Suena a perogrullada, pero a Arco se viene a hacer negocios, a comprar y vender cosas que puedan llamarse arte. Cualquier detalle de la Feria en el que te fijes te lo recuerda. Por ejemplo: las entradas ofrecen descuentos para estudiantes pero no para parados ni para pensionistas. Arco, en realidad, es una zona VIP donde se busca y se premia la juventud y el dinero, así que jubilados y desempleados no tienen papel en esta performance anual donde marcas y artistas chic renuevan (o no) las tendencias estéticas con las que redecorar el turbocapitalismo. Entre esos disfraces, cabe incluso la conciencia social, que siempre ha vendido mucho.
El artista Eugenio Merino, que triunfó en 2013 metiendo a Franco en una nevera, presenta esta vez una máscara funeraria de Lorca. A un mito que muere le erigimos una estatua, así que a otro cuyo cuerpo no aparece solo se le puede dedicar un rostro vacío (o cualquier otra forma de reproducción que ponga el acento en la ausencia). Merino denuncia que el aniversario del poeta granadino en 2019 -se cumplían cien años de su llegada a Madrid- fue una operación despolitizadora y tiene toda la razón. El problema es que algunos artistas comprometidos parecen buscar justo lo contrario: que no se hable de Lorca más que por su compromiso de izquierda y su asesinato.
Lorca, como cualquier grande, era mucho más. Por ejemplo comprendía esa cultura popular, plebeya, a la que la izquierda actual da la espalda (música, toros y otros rituales de resistencia de los de abajo). Esa es otra forma de espectacularizar y, por tanto, falsificar. Por si no escandaliza suficiente lo de Lorca, Merino ha puesto un Pablo Picasso muerto también. Si compras dos billetes de la lotería del escándalo, es más probable que rasques algún premio.
Otra de las aportaciones de Arco debería ser también el criterio de selección, por eso se suele fijar el tope de galerías en 200. Este año la demanda ha sido tal que han subido hasta 211, debido al crecimiento de la demanda por participar, especialmente desde América Latina. La organización destaca que estamos ante una de las ediciones más internacionales de la Feria, con un 66% de galerías de fuera de España. Tras los años de pandemia, el arte no está para perder un solo euro y menos si viene de los multimillonarios de América del Sur, el primer paso internacional con el que sueña Arco, en forma de sucursal en Miami o en alguna otra gran urbe mexicana, argentina, o chilena, según varios analistas.
Uno de los ejes centrales de esta edición es el Mediterráneo ("El mar redondo"). Se concreta en un espacio de 19 galerías con 19 artistas de 19 países bañados por este mar, que vive entre el turismo de lujo y las pateras. La selección es de la comisaria Marina Fokidis, con diseño de Andrés Jaque y salpicado de intervenciones sonoras del artista, comisario y experto en flamenco Pedro G. Romero, para las que cuenta con invitados como El Niño de Elche y Tomás de Perrate, entre otros.
El texto de Fokidis que acompaña a la propuesta suena descolocante: "Este proyecto pretende movilizar las redes que transcurren de abajo arriba y hacia los lados en un esfuerzo por alcanzar un punto de encuentro para las intensidades compartidas. Al trazar las perspectivas desde las costas del sur del Mediterráneo, nuestra esperanza es estimular un espacio temporal donde los participantes actúen sobre el tiempo, la historia y la contemporaneidad de la forma que quieran, más allá de las restricciones impuestas y las conjeturas culturales”, escribe la comisaria, para quien sea capaz de bajarlo al suelo (igual Messi).
Arco, esa zona VIP
Además escribe esto: “El mar Mediterráneo es redondo, como es la falda del derviche que da vueltas sobre sí mismo en su danza, el incesante giro de muñeca de una bailarina de flamenco, los pasos del baile tradicional griego y el bote salvavidas en medio de las aguas (el otro lado de la 'convivencia'). También son redondos el sol y la luna. De hecho, todo lo que existe en el cosmos funciona mediante patrones y movimientos circulares. Un círculo no tiene una base. No tiene derecha, ni izquierda, ni parte superior o inferior. Rueda. Lo que circula, retorna. Quizás necesitamos, de nuevo y de forma urgente, una toma de conciencia esférica sobre esta región tan particular con su geografía volátil e inestable y su fuerza gravitatoria”. Ahí queda eso.
¿Por qué debería importar Arco a personas ajenas al mundillo del arte contemporáneo?
Ni idea de qué intenta decir Fokidis. El caso es que, si buscamos nuevas miradas socioculturales sobre el Mediterráneo, difícilmente vamos a encontrarlas en un escaparate del arte de alta gama, en las antípodas de la cultura popular, donde los pobres no son bienvenidos. Seguramente sería más honesto recurrir a un discurso estético-publicitario que vender este espacio expositivo como un laboratorio social de ideas. Desde las críticas de Walter Benjamin a las exposiciones universales, sabemos que estos espacios no están hechos para la deliberación social, ni para el encuentro, sino para la distinción estética y la exhibición económica (un poco de modestia ayuda a dar credibilidad a los paratextos). No pasa nada por hacer caja honestamente. Que un grupo de estetas profesionales encuentren aceptable este discurso -retórica vacía- dice mucho del estado de ‘todo vale’ en el que vive el arte contemporáneo.
La función y los límites de Arco los conocemos todos. Últimamente los ha explicado muy bien en ABC Moisés Pérez de Albéniz, propietario de la galería MPA: "Como en este país no hay 'bienales', no hay 'documentas', está ARCO, que es la que aglutina todo. Y no debería, porque Arco es una feria, sigue siendo una feria. No se le puede pedir que sea un bienal, porque no tiene esa capacidad ni tampoco está provisto para ello. Pero Arco es nuestro todo. En nuestro país, estar o no estar en Arco para una galería es como 'ser o no ser'. Por lo tanto, Arco una feria muy importante a la que dedicamos muchísimos recursos de todo tipo”, explica.
Arco es el evento-mercado-espectáculo de consolación por no tener una red sólida y estructurada por la que circulen las propuestas estéticas a lo largo de todo el año (consolación como los Goya, los premios Planeta y los grandes festivales de verano, cada una de estas tres categorías con sus peculiaridades). No es culpa de la organización, sino de un modelo cultual defectuoso que venimos arrastrando desde los años ochenta, que parecía ser un éxito con los fastos de 1992, y que no tiene pinta de que podamos cambiar a corto o medio plazo. ¿Por qué debería importar Arco a personas ajenas al mundillo del arte? Sigue sin estar claro el motivo.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación