Cultura

Las claves de la negociación entre Carmen Thyssen y el Estado

Cada año, y siempre en febrero, Carmen Thyssen amenaza con llevarse su colección a otra parte. ¿Por qué no lo hace realmente? Aquí algunas claves.

Todos los meses de febrero, desde hace seis años, justo en los días previos a la inauguración de la feria de arte contemporáneo ARCO Madrid -que se celebra anualmente a mediados del mes -, Carmen Thyssen-Bornemisza lanza su órdago: podría, esta vez sí, que decida sacar su colección personal del Museo Thyssen. ¿Adónde? Eso jamás lo puntualiza, sólo lanza el ultimátum.

La puntualidad de su reclamo tiene que ver con el hecho de que justo en esa época caduca (o toca renovar, según el caso), la cesión gratuita de las más de 400 obras de la colección de Carmen Thyssen y de las que se exhiben 240 en la pinacoteca madrileña, cuya colección está constituida en su corpus general por los más de 800 cuadros de la colección conservada y heredada por su marido, el barón Hans Heinrich von Thyssen-Bornemisza (1921-2002), además del apartado del que ella es titular y cuyo futuro se negocia actualmente con el Ministerio de Educación, Cultura y Deportes.

De llegar a buen puerto las conversaciones con el Ministerio de Educación Cultura y Deportes, la de 2017 sería la sexta renovación consecutiva

De llegar a buen puerto las conversaciones con el Ministerio de Educación Cultura y Deportes, la de 2017 sería la sexta renovación consecutiva de la colección de Carmen Thyssen o el inicio de un nuevo régimen. Algunas cosas han cambiado con respecto al guión habitual y las declaraciones de Íñigo Méndez de Vigo de esta semana así lo apuntan: el Estado está siendo "generoso" en la negociación con la baronesa Thyssen, Carmen Cervera, que ha planteado "cambios en determinadas condiciones" para renovar la cesión gratuita de su colección privada en Madrid.

Cervera ha ido un poco más allá con respecto a las exigencias de años anteriores. Solicita, abiertamente, que pueda trasladar de forma más libre algunas de las piezas. Y aunque es cierto que la situación habitual planteada por la baronesa deviene casi siempre en acuerdo amistoso, el argumento de este episodio se desmarca de los anteriores. Carmen Thyssen ya no pide -al menos ya no en primerísima instancia de su lista- que el Estado español compre el conjunto de las piezas, sino que le permita disponer más libremente de ellas (préstamos, exhibiciones, muestras itinerantes, etc).

El Tribunal Supremo de Justicia aseguró que se había excedido en el límite de préstamos contemplado en el acuerdo

Ya en el año 2013, y tras auditar las cuentas de la institución, el Tribunal Supremo de Justicia aseguró que el museo Thyssen se había excedido en el límite de préstamos contemplado en el acuerdo firmado en 2002 para la categoría Colección Internacional A+: el total de obras cedidas a otras instituciones alcanzaba un 20,66% del total de la colección, cuando el límite máximo es 10%. ¿Qué significa esto? Mucho, al menos en lo que a esta negociación supone.

¿Es suya o no?

A mediados de los ochenta, el barón Hans Heinrich formalizó un acuerdo con sus hijos para evitar la dispersión de la colección de su padre, que él había ido aumentando. De esa separación surgió la Colección Carmen Thyssen, que unida a la del barón Thyssen (y que fue adquirida por el Estado en 1993 por más de 44.100 millones de pesetas, es decir 265 millones de euros), permite hacer un recorrido por la historia de la pintura europea desde sus inicios en el siglo XIII hasta las postrimerías del siglo XX. De ahí la insistencia de Carmen Cervera en cobrar un canon por su exhibición o, en su defecto, de propiciar una compra.

En muchas ocasiones, Cervera ha puesto sobre la mesa el reclamo acerca del estatus de sus obras dentro del conjunto del museo Thyssen

En muchas ocasiones, Cervera ha puesto sobre la mesa el reclamo acerca del estatus de sus obras dentro del conjunto del museo Thyssen de Madrid. En 2009, cuando el acuerdo de cesión gratuita (estipulado durante 10 años) llegó a su fin, el asunto comenzó a complicarse: ella quería vender al Estado las obras, pero no a cualquier precio. A finales de 2010, Cervera rechazó una oferta del anterior Ministerio de Cultura, dirigido por Ángeles González-Sinde, para alquilar su colección durante dos años por una cantidad fijada a partir del alquiler de la colección del barón Thyssen antes de que fuera comprada por el Estado en 1993.

Carmen Thyssen dijo entonces que a pesar de tener "muchas ofertas" de otros países, había luchado durante años para que la colección de su marido se quedara en España. Su deseo, por tanto, es que la suya tuviera la misma suerte. "¡Qué se le va a hacer¡", dijo al año siguiente luego de mantener su decisión de ceder un año más su colección de forma gratuita al Estado. En aquella oportunidad, en plena recesión económica, Cervera aseguró que rezaba "para que se acabara la crisis". Lo que más le preocupaba entonces era dejar las cosas "arregladas" para sus herederos.

Lo que más le preocupaba entonces era dejar las cosas "arregladas" para sus herederos.

Pero hay más episodios; bastantes más. En julio de 2013, y ante su necesidad de "conseguir liquidez", Carmen Thyssen vendió en una subasta celebrada en Londres, por 27,89 millones de euros, el cuadro La esclusa (The lock) de John Constable, una de las joyas de su colección privada. Según los términos del acuerdo de préstamo, la baronesa tiene derecho a vender un 10 por ciento del valor total de la colección, fijado en una cantidad alrededor de los 800-900 millones de euros. El valor del Constable alcanzaba un 5 por ciento de ese total.

La venta supuso polémica con otros miembros del patronato, entre ellos, Francesca Thyssen, archiduquesa de Habsburgo y la única hija del barón que es miembro del patronato del MuseoThyssen-Bornemisza. Arrebatar esa pieza significaba mutilar no sólo el patrimonio del museo madrileño, sino la coherencia y brillo de las obras adquiridas durante años por su padre.

La colección, en manos de…

El núcleo principal de la colección de Carmen Thyssen –que abarca desde la pintura holandesa del siglo XVII hasta las vanguardias del siglo XX- tiene un valor patrimonial de primerísima línea. Su exhibición y conservación forma parte de los gastos totales del museo, que depende de la dotación presupuestaria asignada por el Estado así como del mecenazgo de los patronos de la institución. Mantener una colección constituye una inversión a la que se suma aquella que permite darle movimiento a través de exposiciones temporales, préstamos y traslados. Esos gastos se sufragan, también, con parte del erario público.

Al Thyssen le ha costado -y mucho- reponerse de los años de la crisis y la decapitación de su principal patrocinador: la extinta Caja Madrid. A pesar de eso, en sus cuentas de 2015, el déficit de la institución se redujo en 40% con respecto al año anterior. Esto ocurrió no porque aumentaran los ingresos de taquilla (los visitantes cayeron 3,6%) o los patrocinios, sino gracias a los de 5,3 millones de euros de las subvenciones aportadas por el Ministerio de Educación Cultura y Deportes. Una cantidad a la que se suman los desembolsos concretos y que tienen mucho que ver con la solicitud actual de Carmen Thyssen: mover más las obras. Pero, ¿cuánto cuesta eso? Si se toma en cuenta que tan sólo en publicidad la institución invierte más de 400.000 euros, el gasto en seguridad resulta mucho más elocuente.

Sacar una obra de un museo o, en el caso, traer una en préstamo supone una larga cadena de desembolsos

Sacar una obra de un museo o, en el caso, traer una en préstamo supone una larga cadena de desembolsos: las obras viajan con una garantía de seguro cuyo coste depende de la pieza y a la que hay que sumar el dinero total que supone embalarlas, transportarlas, acompañarlas (los llamados correos, es decir, los especialistas que acompañan a la pieza y las dietas asociadas) además de pagar su paso por aduana. Eo el año 2016, pocos días después de presentar sus cuentas, el Thyssen adjudicó el seguro del total de sus colección a la Fundación Mapfre, por ser considerada la oferta con mejor calificación en el concurso.

Las obras en cuestión, las que forman parte de esta negociación, si bien pertenecen a Carmen Thyssen, suponen una inversión significativa de dinero por parte de la institución que las ampara, en este caso el Museo Thyssen, cuyo mayor activo pertenece al Estado y, por tanto, exige una atención económica y logística con cargo a sus presupuestos. Una de las principales peticiones de la negociación, además de la gratuidad o no de la cesión, pasa justamente por ese punto: las cláusulas asociadas al movimiento de las obras. 

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