Esto parece un síndrome, una pegajosa nube de infortunio que aleja a la alcaldesa de Madrid de sus más ansiados y ciclópeos proyectos. Primero fueron los Juegos Olímpicos ahora le tocal al proyecto del arquitecto inglés Norman Foster de abrir una sede en Madrid que acogería parte de sus fondos. Sí: el proyecto se ha dado de bruces con precisiones de la normativa urbanística aplicable a los inmuebles protegidos por su interés arquitectónico que echaron abajo el entusiasmo del arquitecto, que decidió llevarse el proyecto a Nueva York.
El pasado 8 de noviembre, el Ayuntamiento de Madrid anunció que la Fundación Norman Foster instalaría su sede en un palacete del distrito de Chamberí, donde se celebrarían actividades relacionadas con la arquitectura, el urbanismo, el diseño y el arte. El Gobierno de Ana Botella aprobó ese día un Plan Especial de acuerdo al proyecto planteado por Foster para el palacete -comprado por el arquitecto- que data de 1902 y tiene una superficie de 1.704 metros cuadrados.
El edificio se construyó para albergar la residencia del Duque de Plasencia, que posteriormente se convirtió en embajada y recientemente en sede de un banco, y que fue adquirido por la fundación a comienzos del verano de 2013, ya en desuso. Según informó el consistorio, las obras de reestructuración, que tratarían de recuperar los elementos protegidos, supondrían "una oportunidad para recuperar una pieza del patrimonio histórico de la ciudad" al devolver al palacete su "esplendor original".
Hasta ahí, todo fue bien para el proyecto del arquitecto británico, que después obtuvo el informe favorable de la Comisión Local de Patrimonio Histórico. El problema llegó cuando tocó revisar el proyecto en la Comisión de Patrimonio que integran la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento, institución que se ha limitado a recordar que en su día dio el visto bueno a la iniciativa.
En esta comisión no se aprobó la idea del equipo de Foster de abrir huecos en el inmueble para colocar una pasarela, puesto que estas soluciones funcionales "restaban, con su excesivo protagonismo, la importancia que debe mantener el inmueble", según publica hoy el diario El País citando "fuentes conocedoras del dictamen". El fallo fue positivo, pero con prescripciones obligatorias que modificaban el proyecto y que no gustaron al Foster.
Según ha explicado José Antonio Granero, decano del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM), una entidad que forma parte de la comisión con voz pero sin voto, la propuesta de Foster revisada por el Ayuntamiento era "adecuada, respetuosa y razonable, pero hubo una persona a quien no se lo pareció".
Ahora el proyecto está en vía muerta. El estudio de Foster, radicado en Londres, no ha hecho ningún pronunciamiento al respecto.
Granero ha manifestado que "hay ciertos empecinamientos técnicos que no son adecuados" y que en ocasiones, porque ésta no ha sido la primera, "se intenta forzar la rigidez de la norma". El decano del COAM ha señalado que ésta era una operación "muy diferente" a otras, puesto que se trataba de un arquitecto de prestigio internacional "que compra un edificio, no para una operación urbanística sino para traer sus fondos a Madrid".
Ahora el proyecto está en vía muerta porque, como ha señalado Granero, "determinadas acciones llegan a cansar si no están acompañadas de un criterio profesional". El estudio central de Foster, radicado en Londres, no ha hecho declaraciones al respecto.