La pugna por convertirse en la película más controvertida entre los estrenos de cine de esta semana no tiene un claro vencedor y se debate entre la sexualidad a los 70 y la relación con los androides. Algunos hablan de 'El diablo entre las piernas', del mexicano Arturo Ripstein, una cinta que pone el foco en el sexo en la tercera edad con una apuesta incómoda y descarnada en blanco y negro, reconocida en la pasada edición del Festival de Málaga con el premio a la mejor dirección. Sin embargo, la cinta 'Del inconveniente de haber nacido', un thriller distópico dirigido por la austriaca Sandra Wollner y premiado en la Berlinale, es quizás más difícil y polémica por la forma en la que expone la dimensión mas egoísta, insaciable, frágil y solitaria del ser humano.
La acción de esta película, que toma como título el de una de las obras más importantes del filósofo Émile Cioran, se desarrolla en un futuro próximo en el que las personas recurren a robots con forma humana para que ocupen el vacío que han dejado sus seres queridos tras su muerte o desaparición. La apariencia, la actitud y los recuerdos de estas máquinas emulan a la perfección las particularidades del amigo o familiar ausente, pero hay algo que falla en las conexiones emocionales. A medio camino entre un episodio de 'Black mirror', el 'Frankeinstein' de Mary Shelley, 'A.I., Inteligencia artificial' de Steven Spielberg, así como el cine de David Lynch o Jonathan Glazer, esta es una brillante película de ciencia ficción que merece la pena ver, a pesar de su historial.
Este filme fue cancelado en el Festival de Melbourne, acusado de "normalizar el interés sexual en los niños" y, ante aquel rechazo, la cineasta, que también estuvo presente con esta película en el Festival de San Sebastián, defendió en un comunicado que el arte debe plantear preguntas incómodas y que el contenido de la película "ya es discernible en la realidad". La polémica surge a partir de uno de los personajes principales de la película, que tiene en su casa un androide con aspecto de niña, que se refiere a él como papá y con el que juega de día y duerme de noche ¿Dónde está el límite de lo políticamente incorrecto?
La directora explica a Vozpópuli que la organización del festival decidió cancelar las proyecciones de su película porque, debido a la Covid, se vieron obligados a reaccionar rápido y a sacar conclusiones de dos expertos forenses, de los cuales uno ni siquiera había visto su cinta, por lo que cree que sus análisis eran superficiales y sin fundamento. "Si les permites decidir qué tipo de arte debe estar permitido es que algo va mal", sostiene Wollner sobre su papel de prescriptores ajenos al cine y alerta además sobre uno de los problemas particulares de nuestro tiempo: "Tienes que ser muy rápido para estar en el lado acertado".
Tenemos todas las plataformas del mundo y puedes hablar de todo on line, pero creo en la autenticación. Creo tanto en que las fuentes abiertas son un regalo como en el periodismo equilibrado e inteligente"
Más allá de las reflexiones a las que invita el propio contenido de la película, Wollner cree que hacen falta "organizaciones culturales" que formen una "columna vertebral" que ayude a "resistir ante estas turbas fantasmas" y que permitan tener "el tiempo y la autenticación para abordar asuntos difíciles y controvertidos, especialmente en el arte". "Tenemos todas las plataformas del mundo y puedes hablar de todo on line, pero creo en la autenticación. Creo tanto en que las fuentes abiertas son un regalo como en el periodismo equilibrado e inteligente", ha destacado.
Androides y fantasías oscuras
En cuanto al asunto concreto por el que su película ha causado tanta controversia, Wollner cree que existe "un gran miedo" a hablar sobre la pedofilia, porque "tan pronto uno retrata y analiza una dinámica así se convierte en parte del problema desde la perspectiva de algunas personas". Así, recuerda el escándalo que supuso recientemente la película francesa 'Cuties' o en su día la novela 'Lolita', de Nabokov. "Nos enfrentamos a la misma objeción: que nuestra película condona algo al retratarlo, lo que por supuesto es un sinsentido. Esa lógica, si la mantienes, podría ser el argumento perfecto para detener todo el retrato artístico sobre la naturaleza humana y la historia que, por definición, incluye tendencias oscuras y actos atroces que preferimos no afrontar de manera colectiva", defiende la cineasta.
La cineasta austriaca ve en la "problemática relación" entre el hombre y la niña androide un "ejemplo extremo y bastante inquietante" de una cuestión actual: un mundo cada vez más digital en el que el interior y el exterior se acercan, de manera que el humano será capaz de experimentar en una realidad virtual sus pensamientos, un lugar que, en palabras de la directora, "todavía se considera el núcleo irreductible del ser humano".
"La gente tiene fantasías oscuras y si existe una tecnología como esta, se utilizará para tal fin. Entonces, sea cual sea su opinión personal, sigue existiendo un enigma interesante: si es solo un objeto que se está utilizando, ¿en qué momento está permitido atribuirle cualidades humanas? ¿Hay algún punto en el que podamos decir que este androide no solo parece un niño, sino que debe protegerse como un niño? Si lo piensas bien, hacemos lo contrario a los animales en la agricultura industrial, donde los seres vivos son tratados básicamente como objetos para permitirnos procesarlos de la forma en que lo hacemos", concluye.
Materialismo emocional
Lo que para los padres de Sandra Wollner (Styria, Austria, 1983) fue un logro -la edad dorada del capitalismo individualista-, para la siguiente generación se convirtió en un "súper-mandato del ego para la autorrealización, para expresar la individualidad a través del trabajo, la vida en sí misma, en lugar de tener un trabajo normal", algo que, en su caso, cree que le llevó a dedicarse al cine. "Este fetichismo por el individuo lleva mucho tiempo en proceso, y nuestro aislamiento (y la voluntad de comprar la felicidad y el materialismo emocional) es otra progresión de ese fetichismo", apunta la directora, preguntada acerca de las consecuencias de un materialismo extremo que abarque también la esfera emocional.
Sin embargo, la cineasta ha observado en los últimos años un regreso a la "colectividad reprimida", como una "reacción a la crisis climática o a la sensación cada vez mayor de que el sistema económico centrado en el consumo individual no es sano para un futuro complejo". Del mismo modo, ve también un narcisismo extremo que se pone de manifiesto en los influencers y quienes desean tener sus vidas. "Ambos fenómenos, aparentemente, se alimentan, sirven y han sido anticipados por el capitalismo. Los colectivos y sus objetivos se pueden explotar fácilmente para obtener ganancias económicas, y los influencers ya han dado forma a una cultura que está bastante cerca del corporativismo de las distopías Cyberpunk", concluye.
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