Cultura

Robert Wilson y Marina Abramovic no convencen a la crítica madrileña

Exceptuando una empalagosa reseña de Vela del Campo en El País, el estreno de Vida y muerte de Marina Abramovic en el Teatro Real arrancó escépticos bostezos y tópicos de la crítica madrileña.

Marina Abramovic -desdoblada en tres mujeres- descansa sobra una urna funeraria, escoltada por tres doberman que se mueven olfateando el escenario del Teatro Real. Marina Abramovic levita, casi tres horas después sobre el mismo escenario, mientras Anthony Hegarth entona una melodía.

Son la primera y la última escena de Vida y muerte de Marina Abramovic  una ópera que ha generado en los críticos desde el entudiasmo que despiertan los grandes nombres hasta las más que razonables reseñas acerca de la falta de sustancia tanto en el argumento como la verificación  de la falta de un vanguardismo de verdadera sustancia y no sólo de vestuario, en un espectáculo que lo prometía todo excepto la medianía.

Tanto los críticos Rubén Amón como Álvaro del Amo del diario El Mundo mostraron su poco entusiasmo ante el trabajo de Robert Wilson, que  consideraron  "de orfebrería" aunque con "ambiciones conceptuales" que parece limitarse a una estética "aséptica" de luces de neón  para transformar la puesta en escena de Abramovic en "en un carrousel de cuadros y de escenas de épica operística".

"Tanto los críticos Rubén Amón como Álvaro del Amo del diario El Mundo mostraron su poco entusiasmo ante el trabajo de Robert Wilson"

Igualmente descepcionado  se mostró Diego Manrique, del diario El País, quien llegó a expresar incluso que la participación de Antony Hegarthy y Svletana Spajic resultan "estáticas y ceremoniales". La mayoría de los críticos rescatan la actuación sincera y entregada de Willem Dafoe como guía y voz contínua del espectáculo, sin embargo vuelven a coincidir en lo poco que la obra realmente logra profundizar en aspectos trascendentes de la vida de Abramóvic.

Se hacen referencias a la infancia marcada por la figura de una madre represora en la asediadada Yugoslavia de Tito, pero no se deja claro, dicen la mayoría de los críticos,  qué papel real jugaron realmente dos figuras importantes  que, según expresa el propio montaje, dormían con una pistola al alcance de la mano.

Queda también desdibujada la figura de Ulay, compañero sentimental y artístico de Abramovic, eje fundamental de su vida y su trabajo, cuya figura, incluida en el segundo acto,  se resuelve enumerativamente con fechas recitadas por el propio Dafoe.

A pesar de estos atascos escenográficos que le son reclamados a Robert Wilson, quien perdió su oportunidad de salir en  brazos como Peter Sellars hace unos meses, otros medios como el ABC, La Vanguardia y La Razón se mostraron algo más complacientes con un estreno que, aunque se dijo mundial, no lo eran en realidad, porque la obra ya se había presentado en verano de 2010 en Manchester.Sin embargo, la más entusiasta, por no decir empalagosa, recitativa y reblandecida de las reseñas fue escrita por Juan Ángel Vela del Campo, y publicada por El País.

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