Desde hace al menos un par de décadas, Slavoj Zizek es el filósofo más atendido del planeta. Nadie duda de su talento, ni de su densa cultura, ni de su eléctrica forma de comunicar, que en muchos aspectos recuerda a la de las estrellas de rock. En realidad, nadie ha cuestionado a fondo a esta celebridad académica, así que es una sorpresa encontrar en las librerías un ensayo como Zizek, qué fácil lo tienes (Sequitur, 2020). El profesor valenciano Alberto Adsuara, experto arte y cine, cuestiona las premisas del discurso zizekiano, tomando como punto de partida el panfleto En defensa de la intolerancia (Sequitur, 2009) y la conferencia del Círculo de Bellas Artes Alegato a favor de un socialismo burocrático (2017). Estemos de acuerdo o no con el texto, esta réplica nos hace pensar sobre los dogmas del discurso ‘progre’ y sobre lo poco que se discuten las tesis de los divos intelectuales.
Pregunta: Más allá de Zizek, su libro denuncia que en el mundo académico las ideas progresistas se cuestionan mucho menos las conservadoras, libertarias o derechistas. ¿Por qué ocurre esto?
Respuesta: No es que el mundo académico denuncie menos las ideas progresistas, sino que se adhiere a ellas de forma incondicional. Otra cosa sería discutir el concepto idea progresista. Hablar de pensamiento académico es incurrir en un ingenuo oxímoron. Hace más de cuarenta años que la Universidad dejó de producir Pensamiento; la burocracia y la mediocridad se fueron apoderando de esos corruptos micromundos que son los Departamentos. La superioridad moral se nutre de la discordia que la misma superioridad moral genera. Al fin y al cabo, es lo que hace la corrección política: primero crear problemas donde no los hay y segundo hacerlos irresolubles. Porque la izquierda entendió bien que el goce -en sentido de goce delirante- no se encuentra en la resolución de los problemas, sino en la lucha por resolverlos. Ese es el motivo por el que en vez de querer eliminar la pobreza se empeñan en buscar la igualdad. Lo primero sería factible con organización y tesón, lo segundo es un imposible.
P: Sobre el discurso de Zizek, denuncia que en sus charlas hable de los desastres como oportunidades para la mejora social. Por premisas como esta describe a Zizek y Pablo Iglesias como “terroristas de juguete”.
R: Antes que nada conviene señalar lo indignante, por inmoral, que resulta el hecho de esperar una catástrofe universal. Pero eso es algo que, como demuestro a lo largo de todo el libro, sólo puede permitirse un individuo de izquierdas. Pero a Zizek le ríen las gracias. Volvemos siempre a lo mismo, a la superioridad moral con la que cuentan quienes alardean de decir que el fin justifica los medios. De juguete porque en el fondo son unos cobardes y ellos lo saben. En un conflicto real uno estaría comiendo palomitas delante de una película mientras reflexiona y el otro hablando por teléfono desde su coche oficial blindado. En cualquier caso, ambos se han pasado la vida induciendo a la lucha y no precisamente dialéctica. ¿Dónde está la mejora social ahora que ya hemos tenido el desastre deseado?
"El liberalismo siempre ha sido juzgado por el peor de sus resultados, mientras que el socialcomunismo siempre es juzgado por la mejor de sus intenciones", denuncia
P: En los últimos tiempos, se está dando una reevaluación del pensamiento conservador. La revista Archipiélago, donde usted trabajó, publicó un especial muy debatido con el título “La inquietante lucidez del pensamiento reaccionario”.
R: Recuerdo muy bien ese número de Archipiélago porque fui yo quien lo ilustró, nada casualmente debo decir. Es cierto lo que dice respecto a la reevaluación del pensamiento que yo no llamaría conservador, sino liberal. Lo que pasa es que la gente tiende a confundir la ideología con el simple partidismo. Ser liberal es un modo de ver y entender la vida, como lo es el de creer que todo se soluciona con la redistribución. Es un problema de asociaciones mentales, las que ha generado, cómo no, la izquierda. Para Zizek, así como para casi todos los votantes de izquierdas, un ser de derechas es un tipo encorbatado, con pelo engominado, ricitos en la nuca, mocasines Sebago y muy religioso. Y los partidos le hacen un flaco favor a esta inútil reduccionismo. Pero un liberal no tiene nada que ver con eso.
P: ¿Cómo es un liberal en 2020?
R: Un liberal verdadero, el derivado de las tesis de Von Mises o Hayek, tiene más de libertario que un tipo de izquierdas de hoy, que es eminentemente reaccionario. Un liberal verdadero no encuentra cabida en ningún partido político español. Un liberal verdadero cree, por ejemplo, en la legalización de las drogas y no necesariamente en Dios; y legislaría muy blando en cuestiones morales individuales. Los ‘progres’ sólo creen en su superioridad moral, lo que según ellos mismos les da carta blanca para imponer cualquier cosa.
P: Palabras como “liberal” y “neoliberal” se han convertido en insultos dentro del mundo académico. ¿Por qué?
R: En efecto, todo liberal es un facha para ellos, todo el que no piense como ellos es un facha en definitiva. Sería bueno revisar el concepto de 'intolerancia' en función del para mí asunto más preocupante de la corrección política, el de la falta de libertad de expresión. El concepto libertad de expresión sólo adquiere sentido en esos momentos en el que uno discrepa del otro. De otra forma carece de sentido. Y eso es lo que la nueva izquierda reaccionaria lleva hasta las últimas consecuencias; primero creyéndose superiores moralmente y segundo creyendo que el fin justifica los medios. Que por eso se señalan a así mismos como los únicos capaces de conocer la Verdad (con mayúsculas), con la creación de sus empresas del fact-checking como Newtral y Maldita. En definitiva: el liberalismo siempre ha sido juzgado por el peor de sus resultados, mientras que el socialcomunismo siempre es juzgado por la mejor de sus intenciones. Soy poco optimista porque no hay ningún partido que represente de verdad el espíritu liberal.
"Si para que haya menos pobreza tiene que haber más desigualdad, bienvenida sea ésta", propone
P: ¿Qué relación establece entre “liberalismo”, “neoliberalismo” y “libertarianismo”?
R: Lo de neoliberal no es sino una broma del lenguaje. No es nada. Ser libertario o anarcocapitalista es sólo una opción teórica, atractiva si se quiere, pero inviable. Sólo cabe ser liberal sabiéndose libertario, y como digo en el libro la diferencia entre un socialdemócrata y un liberal es que el primero dice hacerlo todo por y para la humanidad y el segundo dice hacerlo todo por y para la libertad. En la izquierda no hay libertad, y la derecha no cree en la posibilidad de igualdad (en lo que respecta al estatus social y económico). Por ejemplo, y puede llevarse la siguiente afirmación al terreno que se quiera: si para que haya menos pobreza tiene que haber más desigualdad, bienvenida sea ésta. La cuestión se dilucida ante una pregunta que requiere ser contestada: ¿Qué prefieres una sociedad muy igualitaria en la que todos sean pobres o una con muchas diferencias en la que nadie viva mal?
P: Volviendo a Zizek, escribe que “sus argumentos más lúcidos son siempre aquellos que expone advirtiendo a su interlocutor de que le va a molestar”. ¿Qué aspectos de la obra del pensador esloveno le parecen reivindicables?
R: Ese punto lo desarrollo en el capítulo “Zizek y los idiotas”, en el que Zizek hace uno de los análisis más lúcidos que he leído sobre la caída de lo simbólico, sobre los problemas que está causando el ya destruído sistema patriarcal. Por eso tiene que advertir a sus seguidores que va a decir algo que no va a gustarles: porque afirma que eso por lo que ellos -tres cuartas partes del mundo- están luchando ya está superado, y que lo que resulta preocupante es no saber qué hacer ante esa destrucción y ante esa caída de lo simbólico que no ha encontrado alternativa. O por decirlo más claramente, lo que se infiere de sus palabras es que en las sociedades avanzadas el feminismo carece de sentido por cuanto el sistema patriarcal está finiquitado. Por eso, inmediatamente después de advertir que va decir algo que no va a gustar y después de haberlo dicho se declara comunista y feminista. Es un lúcido cobarde.
P: Denuncia también un giro intolerante de la izquierda, que no admite que los políticos y militantes de derecha se sumen a manifestación feminista o en favor de los derechos gays.
R: Lo que sería recomendable es que nadie capitalizara una buena intención. Y, desde luego, que no se politizara. Lo que resultó indignante de aquella situación en la que se expulsó con violencia a gente de Ciudadanos de la manifestación del Día del Orgullo no fue tanto el hecho en sí, que también, cuanto el que el ministro Grande-Marlaska diera a entender que eso es lo que se merecían. Así es la izquierda reaccionaria del hoy. Y el problema es que toda la bancada socialista le aplaudió, como aplauden a diario a su “Fraudillo” Sánchez, el de “¿de quién depende la fiscalía?”. Cobardes. Volvemos a lo de siempre: que es la izquierda quien se cree poseedora de la superioridad moral y además sabe que eso es lo que le aporta más votos. La clase política es deleznable, toda, que por eso abogo por el liberalismo. Un buen liberal reduciría el Leviatán español a una décima parte de lo que ahora hay. Los políticos no saben hacer otra cosa que crear problemas, gastar mal el dinero y buscar votos.
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