Vítor monárquico 2.0: ¡Reviva el Rey!
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Se lo reconozco a los paganos: hay un suicidio nobilísimo, senatorial, senequista, socrático, admirable; pero todavía es mejor aceptar plenamente la muerte que quiera Dios para nosotros, sabiendo que ese será el suicido inmejorable. Suicidio, por la propia aceptación. Inmejorable, porque Dios decide cuando toca.
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«Soy tan reaccionario, que a veces se me corta la respiración», dijo –hemos de suponer que con un hilillo de voz– Léon Daudet. El conservador es un reaccionario que respira hondo.
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«Un conservador es un progre de tránsito lento», me dice Natalia Sanmartín. «Un conservador es un reaccionario de tránsito lento», me dice, más amable (esta vez), Kiko Méndez-Monasterio.
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La bofetada es el aplauso que se da a sí mismo, en ti, el que te la pega, encantado de su acto de bravura. (Hay que evitar que se aplauda.)
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Frases se le ocurren a todo el mundo. El aforista es el que rechaza las que no valen.
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El yo tiene una imperiosa vocación de tú. El amor la tiene de nosotros
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En tiempo de cambios, cambio de tiempos.
Un conservador es un progre de tránsito lento
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La expresión corriente en español «No hacer nada» con su doble negación ya nos está diciendo que el que no hace nada está haciendo algo importantísimo y sutil, misterioso y trascendente.
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Más es menos al máximo en la máxima.
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Lo malo de los prejuicios no es tenerlos, sino que nos tengan a nosotros.
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La maldición de ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente se mantiene más operativa que la de parir con dolor.
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Si vienes, tengo la tentación de escribir que bienes.
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Las novelas de Dios son nuestras biografías.
