Si pensaban que la concienciación y el animalismo sólo afectaba al arte del toreo, las tradiciones de los festejos españoles y al número de restaurantes vegetarianos de su barrio, estaban equivocados. Desde hace unos años, cada vez son más los consumidores que se decantan por productos que no han sido probados con animales. Una práctica bastante extendida en la industria química como forma de sopesar los efectos secundarios de dichos compuestos en seres vivos.
La industria, en vista de esta nueva corriente y amilanada por un plausible descenso de ventas, comenzó a cambiar sus hábitos hace unos años. Hoy en día es fácil encontrar este tipo de productos; no sólo en cadenas relacionadas con la etiqueta natural (como, por ejemplo, The Body Shop) sino también en marcas de cosmética con solera, como Margaret Astor o Avon. Dichas marcas suelen proclamar alto y claro que su gama de maquillaje o de productos para el cuidado del cabello no ha sido probada con animales, bien sea en sus páginas web o en sus packaging.
No obstante, sigue habiendo muchas marcas que continúan testeando sus productos en animales y, curiosamente, muchas de ellas pertenecen la gama más alta de la cosmética. Lancôme, Helena Rubinstain, Shiseido o Giorgio Armani todavía pertenecen a este grupo. Las razones no quedan claras, ya que lo que ocurre con los testeos dentro de los laboratorios es todavía un secreto. Y esa supuesta crueldad animal que alegan el resto de marcas podría no ser tal en la mayoría de los casos y ser simplemente una medida para reducir costes de producción. Además, la reputación de este tipo de marcas suele fidelizar al consumidor lo suficiente como para que las ventas no se resientan. Sea como fuere, a las mujeres además de guapas, les gusta ir con la conciencia bien limpia.
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