en un realismo que él llama "objetivismo" y que en la mirada de López -y las manos que la ejecutan- llega a una fascinación profunda y un respeto obsesivo por lo representado, el retrato de la familia Real ha sido cuidado celosamente por el pintor, quien no ha permitido siquiera a los reyes contemplar el cuadro. De allí que hasta el momento sólo se haya difundido una imagen parcial.
“Ese retrato no se puede mostrar, claro, habrá que inaugurarlo en el lugar para el que ha sido concebido, el Palacio Real de Aranjuez”, ha dicho el artista a la prensa. Antonio López es, a día de hoy, uno de los pintores más importantes y con las cotizaciones más elevadas. Su cuadro Madrid desde las Torres Blancas (de1,45 cmsx2,44 cms) alcanzó 1,74 millones de euros en una subasta de Chirstie's Londres, en 2008, convirtiéndose en la obra más cara de un autor español vivo, por encima, en su momento, de Tàpies y Barceló.
A Antonio López, sin embargo, el dinero le trae sin cuidado. Sólo le importa disponer del tiempo suficiente para acabar una pieza, aunque quienes le conocen y han trabajado con él conocen de sobra que el maestro nunca da por terminada una pieza.
López tardó más que Velázquez para pintar Las Meninas
La familia de Felipe IV o Las Meninas, como comenzó a llamarse al cuadro de Diego Velázquez a partir del siglo XIX, comenzó a pintarse, según consta en los diarios del tratadista de pintura española Antonio Palomino, en 1651.
Como sucede con la mayoría de las pinturas de Velázquez, la obra no está fechada ni firmada. Sus datos dependen del testimonio de Palomino, según los cuales, obra se dio por terminada en 1656, lo que quiere decir que su ejecución tomó a Velázquez alrededor de unos cinco años, es decir, ocho año menos que el actual retrato de López -sin que dicha comparación pretenda nada excepto la mera enunciación-.
Las Meninas de Velázquez, una de las grandes piezas de la pintura occidental del siglo XIX es un retrato de la familia Real rodeada de su servicio en una sala del Alcázar de Madrid que sobrepasa su condición de pintura colectiva para convertirse en algo mucho más complejo.
La infanta Margarita (1651-1673), vestida de blanco, aparece rodeada en el centro de la composición por sus damas de compañía, las “meninas” María Agustina de Sarmiento e Isabel de Velasco, dos bufones de la corte, María Bárbola y Nicolasito Pertusato, y un perro mastín. Detrás de ella, aparecen conversando un guardadamas, la dueña Marcela de Ulloa, y, en la puerta, al aposentador José Nieto. Los reyes, Felipe IV y Mariana de Austria (1634-1696), se reflejan en el espejo del fondo, dando lugar a un juego espacial de extraordinaria complejidad.
Páginas enteras de la historia del arte, teoría estética y de la perspectiva se han dedicado a esta obra para analizar la resolución de la atmósfera , la profundidad del ambiente, la alternancia de las figuras del primer y segundo plano –incluyendo por supuesto el autorretrato de Velázquez y la posición de los reyes desde el lugar del espectador- , así como la secuencia en perspectiva de los ganchos de araña del techo.