El pintor manchego Antonio López (Tomelloso, 1936) ha vuelto a salir a la calle con sus pinceles este mes de agosto para continuar sus pinturas madrileñas con un nuevo lienzo de la Gran Vía, esta vez el tramo que preside el edificio Carrión, con su famoso letrero luminoso de Schweppes. "La arquitectura es el trabajo que hacen los hombres para vivir dentro y a mí eso me resulta sumamente interesante, por eso me encanta la arquitectura y me gusta representarla, es como nuestro retrato”, ha dicho este lunes a Efe.
Vestido con pantalón corto y camisa de rayas, ante la atenta mirada de numerosos curiosos, que bien se encontraban de compras, comiendo o de visita a la capital, López lleva varios días instalándose cada tarde frente al ventanal de unos grandes almacenes en la plaza de Callao, donde tiene la vista perfecta del espacio que quiere pintar.
El lienzo pertenece a una colección de obras sobre la arquitectura madrileña que empezó en 2010 y no terminó, y ahora ha decidido retomarlo. “Agosto es ideal para trabajar en Madrid, yo me quedó aquí los veranos así que aprovecho para pintar, ya que la luz que tiene es muy buena. Es un cuadro que merece la pena terminar”, señala.
Paisajes urbanos
El pintor hiperrealista manchego es un clásico del verano madrileño, ya que no es la primera vez que abandona su estudio para pintar desde el corazón de Madrid y retratar así sus paisajes urbanos. Hace más o menos un año se apeó en plena Puerta del Sol -desde el 1 de julio hasta el 23 de agosto, entre las 19 y las 20:30 horas de la tarde- para retomar otra obra que había dejado inacabada en 2010, lo que despertó la atención de mucha gente y le ocasionó un leve altercado con la policía local que no le reconoció y le pidió la documentación.
Asimismo, a comienzos de este mismo año, el artista fue visto en Barcelona pintando desde la montaña de Montjuïc hasta el Park Güell pasando también por la Sagrada Familia. La Gran Vía madrileña la ha inmortalizado en más de una ocasión, la más famosa es su perspectiva de la gran avenida desierta, desde la calle Alcalá, un cuadro que tardó siete años en terminar, entre 1974 y 1981.
No sabe cuándo acabará de pintar este nuevo lienzo. "El arte no entiende de prisas”, sostiene, por lo que es probable que el próximo verano se le vuelva a ver enfundado con su camisa de rayas mirando por el ventanal de Callao.
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