Cultura

Cuando Antonio Gala firmaba, incluyendo su teléfono si eras guapo

Mañana lluviosa de martes, pero unas cien personas revolotean por las casetas y se cuelga el cartel de ‘aforo agotado: 60 personas’ en la sala donde se celebra una doble

Mañana lluviosa de martes, pero unas cien personas revolotean por las casetas y se cuelga el cartel de ‘aforo agotado: 60 personas’ en la sala donde se celebra una doble presentación de alto voltaje emocional. Por un lado, ayer se publicó 80 años de la Feria del libro en Madrid, espléndido tomo a cargo de Pilar Eusamio. Se considera un triunfo no solo por el reto en sí, sino por las dificultades extra asociadas a la pandemia. Además el libro se plantea otra exigencia seria: servir como modelo de publicación ecológica, completamente neutro en emisiones de carbono y con cien por cien de trazabilidad. No es poca cosa.

Se ilustra con imágenes de todas las épocas, desde la fundación en la Segunda República hasta el crecimiento durante el franquismo o la explosión comercial en la Transición. Estampas donde aparecen Azaña, Fraga, Francisco Umbral, el rey Juan Carlos I y Tierno Galván, entre muchos otros. También, por supuesto, riadas de compradores de libros (a veces, desbordantes). Los autores más recordados en la charla son Carmen Martín Gaite y José Hierro, que vivían cada feria como si fuese una fiesta. Ella consideraba este encuentro como un punto vital de referencia, algo sólido en un mundo de cambio constante (no siempre a mejor). Se proyectan imágenes del protagonista de la película de Marcelino pan y vino firmando ejemplares en la Feria, aunque uno de los presentadores bromea con que hoy esto sería punible por explotación infantil.

Los primeros premios Lealtad fueron para Ediciones Juventud, ediciones Morata, la distribuidora Antonio Machado y la librería Miraguano

¿La mejor anécdota de la mañana? Llega ya bien entrados los premios Lealtad, contada por José Miguel García Sánchez, responsable de la librería/distribuidora Antonio Machado. Sus recuerdos llegan a través de su hija Verónica, ya que él ha sufrido un susto vascular reciente que le impide acudir. A comienzos de los sesenta, un joven Antonio Gala se acercó a su caseta para proponerle que le dejara firmar, pidiéndole que la decorase con globos de colores. El escritor ya tenía un éxito considerable, a costa de Los verdes campos del Edén (1963), que triunfaba en el teatro María Guerrero. El editor y distribuidor recuerda que Gala ponía su teléfono debajo de la firma de cualquier lector masculino que le pareciese guapo. Y que incluso lo hizo con él, comparando su aspecto con el del actor Harry Belafonte. Ya sabemos que las ferias también están para socializar.

Volumen que recoge 80 años de la feria en imágenes

Lealtades premiadas

Los otros premios Lealtad son para tres entidades que han demostrado su compromiso de décadas con la feria madrileña: Ediciones Juventud, Ediciones Morata y librería Miraguano. De la barcelonesa Juventud se destaca que trajo a tiempo a España colecciones como las de Enid Blyton y Tintín, imprescindibles para crear la cantera de lectores del futuro. De Morata , especializada en textos científicos, se recuerda que estuvo a punto de cerrar recientemente, pero que una apuesta decidida por el oficio la salvó de desaparecer. La congelación de las ventas en América Latina, acompañada del impago de deudas, pueden tumbar a la empresa más robusta, hasta el punto de que un asesor fiscal opinó que era preferible que el director se "pegase un tiro" antes de intentar sacar la empresa a flote. De la librería y editorial Miraguano, sita en la calle Hermosilla de Madrid, se destaca su compromiso con la lectura y con los proyectos colectivos de los pequeños libreros.

Paulo Cosín (ed. Juventud), Miguel García (Morata), Verónica García (Machado) y Pepa Arteaga (Miraguano)

En el acto hay una emoción creciente, acompañada de algunas lágrimas, que reflejan un proceso de catarsis en el que no estaba claro que esta feria se pudiese celebrar en 2021. También se palpa la incertidumbre de un sector atrapado entre los avances tecnológicos, las crisis económicas y el decreciente glamur de la lectura en un mundo cada vez más pendiente en otras cosas. En realidad, esto no era exactamente una rueda de prensa, ya que apenas había periodistas culturales en la sala (y ni siquiera se dio un turno de preguntas). Se trataba más bien de una terapia de grupo gremial para decirse cara a cara que en la unión estça la fuerza y que la situación no es tan mala como nos habíamos imaginado. La media de edad de los asistentes debía de rondar los sesenta años y casi todos se conocían desde hace décadas. Tampoco está mal dedicar un rato a confirmar que ya ha pasado lo peor.

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