Antonio de la Torre puede presumir de ser el actor español con más nominaciones a los premios Goya -un total de 14- que se suman a los dos cabezones que adornan su salón por su trabajo en Azuloscurocasinegro (2006) y El reino (2019). Su nombre en el cartel de una película es para muchos garantía de éxito y si uno repasa su filmografía da la impresión de que ha tocado todos los palos y de que ha trabajado con los mejores. Rodrigo Sorogoyen, Icíar Bollaín, Alberto Rodríguez, Álex de la Iglesia o Manuel Martín Cuenca son solo algunos nombres.
En esta ocasión asume un reto mayúsculo con el thriller Entre la vida y la muerte, una producción belga dirigida por el francés de origen chileno Giordano Gederlini en la que debuta con un papel en francés. En ella da vida a Leo Castañeda, un conductor de metro español afincado en Bruselas que presencia la muerte de su hijo en el andén. Según ha explicado el propio actor a Vozpópuli con motivo del estreno este viernes en los cines, más allá del frenético thriller que propone, esta es la historia de "un padre que intenta redimirse".
Pregunta: La presencia de su nombre en el cartel de una película es garantía de éxito. Es el actor español con más nominaciones a los premios Goya. ¿Guarda a la vista los dos cabezones que ha recibido hasta el momento?
Respuesta: Los tengo en el salón de casa, pero vivo en un piso no demasiado grande con niños, así que tus trofeos se pueden convertir en un juguete para ellos. Está el Goya pero de repente hay un dibujo de Dani o de Martina con una plastilina. Están ahí como quien tiene una foto, como un recuerdo. La gracia de los Goya es el momento y el añadido que te da en tu profesión, la repercusión que tenga en tu carrera.
P: ¿Tener premios elimina la incertidumbre que siempre hay vinculada a la profesión artística?
R: La vas aceptando también con los años, como el principio de Arquímedes: cuantos más años cumplo menos me quedan por vivir y menos que tengo que resolver. Con 20 años tienes la angustia de tener toda la vida por delante. Alguna ventaja tiene que tener cumplir años. Aprendes a confiar. Tengo clarísimo que no me voy a morir de hambre.
P: Sigue asumiendo nuevos retos y en esta ocasión se atreve con el francés.
R: El director es un francés de origen chileno que, como habla castellano, ha visto mucho cine español, y muchos thrillers en los que aparezco. Me animé, me hizo ilusión rodar en Bruselas y vi las ventajas de interpretar un papel en francés, con la ayuda de una "coach".
P: Este es un hombre de silencios, callado, reflexivo, que carga de un pasado que le atormenta. Más allá del guion, ¿dónde ha encontrado la inspiración?
R: El núcleo central es un padre que pierde un hijo. ¿Cómo gestionas el dolor? Por suerte no me ha ocurrido ni espero que me ocurra, pero si eres padres sabes lo que se siente, hay un imaginario. Hay un trabajo poliédrico: ensayos de acción, un policía nos asesoraba y también mucha documentación. Sin embargo, al fin y al cabo, es lo de siempre, y hay que buscar dentro del alma, porque normalizar tus diálogos en un idioma que no hablas tiene su cosa.
Retratar a los malvados ayuda a comprenderlos y, probablemente, a que ciertas cosas no vuelvan a ocurrir", señala De la Torre
P: Ha interpretado infinitos papeles. ¿Qué le falta por hacer?
R: Con 20 años quizás sí lo pensaba, pero ahora no pienso en lo que me falta por hacer, sino que disfruto con lo que viene. El pasado mes de mayo, por ejemplo, rodé en Chile con Lone Scherfig (An education, Italiano para principiantes).
P: Estudió periodismo y ejerció la carrera. ¿Sigue pensando como tal?
R: Es una profesión que siento muy cercana y pienso mucho sobre ella. A medida que hago películas que se acercan a la realidad -como El reino o La noche de 12 años -es como si el periodista que llevo dentro de saciara un poco. Algunas veces he publicado alguna cosa, pero llega a cierta edad en la que aprendes a ser consciente de las limitaciones y a estar a lo que estás.
P: Da la impresión de que no ha dado un paso en falso en su carrera, de que ha elegido cuidadosamente sus papeles. ¿Tiene líneas rojas?
R: Todos los papeles deben ser interpretados. Hubo una polémica con Bruno Ganz con El hundimiento porque humanizaba a Hitler, pero es que era un ser humano. Estoy ahora con la obra de teatro Un hombre de paso, en la que interpretó a un miembro de Cruz Roja que fue a Auschwitz y no vio nada. Nos reconforta pensar que Hitler era un diablo, pero Hitler era un ser humano y estaba convencido de que hacía algo muy bueno. La gran función de la interpretación y del arte es hablar de eso, retratar a los malvados ayuda a comprenderlos y, probablemente, a que ciertas cosas no vuelvan a ocurrir.
Vivimos en un momento apasionante en el que tenemos todo en un móvil. Ahora el reto es elegir lo bueno", afirma el actor
P: El cine español -y en general el cine- no pasa por su mejor momento en la taquilla, ¿le despierta miedos?
R: Está cambiando mucho el modelo de consumo. A lo mejor soy un hombre de mi tiempo, pero como la experiencia de la sala de cine no he sentido nada parecido. El cine es una experiencia audiovisual única, al igual que creo que el cine hay que verlo en versión original. Pero esto que digo también es aplicable a la información: vivimos en un momento apasionante en el que en un móvil tenemos todo. Ahora el reto es elegir lo bueno.
P: Hace pocos días se pronunció sobre la nueva plataforma de Yolanda Díaz. ¿Es difícil para un actor posicionarse? ¿Cuáles son los riesgos?
R: No se puede vivir con miedo. Me pasa mucho, muchos amigos me dicen que no me señale, que soy un rojo. ¿Cómo voy a ser rojo? Hago una peli, me pagan una pasta y vivo en un buen piso. Si lo piensas, siempre hay más cosas que podrías hacer. Afortunadamente, alguna ventaja debe tener cumplir años. Vas perdiendo miedo. En general intento ser respetuoso, no centrarme en el odio, intentar hacer algo constructivo y bueno.
P: ¿Le resulta sencilla la fama, la notoriedad? ¿Cómo se convive con el éxito, con ser reconocido por la calle, en un restaurante o en la frutería?
R: No soy tan reconocido. Vivo en Sevilla y los de mi barrio me tienen muy visto. Mi cara da pie a muchos surrealismos: me preguntan si he sido carnicero, si he jugado a fútbol sala y otras muchas cosas más.
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