Cultura

Aforismos: la peor paradoja

Lo que hacemos la mayoría de la gente todo el tiempo es hablar por no hablar

No conozco una manera más bonita de cogerle las espaldas a la realidad que mirar melancólicamente el paisaje por el retrovisor.

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Necesito que me fastidien un poco para poder escribir mis aforismos. Si todos nada más que me hicieseis feliz, yo sólo sería poeta.

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Como el agua estancada, la admiración que no se confiesa públicamente termina pudriéndose pronto en envidia.

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Los amores desgraciados son la peor paradoja del mundo.

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Somos tan veleidosos que hasta la luna, para que no nos cansemos de su misterio y de su belleza, tiene que hacernos el truco prestidigitador de sus fases.

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Les decimos a los jóvenes poetas que la poesía no es volcar sus sentimientos sobre el papel y no nos damos cuenta de que es muy probable que a ellos les interesen más sus sentimientos que la poesía. (A ellos, claro.)

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Lo difícil de la prudencia es la humildad que requiere.

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El orgulloso auténtico no se queja jamás de la envida: la disculpa, porque entiende que, siendo contra él, es natural.

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«La buena educación consiste en disimular lo mucho que pensamos en nosotros mismos y lo poco que pensamos en los demás». La santidad es pensar mucho en los demás y muy poco en uno mismo. Por eso, la buena educación y la santidad se parecen tanto, por fuera.

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La obligación de poner la otra mejilla conlleva implícito el requisito de tener bastante cara dura.

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Ridiculizar un haiku es pegarle a un niño.

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«Dormir juntos» funciona mucho mejor como metáfora de no dormir en absoluto que como –patadas, ruidos, tirones de la sábana…– realidad hipotética.

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Mi humildad sería perfecta (con su alegría, con su invulnerabilidad, con su gratitud) si no tuviese tanto fundamento.

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Todo aquel (político, amigo, escritor, quien sea) que nos pone en el brete de estar o con él o contra él es un blasfemo, pues ése es el privilegio de Cristo.

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Amor platónico

Mi amor por el orden.

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Turismo

Viajar para contarlo.

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Las catacumbas: nuestras catapultas.

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Hay incluso un «Ya te lo dije» simpático. Cuando te proponen algo y objetas que no vales e insisten y lo haces y no vales y se quedan muy extrañados y entonces dices: «Ya te lo dije».

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Reírse es darle un esquinazo a la muerte. El arte es sorprenderla por la espalda. La filosofía es abrazarla.

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La absoluta indiferencia de los amigos y familiares por nuestras murrias, melancolías y neurosis es justo lo que más falta nos hace.

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El Quijote avisa de los peligros de la lectura como La leyenda del santo bebedor de los del vino.

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Así no hay manera: cuando no tiene la razón, mi mujer no discute.

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Dos no se pelean si uno se deja abusar

Cuando la indiscutible superioridad estética del fracaso nos impone su magnetismo, lo adulteramos. El fracaso sólo es auténtico si hicimos todo lo posible para vencer.

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Idealizarlo todo es mi manera de exigirme más, en realidad.

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Dos no se pelean si uno se deja abusar.

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Lo que hacemos la mayoría de la gente todo el tiempo es hablar por no hablar.

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Como del demonio se dice que es el mono de Dios, con perdón de los monos; lo cursi es el mono de la belleza, con perdón de los monos.

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Su propio nombre lo dice «Tra-bajar». Tenemos que conseguir que para nosotros por lo menos sea «Tra-subir». «Tra-alzarse», mucho mejor.

(Pensarlo en vacaciones es facilísimo.)

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