Sí, en efecto, el “pasado es un lugar extraño” y por ello Arcadi Espada (Barcelona, 1957) ha decidido separarse, dividirse, en otra persona para analizar al comunista piloso que fue. Hablamos así de una crónica de un tal Arcadio donde este espejo deformante, otra vez el callejón del gato, sorprende al maduro columnista por su inocencia, cesiones y, claro, ideología. Libro más tierno que cruel, La Doble Vida de Arcadi Espada (Península) podría decirse, compensa los excesos de este juego retórico con un viaje en el tiempo a una generación que, según el crítico teatral Marcos Ordóñez, “vivía en un tiempo que no le pertenecía”.
Pregunta. ¿De dónde surge que el adulto Arcadi se interese por el joven Arcadio? ¿Quizá de la frase “me recuerdas a mí cuando era gilipollas” de Jiménez Losantos a Pablo Iglesias?
Respuesta. No. De ahí surge una evidencia. Esto viene que yo he dedicado mucho tiempo en mi vida al examen de las vidas de los otros. Y, entonces, pensé que el examen de la vida de un joven entre los años 75 y 81, un joven que conocía bien y del cual tenía mucha documentación, podía ser un ejemplo interesante. Y, evidentemente, esa frase contundente de Federico que dijo a un político se incluyó. Pero, literalmente, el origen no es ese.
P. Gabriel Albiac, al que citas y que fuera discípulo de Althusser, afirmaba en sus recientes memorias “me equivoqué” ¿Unes tu adolescencia a ese juicio?
R. No. No, no. Lo primero es que yo no me equivoqué. En todo caso, el que se equivocó y que faltó fue otra persona que, insisto, no soy yo. Que tiene mucho que ver conmigo, a quien conozco profundamente, pero yo también tengo que ver con personas que no soy yo y a las que conozco. En la adolescencia no hay equivocaciones: toda adolescencia es un error. Es una edad que hay que denunciar, es siniestra y conviene pasarla cuanto antes.
Si se nos dijera que la juventud es un error, en el fondo introduciríamos la posibilidad de que la esta fuera un acierto. Y no puede ser. Por razones de orden biológico y puramente culturales, esa experiencia no la puede tener un joven. Este, sin embargo, puede tener muchas virtudes muy necesarias para la vida: morir en las playas de Normandía, descubrir un teorema fundamental después de dedicarle cinco días a la semana (24 horas de codos sobre la mesa) e incluso batir un récord mundial inaccesible hasta aquel momento. Pero el joven, también, no comprende el mundo. De ahí que, por ejemplo, no sea la gente conveniente que se dedique a la política. Muchos de los errores de gobierno vienen de allí…
P. ¿No te sientes vulnerable al exponer tu adolescencia y juventud? No estás lejano en detalles a los bustos parlantes de El desencanto, a pesar de la segunda persona…
R. Vulnerable, por supuesto. Escribir de verdad es siempre mostrar realidades.
P. ¿Buscas el grado cero de escritura de Roland Barthes? ¿Empiezas desde el sujeto?
R. Sí, claro, es una obviedad. Escribir es vulnerar siempre algo; eso cuando uno se toma la escritura de verdad, en serio, como lo hago yo. Te recuerdo que me lo tomo en serio solamente porque la escritura me permite vivir, no por otra razón mística o caudalosa. Este libro refleja muchos hechos que podríamos ponerle la categoría de vergonzosos: es uno de sus grandes temas, en muchos órdenes. La gente se fija, por supuesto, en las vergüenzas derivadas del tema sexual, pero hay también otras muy importantes…
P. Las partes donde evocas tu infancia como hijo de un portero son propias del mejor Juan Marsé ¿Es cierto que Carod Rovira, nacionalista de izquierdas (oxímoron), se metió contigo por tu condición social?
R. Algún comentario se hizo, ahora que lo recuerdo sí. Es verdad que, además, se vinculaba a los porteros con el colaboracionismo de la dictadura.
Escribir es vulnerar siempre algo; eso cuando uno se toma la escritura de verdad, en serio, como lo hago yo
P. Quiero incidir en que el comentario lo dijo alguien supuestamente de izquierdas…
R. Sí, supongo. Pero no tengo la idea, no quiero ser injusto ya que no tengo la frase apuntada.
P. ¿No te recuerda el libro a American Graffiti de George Lucas? “Un verano, antes de la madurez, un campamento comunista en Caprarola -Italia- marcará a todos…”
R. (risas) Sí, es verdad. No había pensado en ello, pero te lo ha recordado a ti. Sí, probablemente.
P. Me fascina el Arcadio gramsciano, que organiza una comuna socialista con funciones claras para cada miembro ¿Realmente llegó a estar en funcionamiento?
R. Sí, sí. Aunque me quedó precaria, como era todo. Es curioso porque nuestra generación tenía mucho de imitación. Era un simulacro sobre todo de los hermanos mayores, que efectivamente habían hecho cosas algo más duraderas.
P. ¿Cómo era aquella frase de Marcos Ordóñez, el crítico teatral, que citas en Contra Catalunya? “Vivíamos en un tiempo que no nos pertenecía”
R. Sí, algo así. Es eso. Yo creo que era -nosotros siempre hicimos eso- simulacros sobre la realidad de los mayores. La generación de transición ella misma fue una transición. De todos modos, si he podido escribir este libro es por la cantidad de documentos que hay de Arcadio. Tienes que tener un backup de todo eso.
P. Puedes confrontar tu memoria con lo que es el hecho
R. Sí, claro. A pesar de que hay que tener cuidado con los documentos, porque a veces uno tiende a darlos un carácter de inexorabilidad que tampoco tienen. Porque a veces los documentos fueron escritos también para mentir o también para gallear, chulear…
P. En general, la fuente más cercana al hecho suele ser más certera que la que se evoca por la memoria, siempre atravesada por metáforas
R. Exactamente. Y, por lo tanto, hay que tratarla con prudencia, manejar ese material, porque a veces no lo vamos a engañar. Evidentemente, cuando yo accedo al archivo de Arcadio veo esa organización tan precisa, en lo cual está incluso descrito el dinero que ha de destinarse a posibles abortos.
P. ¿Tanta era la influencia del PCI y la doctrina de Palmiro Togliatti, eurocomunismo, en el PSUC? Gregorio Morán suele afirmar que esto se debe a los escasos ensayistas de nivel en el comunismo español
R. Yo no sé si Togliatti, incluso, era un gran ensayista…
P. Hombre, es casi seguro que tenía mejores ensayos que toda la cúpula del PCE en aquel tiempo, como dice Morán
R. Bueno, no sé, no me parece. No creo que fuera un ensayista de gran nivel, Togliatti era otra cosa. No lo sé. Hay una cosa en el Partido Comunista Italiano, que me parece muy interesante subrayarlo porque a Arcadio le fascinaba, que fue esa especie de aristocratismo, de retórica berlingueriana. Eso un poco aquí lo hizo Nicolás Sartorius, ¿no? Aunque nunca llegó a dirigir el partido…
P. No podía haberlo dirigido
R. Enrico Berlinguer a Arcadio le tenía fascinado. Hablaba muy bien, tenía el deje característico de las personas que han tenido una educación de élite.
P. Los polacos, que vivían en países comunistas y te cuentan la mediocridad en ellos en ese campamento de Caprarola ¿fueron el primer despertar de Arcadio del dogmatismo rojo?
R. Bueno, fueron interesantes las conversaciones que Arcadio mantuvo con ellos. Él no ignoraba la realidad del este -estamos hablando del año 79- y las cosas que pasaban en la Unión Soviética. No lo ignoraba, pero una cosa es leerlo, y otra cosa es toparse de repente - era la primera vez que Arcadio había hablado con ellos- con víctimas del socialismo real. Entonces, hay una conversación ahí que se tiene que leer muy bien entre Arcadio y ellos: “nosotros sabemos lo que es el comunismo, vosotros estáis fuera de él”.
P. En el libro incides bien en que el comunismo no deja de ser una proyección literaria, casi religiosa (Albiac lo llama “nostalgia del absoluto”), pero ¿No es irónico que en los países comunistas la novela, la obra del yo, se extinguiera? Lo dice con pericia Nabokov en su historia de la literatura rusa…
R. Claro, porque tenían la ficción institucionalizada, la respuesta es facilísima. El término de Albiac es preciso. La ficción era un asunto de Estado.
P. Es un tema que no se suele insistir y a mí me resulta fascinante. El comunismo sentimental, aquel literario y de poetas, jamás lo recuerda. Es decir, la novela desaparece en los países comunistas. Yukio Mishima, el escritor japonés, tiene una gran frase sobre esto, “lo que tiene que suceder en los países comunistas es que la novela se extinga”.
R. Fíjate que además tiene razón de ser, porque si aplicamos el patrón de la verosimilitud, el patrón de la novela realista, claro, en el comunismo todo era inverosímil (risas).
P. Es curioso que defendieras la Transición y ese espíritu de “aceptación del adversario” (cita del historiador Carlos Dardé) siendo joven ¿Sabes que la ley de amnistía impedía también que los dirigentes comunistas vivos de la guerra pudieran ser procesados por la represión del 36 al 39?
R. Sí, es así.
P. ¿De verdad eras seguidor de Wilhelm Reich? Siempre te he imaginado más cercano a Marat que a Sade…
R. No, no, absolutamente, aunque efectivamente estamos hablando de otro (risas). Por supuesto, Arcadio fue un gran partidario de Reich porque daba muchas cosas. Era un antifreudianismo con análisis muy interesantes sobre la cultura. En El malestar de la cultura Sigmund Freud habla de que la represión es necesaria para asegurar el producto cultural. La cultura sería fruto de la represión, afirma de una manera un poco sumaria. Entonces, Reich se levanta contra esto y dice, “no, no, esa es la cultura, la cultura heteropatriarcal, la cultura basura”. Considera, entonces, que la cultura del hombre libre es la cultura del hombre que tiene una sexualidad vigorosa, diversa, libre. En su libro del fascismo…
P. Psicología de masas del fascismo es un gran libro
R. Hay que tenerlo muy en cuenta, es un libro estupendo. Hay una cosa que no entiende la gente más joven y es que el acto sexual es un acto político. El orgasmo como acto.
P. La sexualidad era emancipación en los 70. Esto es claro en las memorias de Antonio Escohotado. Comentaba incluso que la gente tenía sexo antes de hablar por primera vez…
R. Eso es una exageración, también. Mira, no es que el sexo fuera solamente eso. No, es que el acto sexual se consideraba como un acto de trascendencia política. Y eso daba una vitalidad a la relación. Y claro, vitalidad y también unas confusiones formidables (risas). La gente se sorprende de que yo hable tanto de sexo, y no es nada en especial: que puede hacer un chaval 20 años de verdad. Y, por supuesto, todo eso además está muy vinculado a la actualidad. Este libro no pierde nunca de vista el lugar donde se está escribiendo. Y este lugar en el que se está escribiendo es un lugar tomado por los capellanes, ahora de izquierdas, como Arcadio sufrió a los capellanes de derecha. Y, por lo tanto, en contra de lo que la gente quiere, no me parece nada mal que se destaquen las cuestiones sexuales ya que pienso en ellas, en esas monjas laicas, cada vez que salen en las noticias.
P. ¿Cómo pudiste pasar por tantos años la frase reaccionaria de tu entrevista con el pintor Antoni Tàpies “Cataluña es una nación milenaria”? Cambiar Cataluña por Alemania expone la taxonomía ideológica del pintor
R. Eso es, claro, una de las cosas que hago en el libro: Arcadio leyó y trasegó muchas cosas indignantes. Una de las intenciones de la obra es efectivamente explicar lo que leyó y en qué medida lo que leyó era lo que hoy sabemos falso y miserable.
P. No haces un buen perfil de los intelectuales comunistas del tiempo, incidiendo en cómo banalizaron el terrorismo ¿Sintió alguna vez culpa Vázquez Montalbán por sus textos de Triunfo donde blanqueaba a ETA?
R. No. Y además puedo asegurarlo. Lo hago porque no Arcadio, sino yo mismo traté con Manolo hasta el final de su vida y con él tuve una buena y conflictiva relación. Aún recuerdo una conversación con él en la puerta de casa, a inicios de los 2000, donde era muy difícil arrancarle una condena sin peros de ETA. Él estaba dispuesto a ayudar, estaba dispuesto a tener un acuerdo - “ayudaremos a las víctimas”- pero él se negaba a considerar que ETA era una simple banda de asesinos. Les daba un punto de legitimidad política y, por lo tanto, no. Ahora, justamente en el libro se explican las cosas en que brilló Arcadio: las crónicas contra la impunidad del terrorismo en Cataluña (los asesinatos del independentismo catalán de José María Bultó y Joaquín Viola).
P. Cuéntame un poco sobre revistas como Clímax, donde colaboraste, y esa extraña mezcla entre erotismo y política tan catalana. En Madrid apenas existió ese tipo de publicaciones mientras que Godó hizo su fortuna la mezcla de desnudos y comedia de El Papus…
R. Sí, bueno, Clímax era como “low cost” del modelo macro Interviú, que yo creo que no se le ha dado una importancia…
P. No, no, es importante y esencial en la prensa política del tiempo.
R. …al hecho de las mujeres desnudas en la vida pública española…
P. Púbica
R. (risas). Sí, púbica. Digo que eso fue la razón verdadera de que no hubiera guerra civil, que la gente se tenía que entretener.
P. De nuevo, Wilhelm Reich
R. Efectivamente. O sea, el destape; esa palabra maravillosa que inventó Ángel Casas creo. Esa era la palabra del tiempo por muchas razones, igual que yo digo lo del “desencanto”. El destape era el destape de todo, pero no solamente de los cuerpos, también de las tumbas, de esto que se olvida, de las cunetas: Interviú cada semana destapaba cunetas, se sabía perfectamente ¿Qué están diciendo ahora? Todo esto se sabía perfectamente.
Hace poco, hace una semana, se ha muerto la persona que me maquetaba allí -la redactora jefa de Clímax- Marina Bru. Mientras maquetaba fotos de tías en pelotas y tal y cual, me iba criticando mientras que yo le decía, que Arcadio le decía más bien, “Marina, pero es que el marxismo es una totalidad, ¡es una totalidad!” Había cosas tan extravagantes, también, como que Xavier Vinader -periodista que debes conocer, miembro del partido comunista y especialista en desarticulación de todo tipo de tramas fascistas- me enviara de putas a hacer un reportaje ¡Y lo contara!
P. Siguiendo con los catalanes, Wilhelm Reich y la sexualidad, el fallecido Sánchez Dragó confesaba que una vez se encontró a Vázquez Montalbán solo en un bar, luego de ganar el Premio Planeta, y este último le dijo “ni siquiera con el premio ligo” ¿No es la frustración sexual el nervio de gran parte del Montalbán articulista? Sus textos de Triunfo sobre vedettes no están lejanos a los peores hilos de Forocoches…
R. Bueno, esa es una afirmación tuya, que respetaremos y que seguramente es cierta, pero no conozco la vida privada de Manolo hasta ese punto. Desde luego, follar o no follar tiene consecuencias, lo dejaremos en eso.
P. Me encanta tu perfil del muy bizarro Antonio Álvarez Solís, con la pequeña mención de sus derivas a lo Woody Allen, ¿Cómo pudo pasar alguien de Falange a apoyar a Bildu? ¿Sabes que ni siquiera El País publicó su obituario? Era un apestado luego de haberlo sido todo en los 70…
R. Sin duda y era un articulista, cuando yo lo conocí, que escribía unos artículos en el Diario de Barcelona, mi periódico, cargados de intuición y con mucha sagacidad.
P. Era muy buen articulista, quizá mejor que Montalbán…
R. Sí, sí, era muy bueno Álvarez Solís, no sé si tanto como Montalbán. Montalbán tiene cosas muy apreciables, yo creo que es el inventor en España de la escritura pop. La escritura pop no la hacen igual…
P. Puede que Terenci Moix. Creo que Moix sabía más de pop que Montalbán…
R. Que supiera es otra cosa, pero vamos a ver, lo que está en el núcleo, en el magma de La Crónica Sentimental de España era eso de meter de repente a Marujita Díaz…
P. Tiene decenas de artículos con el chiste “Yo soy la Carmen de España, y no la de Mérimée, y no la de Mérimée” de Carmen Sevilla mientras habla de Kissinger
R. Es que mezclar a Vladímir Mayakovski con Paquita Rico lo inventa Manolo. Y es una escritura un poco abigarrada, de colores, de ecos, que inventa él.
P. Volvamos a Álvarez-Solís…
R. A mí me hizo mucha gracia cuando fue a la universidad, además organicé la conferencia, y en ella decía sentirse muy de izquierdas. Decía, incluso, sobre Interviú que “cuando las masas estén educadas, dejaremos solamente las páginas de cadáveres y quitaremos las chicas” (risas). Pero yo no estoy del todo seguro que mintiera, aunque era un gran cínico.
P. Pero ¿cómo pudo acabar en el comunismo luego de haber sido falangista? ¿No había un filtro en el partido?
R. Fue falangista, hombre fuerte de un gobernador civil, Felipe Acedo, al que llamaban “la mula” (risas). Sus enemigos decían que en su juventud iba con cinto y pistola. Entonces yo pongo también su anécdota sexual, que no hace falta revelar ahora (hay que leerla en el libro), porque la cosa me parece actual. Es para explicar, también, lo complejas que son las relaciones -especialmente a estas ursulinas que no se enteran de nada- y también contar el perdón de su mujer. Después de cinco años de este suceso volvió con ella.
P. La anécdota es tan terrible como brutal
R. Es brutal, pero expliqué esta anécdota solamente por esto. Me parece que la vida es esto aquí y en Cuba.
P. Y no es un invento tuyo, porque entra dentro de la lógica de un director de Interviú
R. En todo caso, también cito quién me la contó.
P. ¿No llegaste a coincidir con Losantos o Cardín en la Barcelona de los 70? Me extraña que no fueran de tu círculo intelectual
R. No, porque eran un poco mayores que yo. Y, además, estaban en un freudomarxismo que era un poco demasiado tarde para mí. Por cierto, Benjamín Oltra fue mi profesor de sociología en la Universidad Autónoma de Barcelona y era uno de los firmantes del manifiesto de los 2.300. Mi influencia de Federico Jiménez Losantos es curiosamente retrospectiva, cuando leo Lo que queda de España y La Ciudad que Fue.
P. Me sorprende tu oposición a la droga, aunque no al tabaco y al alcohol ¿Temerías ser acusado de puritano por ella? Sus agentes, Escohotado, Dragó y Racionero, ya no están aquí para hacerte frente
R. Lo siento, yo creo que el alcohol y el tabaco son incomparables con la cocaína o la heroína. Desgraciadamente, yo lo he conocido de primera mano…
P. Es tu generación.
R…y sé de lo que hablo. Y, por supuesto, creo que hay muchas páginas en este libro que tratan de este asunto: a Arcadio la droga le rodeó, no se interesó por ella, pero lo cercó, igual que lo hizo una cierta violencia en las calles. E incluso le rodeó un disparo…
P. Marcos Ordóñez, al que citas con admiración, decía que el “drugstore” era el ágora de la Barcelona de los 70 en Juegos Reunidos ¿Cuántas veces pasaste por ahí? ¿Es cierto que llegaste ver un asesinato a tu vera en un drugstore?
R. No, vamos a ver, el drugstore de Marcos no es ese. El de Marcos Ordóñez probablemente se refiere al de paseo de Gràcia, donde estaba el cine. Pero yo me refiero a otro drugstore en el fondo de Las Ramblas. Uno que no cerraba nunca: allí Arcadio apareció una noche, en horas muy tardías, sobre todo para sus costumbres. Pero no estaba ni siquiera borracho, no sé, no he podido reconstruir qué hacía exactamente y porqué estaba allí solo en aquel momento. Y, por supuesto, entonces aconteció ese disparo.
P. ¿Has llegado a cotejar el hecho con prensa de la época?
R. No, con prensa de la época no la he cotejado, porque no he podido saber el día en que eso se produjo. Pero bueno, pues igual, no hay que cotejar nada: Arcadio ya me lo contó mil veces.
P. Háblame un poco de las motos, algo presente en este libro ya desde la portada y también en tu Contra Catalunya y Juegos Reunidos de Ordóñez. Hay una vida en moto en Barcelona que es impensable en el Madrid de los 70
R. Sin duda, en Madrid las motos se descubren muy tarde, si es que las han descubierto…
P. También la capital está llena de vaguadas, darse un golpe es fácil…
R. Yo iba en moto, aunque no la de la portada -es de un amigo-. Pero la moto es importante en todo el trayecto de la vida de Arcadio absolutamente. Se compra una moto cuando tiene 16 años, la mantiene durante toda su vida con gran peligro de su existencia.
P. Es verdad que comentas muchas veces que iba sin casco
R. Todo el mundo iba sin casco en aquella época, iba incluso bebido. Esas cosas corren un riesgo, propio de jóvenes, que son los que también mueren en la playa de Omaha.
P. ¿Es cierto que fuiste con sombrero vaquero una vez a la Universidad de Barcelona? Con tus conocidas melenas te daría un buen aire a personaje de Sergio Leone…
R. Sí, efectivamente, y además de spaghetti western sin ninguna duda. Marcos se cabreó mucho aquel día porque le parecía una ordinariez.
P. Háblame un poco de la universidad en el tardofranquismo y transición, poca gente sabe lo del “aprobado político”. Especialmente todos los que vinimos luego…
R. Sí, efectivamente, la primera experiencia de Arcadio en la universidad fue que lo aprobaron por imperativo categórico, digamos, de la política. Arcadio no tuvo vida en la universidad. Siempre miró con gran nostalgia esas maravillosas páginas que Carmen Martín Gaite dedica a su experiencia universitaria en el libro La búsqueda del interlocutor. A él le pasaron dos cosas: no tuvo maestros cercanos a excepción, quizá, de una profesora de literatura que tuvo en el Instituto. Y, por lo tanto, tuvo una experiencia universitaria cero: iba al bar, a ligar, etc.
P. Me gustan tus menciones al Madrid viejo de los militantes comunistas y las tascas pobres, pero la sorpresa es tu descripción de aquel nuevo y capitalista en la castellana, utilizas el adjetivo “latinoché” de Umbral y que desde Costa Fleming a Iñaki Domínguez y sus Macarras Interseculares ha tenido apenas copistas ¿Tan despiadada te parecía esa nueva urbe del tardofranquismo?
R. Sin duda.
P. Es como Chicago en la meseta.
R. Es una de las cosas que Arcadio vio rápidamente, con escalofrío. Él, además, venía a los hoteles de la zona a entrevistar y tenía muchas experiencias allí. Y esto le demostraba rápidamente que esa ciudad no existía anteriormente.
P. ¿Cómo se sobrevive a la procesión de fantasmas de tu adolescencia -Marcos, Ramón o Maite- ? La mayoría parece que se arrepiente de esos años, no todo el mundo ha tenido tu suerte…
R. Bueno, esto es un tema muy peliagudo. Primero, yo creo que hay gente que no entiende esos años. Están completamente equivocados: no es que la juventud sea ahora una etapa prístina y luego a partir de ahí empezaste a traicionar. Es una de las más formidables mentiras que se han hecho ¿Cuántos libros se han escrito con esa mentira? ¿Millones de libros? La traición es un tema fundamental de este libro y su principal novedad. Yo no he visto demasiada gente, quizá me puedes corregir, que diga “oiga, no, esto es mentira”. La juventud no es aquel almacén que el adulto traiciona. ¿Qué es esto? Esto es un escándalo mayúsculo. No lo es. Entonces, el arrepentimiento tiene mucho que ver con la permanencia de esa fábula.
Los fantasmas, bueno, hay de todo: en esos tres nombres que tú has citado hay diversas circunstancias (uno está muerto, por desgracia). No hemos hablado todavía nada de la trama, del “quest”, del libro cuando yo voy interrogando a esas personas que no quieren hablar del pasado. Esa diferencia tan sustancial que hay entre mi manera de ver el pasado y esas personas que no quieren tener nada que ver con él. Pero en un momento determinado digo que se equivocan técnicamente. No comprenden lo que es la vida.
P. Hay mucho cariño a las ex, especialmente a Maite, algo difícil de ver con tanto libro de “lloranderas macho” (Umbral dixit) en Anagrama (editorial ahora feminista) ¿Las mujeres han sido tan importantes en tu vida?
R. ¿En qué vida de un hombre normal no son importantes las mujeres?
P. Sorprende sobre todo a los que te acusan de misógino: hay mucho cariño a las féminas que han pasado por tu vida
R. El mismo cariño multiplicado por el deseo sexual. Lo mismo que siento por mis amigos y por la gente que ha estado conmigo. Pero es que esta cosa es extraordinaria. ¿Cómo? Y ahí está una de las cuestiones más reales del pasado. Yo, no Arcadio, tengo buenas relaciones con muchas de mis ex, como tú dices. Porque yo vivo en un tiempo en que todo está junto: eso a veces trae muchos problemas al presente, ya que es objeto de incomprensiones, de problemas, de conflictos.
P. No solo cronológicos, sino geográficos. Era una tradición en la Barcelona libertaria, el rollo comunal. Algo que, en Madrid, por ejemplo, no era tan marcado
R. Es probable.
P. Y, la evidente última pregunta, siendo este libro tan barcelonés, ¿Te entrevistarán en La contra de La Vanguardia? ¿Lo permitirá el páter Juliana (el Jaime Balmes posmoderno)?
R. No estoy de acuerdo que sea un libro barcelonés: es un libro tan barcelonés como madrileño. O sea, español. Yo soy un español, pero no porque la tradición me lo diga, sino porque técnicamente lo soy. Es decir, era una persona que a los 20 años viajaba a Andalucía para realizar un libro. Alguien que, por supuesto, conocía Madrid antes que París (cosa que no hacen los barceloneses). Una persona, en fin, que ha vivido en una baldosa de Barcelona durante muchísimos años, pero que conoce Madrid perfectamente. Es un libro de un español que además tiene familia en todas las partes: yo soy eso.
Evidentemente, no sé si me entrevistarán en La Vanguardia, porque el procedimiento de todo el establishment catalán conmigo siempre ha sido de desprecio: es decir, de escupitajo a todo nivel.
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