El primer jueves de octubre se da a conocer el nombre del ganador del Premio Nobel de Literatura. Este año eso no ocurrirá. En mayo la Academia Sueca anunció su decisión de conceder el premio y la mantuvo. Eso sólo había ocurrido en las ediciones que coincidieron con la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Los motivos de fuerza que justificaron semejante medida apuntaban a la pérdida de la "confianza" en la institución, debido a la crisis desatada tras las denuncias por acoso sexual contra Jean-Claude Arnault, un personaje muy vinculado a la institución a a través de su club literario, además de ser esposo de una de sus miembros, Katarina Frostenson.
Bob Dylan no podía ser sinónimo de nada bueno. En sus últimos anuncios, la Academia Sueca parecía dar bandazos entre autores poco conocidos y elecciones desconcertantes como la del cantautor estadounidense, quien fue reconocido en 2016, el año en que muchos esperaban que el premio fuese a parar a manos Philip Roth. La reputación del premio, que llegó a ser concedido a autores como Samuel Beckett, comenzó a dejar a su paso una estela de duda que acabó mucho peor de lo que algunos imaginaban. La cuerda reventó por donde menos se esperaba: la denuncia anónima de 18 mujeres por abusos y vejaciones sexuales.
La Academia cortó la relación con Arnault y encargó una auditoría sobre sus relaciones con la institución. La avalancha de señalamientos e implicaciones comprometió a más personas: la secretaria, Sara Danius, y la propia Frostenson. Ambas abandonaron sus cargos. También la escritora Sara Stridsberg y Peter Englund renunciaron a sus sillones. La Academia, pues, entró en crisis definitiva. A lo largo de más de un siglo, el Nobel de Literatura se ha apuntado bajas y omisiones sangrantes. Kafka, James Joyce, Proust, Nabokov, Jorge Luis Borges… Autores fundamentales, catedrales de la palabra escrita que fueron sistemáticamente ignorados. El Premio Nobel de Literatura es uno de los cinco señalados en el testamento del filántropo sueco Alfred Nobel, quien pidió que fueran entregados cada año “a quien hubiera producido en el campo de la literatura la obra más destacada”.
Desde su institución en 1895 y su primera entrega en 1901, el Nobel había sido considerado uno de los reconocimientos de mayor peso en la consagración de un creador. Para cada categoría de los Nobel existe una Academia específica. En el caso de literatura es la Svenska Akademien. Está conformada por 18 miembros. No todos intervienen al mismo tiempo, ni de la misma forma. Hasta la votación definitiva de la que sale el ganador, el trabajo principal del comité Nobel lo realizan cinco miembros, quienes envían una carta a cerca de mil personalidades, instituciones y autores para que propongan sus candidatos. La regla más elemental es que nadie puede proponerse a sí mismo.
Una vez reunidas esas propuestas, este organismo presenta las listas de nombres que la Academia debe llevar a una versión reducida de cinco candidatos. Confeccionada esa lista, se estudia cada obra y se presenta un informe, que desemboca en el proceso final de elección. El candidato distinguido debe contar con más de la mitad de los votos de todos los académicos. Desde fuera, el asunto parecía impoluto e inquebrantable. Sin embargo, hay historias que invitan a descreer tal cosa. Algunos críticos literarios y periodistas aseguran que a Vladimir Nabokov no se le concedió el Nobel por un asunto de influencias. A él y a unos cuantos más. En 1974 el autor de Lolita fue rechazado, al igual que Graham Greene y Saul Bellow, para otorgar el premio a Eyvind Johnson, quien además compartió premio ese año con Harry Martinson. Ambos eran suecos y miembros de la academia, de hecho Johnson lo fue desde 1924 hasta 1973, justo el año previo.
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