Cultura

La huella comunista perdura en la arquitectura de Berlín

La marca de la arquitectura comunista, aún presente en la ahora considerada como ciudad más influyente de Europa, hace de la metrópolis germana un lugar especial. Aunque la inexorable modernización que aún vive Berlín haya llevado incluso a que se hayan quitado de en medio restos del muro que partía en dos la ciudad, sigue en pie el pasado arquitectural comunista.

Allá por el mes de marzo se desmontó una parte de la East Side Gallery, emblemático segmento del muro de Berlín decorado con pinturas. Esa infraestructura en principio gris, que pretendía proteger “contra el fascismo” según la terminología comunista, no ha resistido el afán modernizador de quienes quieren levantar a orillas del río Spree apartamentos de lujo. Mucho más difícil, por no decir imposible, será borrar la huella que dejó el estalinismo en aquella exhibición arquitectónica que constituye la Karl-Marx-Allee. Sólo con la desestalinización se cambió el nombre de esa avenida en favor del autor de Das Kapital. Hasta 1961, sus casi cien metros de ancho y sus dos kilómetros de largo se extendían por Berlín en calidad de Stalinallee.

En esa calle estalinista, construida entre 1951 y 1955 a medio camino de los distritos de Friedrichshain y Mitte, “se trató de emular la arquitectura soviética del estalinismo y también reconstruir la ciudad de una manera socialista”, analiza para Marabilias Florian Urban, profesor en la Glasgow School of Art. “Hablamos de una arquitectura neoclásica y ornamental. Pero, al mismo tiempo, que ofrece palacios para el pueblo, pues funcionaba como residencia”, añade este historiador alemán especializado en la arquitectura de la RDA. En la Alemania Occidental se trató de forma despectiva a la estética propuesta por la Stalinallee, calificándola de Zuckerbäckerstil, es decir, de estilo tarta de bodas.

Inspirados parcialmente por los arquitectos del siglo XVIII y XIX Carl von Gontar y Karl Friedrich Schinkel, los ocho edificios que componen la ahora Karl-Marx-Allee ofrecían apartamentos espaciosos a los miembros de la elite socialista. Hoy, “muy bien conservada, especialmente la fachada, y siendo muy apreciada por los inquilinos”, según Urban, se puede comprar un piso de 60 metros cuadrados situado en este renovado conjunto arquitectónico por unos 195.000 euros. Está muy lejos de ser lo más caro que se pueda adquirir en una ciudad que experimenta desde hace poco importantes subidas en el precio del suelo, pues aún tiene pendiente igualar el nivel de precios de las otras grandes urbes alemanas.

Confort sin estética

No todo eran palacios para el pueblo en la RDA. También hubo mucha vivienda en masa, lo que Urban llama “edificios aburridos”. Y ese tedio también ha dejado su impronta en la arquitectura de la ciudad. Porque, no lejos de la monumental Karl-Marx-Allee, siguen en pie los Plattenbauten, edificios prefabricados de hasta diez alturas. “La industrialización de la construcción fue un cambio político ejecutado primero en la Unión Soviética y luego en Alemania Oriental que implicó la reorganización de toda una industria de la construcción que cambió ladrillos y maderas por las placas de hormigón”, recuerda el historiador germano. Lo cuestionable estéticamente que puedan resultar estos edificios no quita que, en su momento, fueran sinónimo de progreso, pues ofrecían altos estándares de confort. Había, por ejemplo, calefacción central, algo de lo que se carecía incluso en la Alemania Occidental.

Con el paso del tiempo, la también cuestionable calidad de los proyectos urbanísticos montados a base de Plattenbauten obligó a una intensa renovación en los años noventa. Así, buena parte de ellos siguen en pie, rehabilitados y dejados como ejemplos de lo que era la arquitectura comunista residencial moderna. También son prueba del extinto régimen, al este de Berlín, los edificios prefabricados de localidades como Marzahn-Hellersdorf, donde viven más de 100.000 personas.

La vivienda industrial fue algo mantenido hasta el final del régimen de la RDA, al igual que la pretensión de causar impresión con imponentes proyectos. Así, Hermann Henselmann (1905-1995), probablemente el único arquitecto al que el régimen dejó destacar ostensiblemente, dejó su sello en la Alexander Platz, otro punto destinado a mostrar la brillantez comunista. Este genio nacido en el pueblo de Rossla (centro alemán) también estuvo implicado en la construcción de la Stalinallee, pues suyas son las dos torres con las que termina ese bulevar. En la Alexander Platz, contribuyó de forma decisiva en el diseño de la Torre de televisión, infraestructura de 368 metros de alto y la cuarta estructura independiente más alta del 'Viejo Continente'. Se identifica esta obra terminada en 1969 con un modernismo arquitectónico al que se liberó para reconstruir el centro de la ciudad tras el ocaso del estalinismo. Además, Henselmann diseñó, entre otros, La Casa del Maestro, abierta en 1964.

En esta renovación del centro berlinés, los arquitectos Roland Korn, Heinz Scharlipp y Hans Erich Bogatzky se significaron con el diseño del otrora llamado Hotel Stadt Berlin, inaugurado en 1968 y rebautizado con la unificación como Park Inn. Prueba manifiesta del paso de los años y del cambio de régimen, ahora es un casino el espacio que antes ocupaba un restaurante para oficiales comunistas en la 37ª planta. Ese centro de juego es el más alto de Europa al coronar esta construcción de más de 120 metros de altura.

La imagen que estos proyectos daban a Berlín era la de un lugar atractivo dentro del universo soviético. “La Alemania Oriental, como buena dictadura que era, tenía un Estado central, donde el poder se concentró en la capital. Además, la Alemania Oriental, y especialmente Berlín, eran el escaparate del régimen socialista; era el único sitio de la Europa oriental donde los occidentales podían entrar sin pedir visados semanas antes”, recuerda Urban. A falta de poco para que se cumpla un cuarto de siglo de la desaparición de la RDA, la pervivencia de la arquitectura comunista en Berlín sigue haciendo de la capital alemana un lugar único. 

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