No existe una foto fija de cada literatura. No hay instantánea posible que retrate una sola época de oro, una única etapa brillante. Las hay, muchas y repetidas veces a lo largo de un siglo o una década, según las relecturas que aparezcan de esa literatura. Hace poco, en una entrevista publicada en El País, Roberto Constantini, un autor de la nueva camada italiana, decía sentirse influenciado por Pasolini y Elsa Morante ... imposible que no lleve Constantini o Baricco o cualquier otro escritor estas señas entre las suyas.
Fue una Italia sin duda emblemática la que se gestó, en la segunda mitad del siglo XX, alrededor de la célebre editorial Einaudi, donde coincidieron Cesare Pavese (1908-1950) con Italo Calvino (1923-1985), Elio Vittorini (1908-1966) y Primo Levi (1919-1987). Fue allí donde Natalia Ginzburg (1916-1991) prepararía los acordes de Léxico familiar (1963) a la vez que leería los manuscritos de Elsa Morante (1912-1985) o ensayaría sus líneas como actriz interpretando el papel de María de Betania en El evangelio según Mateo (1964), de Pier Paolo Pasolini (1922-1975).
Ésa es sin duda una, pero sólo una imagen de una Italia mucho más amplia -que hoy se afea con las desfachateces y los empalagosos candados de Moccia en los puentes- , que será además la invitada de la 71 edición de la Feria del Libro de Madrid, que se celebrará del 25 de mayo al 10 de junio de 2012.
A la edición de este año se espera que asista el escritor y ensayista Claudio Magris, autor de El Danubio (1986), considerada su obra maestra. Participarán además, escritores de las últimas tendencias, como el grupo que promueve la nueva novela italiana de genero épico, el colectivo Wu Ming; los maestros del giallo, o sea el policiaco italiano, y las poetisas que dicen renovar el lenguaje poético en Italia. Se prevé que asista Roberto Calasso, a la vez escritor y editor, y Erri De Luca, operario fabril y escritor tardío que arrasa en Italia y Francia, ensalzado por la crítica de su país, que le señala como el más importante de la última década.
Héctor Abad: Los novelistas italianos se mueren o se suicidan poco antes de que les den el premio Nobel
Justamente como aperitivo de la feria, en Vozpópuli hemos querido ofrecer un mapa arbitrario de lecturas. Se trata de una guía personal que hemos recolectado entre escritores y lectores, críticos y libreros, justamente para conseguir, desde los clásicos imprescindibles hasta los creadores periféricos. Coinciden nombres fundamentales del siglo XIX como Giuseppe Tomasi di Lampedusa autor de una única novela, El Gatopardo, ambientada en la unificación italiana; Federico De Roberto (1861 - 1927), uno de los más importantes representantes literarios del verismo -que tuvo su versión musical en Puccini- con su novela Los Virreyes (1894), así como figuras del XX como Italo Calvino, Pavese y Ginzburg.
Marcos Giralt, novelista madrileño, autor de Los seres felices (2005) y Tiempo de vida (2010). Ganador del Premio Nacional de Narravita 2011 y Premio Anagrama (1999). "Hay libros que para mí fueron importantes en diversos momentos: La conciencia de zeno, de Italo Svevo; El Gatopardo, de Tomasi di Lampedusa; Las ciudades invisibles, Si una noche de invierno un viajero y El barón rampante, de Italo Calvino; El Danubio, de Claudio Magris. Tambien, en menor medida, Leonardo Sciascia y Natalia Ginzburg".
Fernando Iwasaki, escritor peruano, autor de los libros de relatos Ajuar funerario (Madrid, 2004), Helarte de amar (Madrid, 2006) y España, aparta de mí estos premios (Madrid, 2009). "De niño leí los clásicos infantiles italianos que leyó mi madre. A saber, las aventuras de Salgari, el Bertoldo, Bertoldino y Cacaseno de Della Croce y Corazón de Edmondo de Amicis, autor -por cierto- de estupendos libros de viajes. Gracias a mi tío Daniel descubrí a Pitigrili cuando era adolescente. Durante mis años universitarios leí al Dante, Lampedusa, Manzzoni, Eco e Italo Calvino, quien desde entonces es uno de mis autores predilectos. No he dejado jamás de leer escritores italianos, y haciendo una apretada síntesis debería mencionar a Bufalino, Calasso, Tabucchi, Sciascia y Pasolini. También he leído a Baricco, Tammaro y Mazzucco, así como la poesía de Saba y Leopardi. Y como en su epitafio se consideró a sí mismo milanés, añado a Stendhal porque le habría hecho ilusión".
Juan Torres, consultor y columnista. "Para disponer de una panorámica adecuada de la novela italiana, hay que empezar por el principio, es decir, por Manzoni, con Los novios naturalmente, pero también con esa joya anticipatoria de la novela-reportaje que es la Historia de la columna infame. Después hay que avanzar con De Roberto y sus Virreyes, y con Giuseppe Tomasi, príncipe de Lampedusa, y su siempre mal citado y peor entendido Gatopardo, para detenerse, largo y tendido, en Pirandello, cuya narrativa, en particular sus cuentos, merecen tanta o más atención que su teatro. Tras pasar por Brancati y su Bello Antonio, hay que parar otro rato en Alberto Savinio, el hermano desconocido de Giorgio de Chirico, un inmenso narrador de distancias cortas, más importante por su influencia en otros escritores que por su llegada al gran público. Hay más nombres, pero conviene llegar pronto al gran Leonardo Sciascia, del que hay que tomar El mar de color de vino y avanzar todo seguido a lo largo de su treintena de brevísimos libros hasta llegar a la orilla prodigiosa de Una historia sencilla, un testamento perfecto por su nitidez y concisión. Después, con las fuerzas recompuestas, es preciso recalar en Roberto Calasso, uno de los escritores más originales e impredecibles de la literatura contemporánea. Para finalmente, buscar la sonrisa cómplice en el mejor Camilleri, que no es naturalmente el de su alimentario Montalbano, sino el de sus grandes novelas metahistóricas, tipo La concesión del teléfono o La ópera de Vigatà".
Ignacio Martínez de Pisón, escritor y guionista, autor de las novelas Dientes de leche (2008) y El día de mañana (2011). "De todos los escritores italianos, mi favorita es Natalia Ginzburg. Creo que hay pocos escritores que demuestren tanta sutileza y tanta atención a los movimientos más leves del alma humana. Por supuesto, hay muchos otros italianos que me interesan. Entre ellos, estarían Giorgio Bassani, Primo Levi, Cesare Pavese, Mario Rigoni Stern, Giorgio Manganelli... De entre los contemporáneos sigo con atención a Daniele del Giudice y Bruno Arpaia. También, aunque no soy lector asiduo de la literatura de género, las novelas policiacas de Carlo Lucarelli. Y creo que uno de los maestros en hacer libros de historia escritos con la calidad de la mejor literatura es Carlo Ginzburg, hijo precisamente de Natalia Ginzburg".
Juan Carlos Méndez Guédez, escritor venezolano, "Césare Pavese; el impresionante Italo Svevo; también Calvino por supuesto, que me sigue sorprendiendo y encantando. Giuseppe Montesano, publicado por la editorial Perténope, otro gran escritor: Dino Buzzati; el inolvidable Antonio Tabucchi. Y no puedo dejar de nombrarte a Niccoló Ammaniti de quien conozco una joya del humor y la risa:Que empiece la fiesta"
Héctor Abad, escritor y periodista colombiano. Autor de las novelas, entre otras, Angosta (2004) y El olvido que seremos (2005) "Los novelistas italianos se mueren o se suicidan poco antes de que les den el premio Nobel: es el caso de Calvino y de Primo Levi. Para mí la gran estación de la novela europea -el siglo XIX- fue desperdiciada en Italia: la opera agotó todos los recursos narrativos y toda la pasión novelística; así, la novela fue reemplazada por el bel canto. Los únicos que han salido siempre en defensa de la novela italiana son los sicilianos: Verga, Lampedusa, Sciascia, Bufalino y hoy en día Camilleri. De lo contrario son 'outsiders' como los grandes escritores judíos, Primo Levi y Natalia Ginzburg, o profesores brillantes que deciden escribir narrativa, como Umberto Eco. Creo que la savia de la ficción, desde los tiempos de Berlusconi, ha estado bastante seca en Italia. Tabucchi escribió dos grandes novelas, es cierto, pero hoy los jóvenes prefieren el relato periodístico o documental: es el caso de Saviano o de Mario Calabresi".
Antonio Méndez. La librería Méndez es un lugar donde los lectores todavía podemos aprender -y mucho- del librero, un preciado ejemplar de los que quedan poquísimos. Ésta es una librería de referencia. Está ubicada además en un lugar,todavía perfecto, en el número 18 de la calle Mayor. La lleva Antonio Méndez, a quien no hemos dudado un segundo en pedir su opinión en lo que a literatura italiana, clásicos o rarezas, se refiere. Antonio Méndez no recomienda, descubre. Después de hablar con él, se sale con un protocolo de lectura. Con más de una década de experiencia, Méndez es el librero de Javier Marías, Rioyo, o Pérez Reverte. Por acudimos a él.
El reflejo inmediato de Antonio al comenzar a hablar del tema es responder: "Así, de pronto, si tuviera que quedarme con algo, con lo esencial de la literatura italiana, sería con Los Virreyes de Federico De Roberto y, por supuesto, con Lampedusa, que queda clarísimo que era un adelantado para su tiempo". No obvia Méndez a los grandes de los grandes, nombres que reinciden en este texto como piedras preciosas en un broche, pero nuestro librero prefiere despistar e intentar con los menos conocidos. "Hay un cuentista muy interesante... Luigi Malerba del que Gadir Libros publicó un volumen de cuentos llamado El descubrimiento del alfabeto, muy simple, pero muy comprometido con las relaciones humanas. También los relatos de Las rosas imperiales son maravillosos. Descubrir a este autor vale la pena". Entre las recomendaciones más encaminadas a descubrir, menciona Antonio Méndez a Giani Celati con su novela Vidas erráticas, editada en España por Periférica.
Además de un repaso por contemporáneos que, personalmete, no le convencen del todo como Baricco, Antonio Méndez recomienda a Ippolito Nievo, un escritor del siglo XVIII repartido entre la política y una vocación narrativa de corte realista, también de inflexión romántica, que tiene su expresión en Las confesiones de un italiano, un libro que historia de Italia desde finales del siglo XVIII hasta 1855, en los umbrales de la unidad del reino. El libro está editado en España por Acantilado, con la traducción de José Ramón Monreal.