Matar y rematar. Estocada y descabello. Si algún periodista o algún asistente del Festival de San Sebastián no había presenciado nunca una corrida de toros, esta ha sido la semana. Albert Serra compite por la Concha de Oro con la película Tardes de soledad y se suma así a las pinturas de Goya o los versos de Lorca en su deseo de narrar con el lenguaje cinematográfico la representación de la vida y la muerte en la arena. Su héroe se llama Andrés Roca Rey y su fascinación, que parece genuina, no ha gustado entre los animalistas, aunque sí entre el público y la prensa, incluso en el "tendido 7" de los críticos de cine.
"Metafóricamente, la tauromaquia acongoja y tiene para mí una fascinación entender el motivo que hay detrás, que suele ser misterioso, incluso puede oscurecerse un poco más de lo que hacen algunas de mis películas, en lugar de clarificarlo", ha señalado el cineasta durante la rueda de prensa posterior a los primeros visionados de la prensa y el público general, a la que ha asistido Vozpópuli. Nadie hasta la mañana del martes había tenido oportunidad de ver la película, aunque el ruido que acumulaba la había convertido ya en la polémica de esta edición del Zinemaldia.
Albert Serra, cineasta con una sólida trayectoria y premiado en el Festival de Cannes, ha defendido la naturaleza de su proyecto -"no está al servicio de la causa sino del cine", ha dicho- y su "perspectiva pura". "Ya se sabe de antemano que es controvertida. Esto no me afectaba", ha zanjado sobre el proyecto.
En esta línea, y preguntado por las concentraciones convocadas y las protestas ante la supuesta romantización de su filme, se ha mostrado indignado. "No me parece ni bien ni mal, que la gente haga lo que quiera. Me parece ridículo enfocar esto en las obras de arte solo porque tocan un tema. Los cuadros tocan la guerra, había gente mala retratada en los museos, la obra está precisamente allí para ser testigo de sí misma, no de otra cosa. No le veo la relevancia. Romantizar no sé si sería la palabra", recalca.
Lo que sí existe en Tardes de soledad es "algo de fascinación" en cómo se desarrolla el "valor y el compromiso" del protagonista de esta película, un torero nacido en Lima (Perú) hace 27 años que agota entradas y ocupa un lugar privilegiado en los carteles de las ferias más importantes. "Es una película honesta, un retrato complejo y rico, para que cualquier persona se pueda acercar", ha defendido.
Uno de los momentos "más bonitos" para el director es aquel en el que "el toro mira a la cámara", que tiene "algo de espejo entre el torero y el toro, que se están mirando constantemente", con lo que consigue "interpelar de otra manera". Esto, como otros pasajes del filme, es fruto del montaje, la parte del proceso en la que se cocinó la película, en la que también se produce una "elección poética y estética" en el momento de la "muerte", cuando "la vida lo abandona", pero "el animal no sabe que va a morir".
Albert Serra: la vida y la muerte
Quizás para el espectador la sorpresa ha sido no solo tener acceso a un primerísimo primer plano de la muerte (y con ello, a la sangre, al miedo o a la pena, en cada caso), sino tener un acceso privilegiado a los comentarios no solo de Roca Rey, sino del resto de la cuadrilla, gracias a unos micrófonos inalámbricos sin los cuales, tal y como ha reconocido el director, "no existiría gran parte de la película".
"En la película hay un momento en el que alguien afirma que "la vida no vale nada". Hay que arriesgarla para hacer algo, la conservación no te lleva a ningún sitio"Albert Serra, director
"La vida y la muerte se representa en todas las corridas", tal y como ha señalado, y en esta película estuvieron registrando imágenes y sonido de un total de 14 festejos durante alrededor de dos años, en plazas como la Maestranza de Sevilla, Las Ventas, Bilbao o Santander.
¿Y por qué un joven se juega la vida en la plaza? "No lo sé. Hoy en día, que todo es comunicación, todo son opiniones, un acto de estas características tiene algo que recuerda que a veces es necesario, es arriesgado. Miras la guerra en Ucrania y ves que si quieren ganar, solo hay una manera, que es luchando en el campo de batalla, no con discursos. De una manera simbólica, en la película hay un momento en el que alguien afirma que "la vida no vale nada". Hay que arriesgarla para hacer algo, la conservación no te lleva a ningún sitio", ha respondido.
Al salir del cine, había quien aún se preguntaba si esta película era taurina o antitaurina. Albert Serra no escatima en sangre, punzadas, banderillas blancas teñidas de sangre, tampoco en golpes arriesgados, simulacros de cornada y otros momentos peligrosos, o al contraste entre la gloria del matador convertido en una especie de héroe griego y el remate de la muerte en segundo plano. El público se incorporaba, colocaba los codos en las piernas, las manos en la barbilla, se mostraba incómodo o deslumbrado, pero nadie quitaba los ojos de la pantalla.
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