Cincuenta años y lenguaje. De eso se trata este asunto, de un idioma, o del fondo de ese idioma. A partir de este viernes, el Museo Guggenheim Bilbao dedica una amplia retrospectiva a la obra del artista Antoni Tápies (Barcelona, 1923-2012) y lo hace mostrando, justamente, la musculatura de su trabajo: su faceta escultórica, ese alambre invisible que mantiene firme el resto de una obra que imaginamos preeminentemente pictórica.
Titulada Antoni Tàpies. Del objeto a la escultura (1964-2009), la muestra reúne 85 piezas a través de las cuales recorre la trayectoria escultórica y objetual del catalán, siguiendo sus incursiones en los distintos tipos de técnicas y su empleo de los diferentes materiales: desde los primeros objetos y assemblages de mediados de los años sesenta y setenta hasta las tierras chamoteadas y bronces más recientes.
La exhibición está organizada de manera cronológica a la vez que temática. A través de un recorrido a lo largo de cinco décadas, la selección permite apreciar nítidamente los elementos característicos del universo de Antoni Tàpies: desde su idea del muro hasta objetos como sillas, camas o libros, que constituyen parte de su vocabulario personal y que él transforma en esculturas de rasgos monumentales o en sutiles piezas de pequeñas dimensiones.
La muestra, desarrollada por Álvaro Rodríguez Fominaya, deja a la vista la preocupación de Tàpies por el problema escultórico, que se hace total y envolvente. Esto puede percibirse al ver los primeros objetos que el catalán interviene plásticamente a mediados de los años sesenta, un período de gran actividad política para el artista, en el que incorpora a su investigación objetos cotidianos que no solo remiten al informalismo sino al arte Povera y al gesto dadá.
Este aspecto se evidencia en piezas presentes en la primera sección –titulada Desde los años sesenta- como Cadira i roba (Silla y ropa, 1970) y Pila de plats (Pila de platos, 1970). Estos objetos con los que arranca la exposición inauguran un lenguaje de "objetos tridimensionales". La diversidad de recursos simbólicos que caracteriza estos trabajos abre para el artista numerosas vías de investigación, como ejemplifican Farcell (Hato, 1970) o Cartó corbat i corda (Cartón curvado y cuerda, 1970).
Los muebles, el papel, la ropa, el serrín o la madera son la materia prima de estas obras. Para Tàpies, el collage es el antecedente directo de sus esculturas. Merece especial atención su empleo de la malla metálica y el alambre, que continuará en décadas posteriores, y que aquí puede contemplarse en un conjunto de piezas creadas con ambos materiales. Los metales maleables actúan también como un eje que define el espacio y se contraponen a elementos de naturaleza orgánica. Los temas que el artista trata en este momento son cuestiones que retomará con posterioridad, como se ve en las siguientes dos secciones de la muerta: Primeras tierras chamoteadas -sus inicios con la cerámica- y De la tierra al bronce –que muestra a un Tápies ya maduro que comienza a trabajar con el metal-.
La muestra prosigue en los apartados Tapias, muros, puertas -donde explora el significado y la ambivalencia que este elemento simboliza en su obra-; El verano de 1993 –año en que participa en la Bienal de Venecia y retoma los objetos-assemblage - y finalmente la última sección, en la que se exhiben esculturas que van de 1995 a 2009, es decir, que recorren la producción final del artista hasta tres años antes de su fallecimiento.
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